Steve

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Estando en una casa tan grande para él sólo, deseó muchas veces regresar a la suite de aquel hotel en New York, compartir sus noches de nuevo con Tony y despertar con él en la misma cama.

Sabía que no era posible, pero Thor le daba una nueva oportunidad para verlo otra vez.

Se sentía sumamente ansioso, pensando que diría y, sobre todo, que respondería Tony.

Pensó disculparse, pero no era tan simple cómo sonaba. Después de todo, sabía, por Clint, que Tony recibió su número telefónico, podía llamarle cuando quisiera o cuando lo necesitara. Pero también sabía que Tony no era de las personas que llaman aun cuando necesitan ayuda. Él era tan único que sabría salir del problema por sus propios medios.

Entre fantasías de reconciliación, Steve abrió la puerta del enorme closet, prácticamente una habitación llena de ropa, al fondo en un colgador solitario aguardaba un traje nuevo, aún sin ser sacado de la bolsa etiquetada con su nombre con una perfecta caligrafía. Un encargo especial hecho para el día de la boda de su mejor amigo. Internamente se negaba a aceptar que todo ese esfuerzo por su imagen tenía que ver directamente con que Tony estaría en el evento. Recordaba el día que se conocieron, la ropa que usaba, tan anticuada. Qué poco le interesaba su apariencia en esos días. A pesar de ser dueño de una multinacional, su reciente amargura y la falta de crítica hacía su vestuario por parte de los empleados o allegados, ya fuera por miedo a perder su trabajo o por simple desinterés, no ayudaba en su cambio de imagen.

Rozando lo instintivo y sin darse mucha cuenta, empezó a cambiar sus fachas. Inconscientemente quería verse bien para Tony, ser su centro de atención y por supuesto ser un buen complemento para la belleza que Tony irradiaba, desde su punto de vista.

Vistiendo el fino traje hecho a medida, que, con pensamientos llenos de Tony Stark, se acomodó y ajustó al cuerpo, añadió la corbata escogida para la ocasión y sonrió ajustándola frente al espejo.

Ahora estaba en un auto de lujo, la distancia se le hizo larguísima durante el viaje, llevaba la mirada pérdida a través del vidrio polarizado de la ventana del vehículo, nada le pareció interesante.

Hasta que por fin escuchó al chófer decir que habían llegado. Se bajó del auto y suspiró cargando sus pulmones de aire y liberando la tensión de sus hombros.

Todo pasó rápido y borroso para sus ojos, todo, excepto Tony, de pie justo al final de un camino alfombrado con una tela blanca en contraste con el pasto verde del jardín. Hermoso, perfecto, un sueño hecho realidad para él.

Deseaba una y mil millones de veces que esa fuera su boda. Que Tony fuera el novio que esperaba en el altar. Que el pastel, los regalos y la ceremonia fuera para ellos. Pero no lo era.

A penas escuchó algo de todo lo que pasaba. Una broma que Thor hizo y un estúpido comentario de su parte, que en el instante se ganó la reprimenda y rechazo de Tony. Toda su concentración estaba enfocada en él, en ese hombre que dejó de verse cómo un chico ante sus ojos. En su pecho sentía la terrible opresión de saber que era correspondido con la misma atención, sin embargo, por causas distintas. Él enamorado hasta el cansancio y Tony con su resentimiento a más no poder.

En su mente fabricaba diez mil o quizás más formas de poder declarar su amor en forma de votos de lealtad eterna.

¿Exagerado y cursi?

Probablemente.

Pero inevitable era el sentirse inquieto, inestable y agobiado cada vez que sus ojos se encontraban con los de Tony. Esa extraña sensación de incomodidad y extrañeza le asfixiaba, sin embargo, no podía hacer nada más que esperar. Por qué sobre todo lo que pasaba entre ellos existía el acuerdo mutuo de no empañar la felicidad de sus amigos, recordaban antes de cualquier otra cosa que esa era una boda y felicidad ajena, que estaban dispuestos a compartir, por supuesto, a costa de su propia incomodidad.

Pretty BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora