Capítulo 1: Nero

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Había llegado el primer día de clases al instituto católico "María". Los muchachos de secundaria llegaron al amanecer, ansiosos y nerviosos por comenzar su nuevo ciclo escolar.

En el aula segunda tercera, estaba un adolescente de cabello rubio, con un peinado algo alborotado. Era Marco Daniel, quien miraba atento la entrada, esperando a sus amigos.

Marco, poseía una gran nariz respingada y ojos azules oscuros. Su rostro siempre denotaba picardía, era alguien que gustaba de hacer bromas. Vestía acorde al uniforme escolar: Corbata roja, camisa blanca, pantalones grises con zapatos marrones.

Una chica entro, haciéndole emocionar a Marco. Él intento abrazarla, pero ella lo esquivo ágilmente hacia un costado. Marco Daniel paso de largo, casi estampándose contra el piso.

— ¡¿Qué forma de saludar es esa?! —se quejó Marco, mirando las piernas de la joven. Elevo la vista hasta toparse con una mirada de disgusto.

— No me gustan los abrazos, y mucho menos viniendo de alguien como tú —expuso ella, intimidando a Marco.

— Somos amigos desde niños, duele saber qué piensas eso de mí —dijo Marco, mal actuando como si estuviese triste.

Alexa Silvina, era la chica más alta del salón. Tenía ojos verdes claros, y cabello negro lacio hasta sus hombros. De actitud seria, pero siempre sonriente ante sus dos mejores amigos, Marco y Nero.

Ella nunca tuvo más amigos, debido a su actitud sarcástica. Tampoco podía encajar con su grupo de compañeras. Pero nunca le importo, después de todo solo necesitaba a sus dos amigos. 

— Usar este nuevo uniforme es...vergonzoso... —confesaba Alexa, acomodando su falda gris por detrás, mientras miraba hacia sus costados con timidez —. Por cierto, ¿Nero aun no llega?

Al momento de preguntar sobre Nero, pareciera que estuviera invocándolo. Porque tan pronto lo menciono, un grito se escuchó desde afuera. Todos dentro del salón salieron para indagar.

Efectivamente, era un alboroto causado por Nero, quien estaba golpeando a un chico. El muchacho maleducado, había ensuciado los zapatos del joven Nero, haciéndolo enfurecer. Y él no dejaría que lo ensuciaran como si nada, por más mínima que fuese la mancha. Le molestaba que fuese apropósito y no accidentalmente.

— No te hagas el tarado —amenazo Nero, mientras sostenía al muchacho del cuello de la camisa—. Vete, es nuestro primer día escolar, asegúrate de no volver a cruzarte por mi camino porque te romperé todos los dientes —advirtió, con una mirada feroz.

Luego, Nero llego hasta su salón donde estaban Marco y Alexa, esperándolo con miradas habituales de: "Jamás vas a cambiar".

Luego, Nero llego hasta su salón donde estaban Marco y Alexa, esperándolo con miradas habituales de: "Jamás vas a cambiar"

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De cejas gruesas y ojos marrones verdosos, llevaba siempre una sonrisa solemne. Nero Agustino Di Leone, tenía quince años. Se peinaba como siempre: dividiendo su pelo en dos con una raya al medio de su cabeza, pero algo revuelto por detrás. Tenía un extraño mechón rubio de invasor en su melena castaña, después de tantos intentos fallidos por cortarlo o teñirlo, siempre aparecía.

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