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NOAH

Danielle me miraba fijamente, sin esconder una pizca de la sorpresa que le habían provocado mis palabras, pero sin mostrar ni uno de sus pensamientos. Pude notar la sangre correr a toda velocidad en mis venas, casi tan rápido como lo había hecho yo para venir aquí después de dejar a Amber tirada en su cama.

Simplemente no era capaz. Ya me había pasado con Lexi, pero creía que esa vez sería distinto, de verdad quería que fuera distinto. O al menos antes de subir a su apartamento. Amber no tardó mucho en llevarme hasta la única habitación de su casa, y apenas aguanté dos minutos ahí dentro, tocando la piel de alguien que, en el fondo, sabía que no deseaba tanto.

De nuevo Danielle había irrumpido en mis pensamientos, arruinándolo todo, y llenándome de ganas de que la chica que estuviera tocando fuera ella, y no otra. Pero no era así. La piel de la rubia de pelo corto era mucho menos dulce que la de Danielle. Sus caricias, mucho menos suaves, y sus movimientos, demasiado bruscos. No era algo que me hubiera disgustado hacía poco menos de un mes, pero ahora, después de haber probado a Danielle, era como si necesitara más y más. No valía nada que no fuera ella, y descubrirlo al principio me cabreó, pero a estas alturas, ya no podía esconderlo más. Mi deseo por ella superaba hasta mi enorme orgullo, y, al fin, había podido aceptarlo. 

Hacía casi un mes me limitaba a emporrarme cada vez que tenía ocasión, ir de fiesta, tirarme a la primera tía que se me insinuara. Me daba igual todo, solo quería no tener que pensar en mis cosas, y con eso lo lograba. Pero después de Danielle, todo cambió. Había encontrado una droga natural, para todo mi pánico, ansiedad y preocupación. Era su voz, era ella.

–Noah... –habló al final, pero hubiera preferido que no lo hiciese –Deberías irte a descansar a tu habitación. No deberíamos estar hablando esto.

–¿Por qué demonios no? –dije con el tono más elevado de lo que pretendí.

–Porque no podemos hacer esto –dijo bajando la mirada.

–Claro que podemos –respondí levantándole la barbilla con mis dedos para mirarla a los ojos.

–No. Tú me detestas, y yo no quiero seguir siendo tu saco de boxeo. Todo esto me confunde. Primero dices que no me soportas o me humillas y después apareces de repente y me besas y dices que me necesitas. 

–Sé que lo que te dije en el coche no estuvo bien... No después de haberte besado en Melrose. Y lo que te dije el día después de lo que pasó en la terraza. Y también sé que no debí dejarte tirada en medio de la carretera. No sabes lo mal que me sentía cada vez que te perdía de vista. Cada vez que bajabas del coche dando un portazo o te ibas al piso de arriba para ignorarme.

Me miró, y supe que no me creía.

–Sé que puedes estar pensando que miento otra vez, pero de verdad, nunca he sido tan sincero como lo estoy siendo ahora contigo, Danielle.

Se quedó en silencio, examinándome con la mirada. En cualquier otra situación y tratándose de otra persona, me habría largado porque no me gustaba nada que me miraran como ella lo estaba haciendo en ese momento. Pero me quedé ahí quieto, esperando.

–Esto no funcionaría, Noah. Somos demasiado incompatibles.

–Eso no es verdad.

–No tenemos nada en común.

–No necesito que tengas mis mismos gustos para atraerme de la manera que lo haces.

Suspiró.

–Tú no buscas una relación, ¿qué quieres entonces?

Maravillosa Excepción - Noah CentineoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora