Tony

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El día de la boda llegó, y con ello la ansiedad de saber que vería a Steve de nuevo después de dos largos años.

En secreto, Tony se preparó para ese momento, se paraba frente al espejo y comenzaba a hablar consigo mismo como si de Steve se tratara.

Optó, cómo primera instancia hacerse el enojado, lanzarle una mirada furiosa y apuntarle con el dedo índice, entonces gritarle algo como: Imbécil, ¡me abandonaste!

Totalmente descartado, debía guardar la compostura.

Para su segundo intento pensó en encararlo, darle una bofetada y luego lanzarse sobre él para besarlo, exigirle una respuesta del porqué estuvo fuera de contacto tanto tiempo y luego decir que "Su excusa no era tan mala".

¡No! ¡Definitivamente no! Pues estaba seguro de haber visto eso en alguna película, por lo menos en el filme funcionó.

Como tercera y última opción, pensó en hacerse el desentendido, como si nada de todo lo acontecido le hubiera afectado. Es cierto que fue él quien quiso romper todo contacto, pero Steve también pudo hacer el intento de buscarlo y arreglar las cosas.

En todo caso, esa última opción era la más aceptable y la que menos complicaba las cosas.

Frente al espejo, recién duchado con el cabello echado hacia atrás y una toalla atada a la cintura, Tony respiró profundamente llenándose de valor antes de abrir el armario y ver el perfecto y pulcro traje blanco colgado del perchero. Recordó las palabras de Loki: "A ti te sienta de maravilla el blanco, quienes te vean, seguramente babearían por ti."

Lo que su cerebro tradujo a: Steve morirá cuando de te vea usando esto.

Pensamiento bastante tierno, o ególatra, dependiendo de la perspectiva con que se viera.

Con sumo cuidado y acariciando las telas comenzó a vestirse, se veía en el espejo de un lado y otro, de espaldas, de frente, de pies a cabeza. Todo perfecto.

Tomó su cartera con sus documentos personales y en medio de ésta un trocito de papel que conservó durante mucho tiempo.

Salió de la casa y a los pocos segundos regresó, pues olvidaba perfumarse. Con ese aroma que alguna vez Steve halagó diciendo que era embriagadora.

Una última miradita en el espejo fue lo que necesitó para convencerse de que ya estaba listo, pasase lo que pasase.

A esas alturas, Tony ya podía darse el lujo de costear un auto económico, a pesar de ellos muchas veces prefería la comodidad de los taxis neoyorquinos, lo meditó un rato y finalmente decidió ir en su propio auto. No era un Aston Martin como el que Steve le prometió cuando se conocieron, pero le era suficiente para trasladarse de un lugar a otro.

Llegó a la puerta de la enorme mansión. El mayordomo principal del lugar abrió la puerta. Era un tipo bien parecido, bastante alto de tez morena y ojos claros. Heimdall, escuchó una vez que Thor lo llamó. Era curioso cómo todo ese entorno parecía sacado de una adaptación de míticos cuentos nórdicos.

El lugar tenía declaraciones en dorado que resaltaban todo lo blanco del lugar, el verde de la cantidad de hojas de distintas flores rompía agradablemente con toda la monocromía y las ostentosas decoraciones hacían de la mansión todo un deleite a la vista.

Tony dejó una nota mental para recordar que le pediría ese lugar prestado para su boda con Steve. Aunque, de inmediato se lanzó desde un precipicio mental por estar pensando en tantas boberías. Porque, so nunca llegaría a pasar.

Pretty BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora