Ilusión

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—Steve ¿Ya viste la hora? — preguntó Tony aun con los labios del rubio sobre los suyos.

—Ocho menos quince— respondió viendo de reojo la hora en su móvil.

—En serio llegaremos tarde—

— ¿Yo estoy listo y tú? —

— ¿Cómo voy a estarlo si no me has dejado ni siquiera ponerme la ropa interior? —

Por supuesto, ahora que lo mencionaba...

Tony estaba sentado sobre las piernas de Steve, completamente desnudo y él, bueno él ya tenía puesto su pulcro esmoquin negro, su peinado era perfecto y definitivamente olía delicioso. Al menos uno de los dos ya estaba listo.

En la cabeza de Steve el único pensamiento que rondaba era fingir que nada pasaba. Por lo menos hasta que encontrara la mejor salida a ese problema.

—Bien, será mejor que me vaya de aquí sino nunca dejaré vestirte— Sonrió y finalmente salió de la habitación. Tony suspiró bobamente, alegrándose internamente de las atenciones que recibía por parte de Steve.

Si tan solo supiera lo que ocupaba la mente del rubio...

Cómo si todo estuviera en orden, Steve prefirió no cambiar su comportamiento. Creaba en su cabeza miles de escenarios de lo que podría pasar cuando Tony se enterara de todo lo que sabía. Incluida la perdida de todo lo que había logrado. Curioso caso y rozando en la estupidez, haber dejado la mayoría de los bienes inmobiliarios a nombre de Stark.

Clint, como buen abogado corrupto que fue, le ayudó a disfrazar ciertos movimientos financieros, logrando con eso el ascenso rápido de la empresa. Steve estuvo totalmente de acuerdo y ahora el delito de evasión de impuestos quedaba inválido puesto que legalmente Steve no tenía una sola propiedad descrita en los documentos de la empresa. Todo pertenecía a la familia Stark, familia que creyó desaparecida.

Después de cinco años infructíferos de búsqueda de un Stark legítimo, abandonó su misión y se dedicó únicamente a los negocios, a pesar de haberle prometido a Howard encontrar a María y su posible hijo.

Lo que jamás creyó que pasaría luego de empezar la tarea de rastreo era que se toparía con aproximadamente ciento cincuenta personas que llevaban el apellido Stark, haciéndose pasar por el hijo biológico de Howard. Era por esta razón que Steve se volvió escéptico por completo ante ese apellido.

"Cualquiera puede ser un Stark en estos días... Lo siento mucho amigo." fue lo que dijo cuando quemó todos los documentos privados de Howard y una fotografía donde salía su viejo amigo junto a María. Con esto finalizaba oficialmente todo intento de mantener su promesa. Ese recuerdo ahora le resultaba sumamente doloroso.

¿Qué haría Tony cuando se enterara que todo lo que ahora poseía era fruto de su trabajo, pero, legalmente, nada le pertenecía?

Lo más seguro y lógico sería que Tony reclamara todo lo que por derecho era suyo.

Dudaba seriamente que existiera la salida fácil a ese embrollo.

Con las ideas revueltas y apenas dándose cuenta de su entorno llegó a la planta baja del hotel, donde el gerente Fury esperaba pacientemente que llegara a recoger el encargo que tenía para él. Steve se acercó al vestíbulo, el moreno gerente sabía que era a él precisamente a quien buscaba. Sin decir nada y parándose detrás del mostrador en frente de Steve, posó una caja cuadrada forrada de terciopelo roja sobre la mesa del mostrador de despacho. Steve sonrió y abrió la caja para ver en el interior su encargo.

Pretty BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora