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La mañana siguiente no vi a Noah. Ese día tenía la primera clase a las ocho y cuarto, así que fui la primera en levantarme, o eso creía. Pero al bajar a la cocina y solo encontrarme con Emma y los pequeños, me percaté de que él no estaba. Por curiosidad le pregunté a su madre dónde se encontraba, pero no me supo decir el lugar. Solo me enseñó una nota en la que Noah había escrito que se había ido temprano y que volvería pronto. Sorprendentemente, Emma no estaba sorprendida ni mucho menos enfadada; creía que le llamaría cientos de veces para averiguar dónde y con quién estaba su hijo, pero no parecía nada inquieta con la situación. Supuse que Noah había desaparecido por horas más una vez. 

Pero lo que no me esperaba es que fueran a ser días. Una semana entera estuvo fuera, sin dar señales de vida, o por lo menos sin darlas delante de mí. No llamaba, y si iba a clase se esforzaba por que yo no le viera. Los primeros días hasta lo agradecí, un problema menos del que tendría que preocuparme tanto en casa como fuera. Luke me llevaba a la universidad todos los días, y me traía de vuelta a casa. Emma se sorprendió muchísimo cuando se lo encontró un día en la puerta y le dijo que se alegraba de verle después de tanto de tiempo. Después le invitó a pasar, pero Luke se excusó diciendo que tenía que irse, con una sonrisa de oreja a oreja. 

Había cogido bastante confianza con él, prácticamente se había convertido en mi amigo. Compartíamos bastantes clases juntos y hasta habíamos empezado a hablar por mensajes. Solo era para pedirnos apuntes de alguna asignatura o para decirme cada mañana que saliera, que me estaba esperando en la puerta. Al principio, cuando le conocí, tenía miedo de, al juntarme con él, meterme más y más en un mundo en el que no quería estar, pero para nada era así. Luke iba a sus fiestas, sí, pero siempre me mantenía al margen. No me obligaba a ir con él y ni siquiera las comentaba conmigo delante. En cierto modo lo agradecía, aunque por otro lado me sentía una rarita por ser la única de casi medio campus que no acudía a esas fiestas.

A Emily solo le vi el pelo por el campus. A veces nuestras miradas se encontraban, pero ninguna se acercaba. Yo me limitaba a saludarle con la mano y con una sonrisa, y ella exactamente igual. Esa chica me caía bien, pero no era como Luke. Sabía que si mantenía más relación de la que ya tenía con ella, acabaría metida hasta el fondo en el mundo del descontrol, de las fiestas y del desmadre. Y yo no estaba hecha para eso.

Así que los primeros cuatro días estaba perfectamente sin él, sin sus burlas o miradas de desprecio. Pero cuando ya había pasado cinco días, empecé a preocuparme. No sabía por qué, pero un nudo se me había creado en la boca del estómago. ¿Y si no volvía? ¿Y si se había marchado con algún amigo suyo y se pasaba el día colocado? Yo había podido comprobar como de peligroso es eso; ¿y si le había pasado algo? 

Para la tarde del sexto día, ya me había quedado sin uñas de los nervios y sin pensar lo que hacía cogí el teléfono y marqué sus nueve números. Pero nada, me dio apagado. No podía dejar las cosas así, así que nada más colgar, llamé a Emily. Ella era su mejor amiga, tenía que saber algo.

Tardó seis tonos en contestar.

–¡Dani! ¡Hola! –dijo, más emocionada de lo normal.

–Hola –dije extrañada –. Oye, ¿estás bien? 

–Claro que sí, ¿por qué iba a estar mal?

–No sé, estás como... rara.

Se oyeron unos ruidos de fondo, pero la voz de Emily no volvió a sonar.

–¿Emily? –pregunté.

–Sí, sí. Es que estoy... –dijo distraída, y de repente se echó a reír como si nada –Estoy un poco colocada, ¿para qué voy a mentirte?

Maravillosa Excepción - Noah CentineoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora