24

161 10 3
                                    

DANIELLE

Conseguí dormirme allá por las cuatro de la mañana. No llevaba ni media hora con los ojos cerrados cuando de repente escuché que mi puerta se abrió.

–¡Danielle! –escuché la voz de Noah, y acto seguido, la puerta cerrarse.

Abrí los ojos poco a poco, distinguiéndole entre la oscuridad de la habitación y la poca luz de las farolas que entraba por la ventana. Estaba de pie frente a mi cama, vestido completamente y, por el sonido descontrolado de su respiración, supuse que había subido las escaleras corriendo.

–¿Noah? ¿Qué pasa? –Estiré el brazo para encender la lámpara de mi mesilla y me senté sobre el colchón, frotándome los ojos con la otra mano.

Nada más encenderla, pude verle con claridad. Sus ojos irradiaban nerviosismo, y tenía todo el pelo revuelto. Se sentó junto a mí, en el borde de mi cama.

Esperé a que dijera algo, pero me sorprendió cuando de repente y sin previo aviso, me cogió de las mejillas y plantó sus labios sobre los míos.

Si es cuestión de admitir, a parte de sorprenderme, hizo que sintiera algo en mi interior. Y no, no eran mariposas en el estómago esta vez. Fue calma... Calma total... Después de la noche que habíamos tenido, lo que menos me esperaba era esto, pero a la vez era lo que más ansiaba.

Y estaba claro que él también, porque me besó de forma salvaje, muy diferente a como lo había hecho las demás veces, y yo no pude hacer más que colocar mis manos en sus brazos y seguirle el beso. El ritmo era cada vez más lento, y sus manos bajaron hasta mis caderas, acariciando la poca piel que estaba al descubierto a causa del pijama y las sábanas, que aún cubrían la mitad de mi cuerpo.

Sus labios estaban suaves y húmedos, y pude reconocer un ligero sabor a alcohol y menta que me resultó hasta agradable. Por un lado no quería que esto acabara nunca, pero por otro, necesitaba muchas explicaciones, y sabía que seguir haciendo esto a la ligera me hacía mal.

Así que me separé.

–Espera, Noah... –Tuve que apoyar la mano en su pecho cuando volvió a intentar besarme –No, dime qué te pasa.

Negó con la cabeza.

–No lo sé, Danielle. Solo sé que te necesitaba. Llevo toda la noche pensando en ti.

Esas palabras me dejaron boquiabierta, pero me recompuse rápido para hablar. Esa vez no iba a caer en sus juegos.

–No puedes seguir apareciendo de repente y besarme sin más...

"...aunque en el fondo me encantaba."

–Lo sé, es que... –Apartó la mirada y me soltó para pasarse la mano por el pelo, como gesto de nerviosismo.

Fue entonces cuando me fijé inconscientemente en una de sus manos. Tenía los nudillos destrozados y cubiertos de lo que parecía, si mi intuición no fallaba, sangre.

–Noah, ¿qué narices has hecho? –Se la cogí, alarmada, y me fijé en las heridas.

Eran meramente superficiales, nada que no se curara con unos algodones y algo de a alcohol. La sangre ya estaba seca, pero en la cena no las tenía, así que eran recientes.

Maravillosa Excepción - Noah CentineoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora