Prejuicios

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Por fin Tony bajó hasta el vestíbulo, la gente lo veía entre asombrados y con desdén, a Tony eso realmente no le importaba, sabía de antemano que las críticas no faltarían al verlo con la ropa sencilla y desaliñada que llevaba puesta. A sus espaldas estaba un hombre moreno con un parche en el ojo, observando toda la situación y por supuesto no se le pasó por alto el ver a ese andrajoso chico. Por alguna razón él le pareció... Intrigante... Lo siguió discretamente hasta la puerta principal por donde Tony acababa de salir, vio la familiaridad con la que Phil, el portero, lo saludó y finalmente vio al castaño abordar un lujoso auto.

—¿Lo conoces, Phil?— preguntó el del parche refiriéndose al castaño chiquillo.

—No señor, aunque ayer lo vi entrar con el señor Rogers, un amigo suyo, supongo...— Phil no quiso hacer más comentarios aunque su jefe se lo pidiera, la relación de ese chico con el señor Rogers no era para nada su asunto, aunque sí podía atribuirse el hecho de haber influenciado en la decisión de Steve de que Tony se quedara a pasar la noche como él en el lujoso hotel.

—Infórmame cuando regrese— dijo el moreno en tono frío.

—Como ordene señor— Coulson respondió obediente con una ligera inclinación de cabeza. Sin más el gerente del hotel se fue por donde había llegado.

Unos cuantos minutos después de haber abordado el lujoso auto y de haber avanzado por las avenidas de New York, Tony se dio cuenta de algo. No sabía donde demonios ir.

—Oye Jaime, ¿Podrías dejarme a dos cuadras a la derecha?— Tony le habló al chófer desde el asiento de atrás.

—Señor, mi nombre no es Jaime— renegó el chófer.

—¿Ah no? ¿Y que tal Alfred? Alfred siempre me pareció nombre de mayordomo de súper héroe ¿Tú que crees?— una risita fresca salió del conductor.

—¿Es usted un súper héroe, señor?— preguntó divertido el chófer.

—Quizás lo sea, pero sí te lo digo estaría revelando mi identidad secreta— Tony continuó con el juego.

—Está bien señor, puede decirme Jaime o Alfred, que le parece...uhmm... ¿Jarvis?— dijo el chófer pensando en un nombre para nada común.

—¿Jarvis?... ¡Eso suena genial!, descuida Jaime, cuando consiga un mayordomo me aseguraré que se llame Jarvis— El chófer rió nuevamente y se estacionó a dos cuadras a la derecha, justo como Tony le indicó.

—Llegamos señor— dijo el hombre bajándose para abrirle la puerta a Tony y extenderle la mano para ayudarle a bajarse.

—Oye, podría acostumbrarme a esto— Tony tomó la mano al chófer y fue en ese momento que se percató de lo joven que era. Piel blanca, un rubio más claro que el de Steve y unos ojos azules menos intensos que los de su rubio preferido. Insistía, ¿De donde salían esos tipos tan guapos? —Wow... ¿Podría volver a llamarte?— preguntó con una coquetería muy característica de él.

—Sería un placer servirle, señor— dijo el joven chófer con una leve inclinación de cabeza y extendiéndole una tarjetita celeste pálido con letras color plata. Lo que tardó Tony en echarle una ojeada a la tarjeta fue lo que tardó el chófer en subirse al auto y marcharse.

Tony leyó la tarjetita que contenía un nombre y un número de teléfono.

—Así que te llamas Jarvis...— Tony habló consigo mismo. Acababa de encontrar quien quería que fuera su nuevo mayordomo, bueno, primero debía ser rico y luego conseguir un sirviente.

Pretty BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora