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Segunda noche que pasaba en esa casa. Segunda noche que apenas dormía unas horas, y todo por el idiota de Noah Adams. 

¿Cómo se me había podido pasar por la cabeza besarle? ¿Qué habíamos hecho? Lo ocurrido había sido extraño y placentero, hasta que abrió la boca para darme cuenta de a quién estaba besando. A nada más y nada menos que a Noah Adams, la figura que representaba todo de lo que había estado huyendo desde que tenía uso de razón. La bebida, la droga, el descontrol... Era algo que desde pequeña quería fuera de mi vida y que, por desgracia, tuve la mala suerte de tenerlo hasta los diez años. No quería tener que volver a estar cerca de alguien como él, de su mundo, ni una vez más. 

Por eso cuando me levanté la mañana siguiente decidí que lo mejor sería no volver a acercarme a él. Haría como si no existiera la mayor parte del tiempo, menos cuando estuviéramos obligados a sentarnos en la cocina para comer todos juntos. 

Durante los siguientes días, en esas ocasiones, Noah me miraba desde la otra punta de la mesa mientras los demás comentaban lo rica que estaba la comida que había hecho Emma, y yo simplemente le ignoraba. Parecía estar recordándome a gritos que no dijera nada de lo que había pasado la noche anterior, y así lo hice. No tenía intención de delatarle, no por ahora al menos, pero tenía claro que si me tocaba las narices, no dudaría en sacarlo a luz.

¿Desde cuándo podía estar Noah haciendo eso? ¿Cómo había entrado en ese mundo? ¿Porqué se dedicaba a hacerlo? No creía que fuera tan idiota como para echar su vida a perder por diversión. Noah tenía una buena familia, dinero y buena educación. ¿Qué le podía haber llevado al mundo de las drogas?

Cuando habían pasado tres días, estaba dedicándome a organizar todo para el primer día de clases sobre mi cama nueva, que al fin había llegado, así que esa ya era oficialmente mi habitación. Tenía montones de papeles sobre el edredón. Al día siguiente empezaría la universidad y quería estar segura de llevar todo lo necesario. Estuche, hojas, cuadernos... No quería que me faltara de nada, e iba siguiendo los consejos de Payton mientras organizaba todo.

–¿Nerviosa por el primer día? –me preguntó después de contarle de forma rápida y precisa todo lo que tenía que organizar para el día siguiente.

Se rió, y yo suspiré.

–¿Tan obvio es? –pregunté frotándome los ojos. Había podido dormir apenas unas horas esos días; todo lo de Noah y el inicio de la universidad me tenía desvelada.

–¿Por qué estás tan nerviosa? Nunca te ha puesto así empezar en sitios nuevos.

–No es lo mismo. Antes mi única preocupación era tener con quien jugar en el patio, ahora me juego mi futuro, mis notas... –expliqué mordiéndome las uñas –Además, hay muchos tipos de personas en la universidad; en el colegio solo había dos: los niños que jugaban al fútbol todo el recreo y los que se sentaban a hablar y cotillear sobre los demás. En la universidad es todo más... complejo.

–Es todo más complejo porque tú lo haces más complejo, amor –me dijo, rematándome como siempre hacía con sus verdades dolorosas y realistas a partes iguales –. Sabes perfectamente que tienes capacidades suficientes para relacionarte con todos esos tipos de personas que dices que hay en la universidad. Es una etapa más de la vida, como lo fue el colegio o el instituto.

–Lo sé... 

–Pues termina de preparar tus cosas y levántate mañana segura de ti misma. Te irá bien, solo tienes que estudiar y organizarte como llevas tantos años haciendo. 

–Tienes razón –dije después de unos segundos en silencio.

Todos los miedo y prejuicios que estaba teniendo de la universidad los estaba creando yo y solamente yo.

Maravillosa Excepción - Noah CentineoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora