Capítulo 35: Última Base

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Manejando su Jeep oscuro junto con todos los demás dentro, Michelle mantenía silencio, intentando no pensar sobre lo sucedido. La familia Leone pasaba por un crudo momento. Todos miraban por las ventanas de sus asientos: Nero en la del acompañante, y Celeste detrás junto a su sobrina, quien solo se limitaba a observarlos, desconociendo lo que les afligía.

Aquel cielo gris que ocultaba el sol, parecía ser más oscuro para ellos. La larga ruta se sentía como la más extensa de todas, deseando ellos que fuera así para intentar no seguir recorriéndola.

Llegaron hasta un pequeño pueblo. Siguieron conduciendo sin detenerse, hasta toparse con un edificio abandonado, cuya construcción estaba sin terminar. Era el único edificio, cuya presencia destacando hasta en las afueras del pueblo.

Sus cimientos y estructura estaban terminados. Los muros estaban sin pintar, sin ninguna ventana vidriada en los veinte pisos, y la azotea también brillaba por su ausencia.

Todos se bajaron del vehículo, entrando al recinto. La pequeña Titania sujetó fuerte con sus brazos a Michelle, asustándose por la oscuridad del interior.

— No tengas miedo, hija —se acercó Nero, inclinándose para quedar a su altura—. Este es solo un edificio sin terminar de nuestra compañía, aquí es seguro.

— Tenemos un montón de escondites, ¿por qué aquí? No hay calefacción, y podría haber vagabundos escondidos —dijo Celeste.

— Le ofrecí este lugar a un amigo mío hace años para resguardarse. Lleva cuidando el lugar desde entonces, impidiéndole la entrada a cualquiera. Hizo creer a los lugareños que está maldito —comentaba, sonriendo en aprobación de esa acción—. Nos tiene preparadas bolsas de dormir, con una fogata y comida. Los baños fueron construidos con su sistema de cloacas antes de cancelar la obra.

— Se oye como alguien que se ganó tu confianza, hermano, más por su astucia que por respeto —añadió ella.

Encaminándose por las largas escaleras entre la oscuridad del edificio, con cada paso que daban sentían su energía drenarse del cansancio. No estaban en sus mejores condiciones.

Reformulando cientos de veces, Nero solo trazaba estrategias mentales para contratacar. Sin un ápice de sentimientos, suprimiendo sus impulsos. Su padre, desde niño, le había dicho palabras que aún de adulto seguían surtiendo afecto. Las repasaba mentalmente, repitiéndolas como un rezo: "Escoge tus acciones basado en un principio, no en el miedo o los sentimientos".

Michelle recordaba el rostro de su hermano antes de morir, sintiéndose culpable. Se preguntó qué había hecho todos esos años, en vez de ayudarlo o intentar saber cómo estaba. Nunca se lo preguntó, porque su total atención se hallaba volcada en su nueva familia.

Celeste estaba ahogada en odio, quería irse de allí para atacar directamente a Lucien sin ningún plan. Recordaba a la perfección el tacto en su dedo índice del gatillo siendo presionando, disparándole a su madre.

Por otra parte, Titania Luna Di Leone Doyle estaba pasando del temor al enojo. Su estómago emitía sonidos de rugido, haciéndola molestar. Demandó varias veces atención, pero nadie la escuchó. Cruzándose de brazos, enfadada, frunció su ceño y subió dando pisotones en cada escalón con mucho ruido, adelantándose al grupo.

Anocheció justo en el momento en que llegaron al piso dieciocho, una gran sala abandonada, pero iluminada con una fogata en medio. Un hombre estaba sentado en frente, calentando sus manos.

— Antes de hablar con él, deben saber que sufre de trastornos de personalidad. No teman, es inofensivo. Fue un gran amigo de mi padre. De hecho... es amigo de toda nuestra familia —dijo Nero, siendo bastante ambiguo en sus últimas palabras.

La mitad de su cabello era rubia y la otra, oscura. Sus ojos eran celestes como un cielo despejado al medio día. Su rostro era muy particular: tenía una mirada amable, pero una falsa sonrisa que remarcaba sus hoyuelos. Parecía bastante joven, un adolescente.

Usaba un saco de hilo, con un chaleco negro y pantalones de mezclilla, con unos zapatos acharolados.

— ¡Llegaron! Sí que te tardaste Nero —los recibió con amabilidad, abriendo sus brazos, esperando el contacto con su amigo.

— ¿Tienes la comida preparada? —preguntó Nero, pasando por al lado del joven.

Quedándose tieso como estatua, con los ojos cerrados y una sonrisa en los labios, siguió esperando un abrazo, hasta que finalmente reaccionó, contestando.

— Por supuesto, ¡la cena está lista!

Demostrando sus palabras, levantó la tapa de una gran olla que estaba al fuego, revelando un delicioso caldo. Titania se acercó, ansiosa por comer, olfateando e intentando imaginar el sabor en su boca.

— Perfecto. Que ellas se alimenten mientras nosotros charlamos —ordenó el caballero Leone a su amigo, de manera exigente. Tomándolo del hombro con fuerza, lo llevó hasta un lugar apartado.

Relatándole toda la información recibida por Marco a su compañero, ambos intercambiaron datos al compás de una estrategia.

— Préstame atención, y no te enojes —usando un tono informal amigable, recostó su brazo sobre el hombro de Nero—. Reconsidéralo, solo eso, no estoy diciéndote que lo hagas firmemente. Creo que lo ideal sería una alianza con los serafines.

Poniendo una cara que haría orinarse encima a cualquier niño del miedo, Nero resopló. Estaba rotundamente en contra de esa idea. Quitó el brazo de su compañero con la cólera de un volcán en erupción en sus ojos, transmitiendo el sentimiento.

Sudando en frío, su amigo fue incapaz de contener un gas, que se liberó emitiendo un sonido agudo y extenso, sin que él perdiera de vista al caballero Leone. Titubeó un poco, intentando hacerle entender el tema planteado. Continuó argumentando.

«¡No te exaltes! Solo digo que tenemos un objetivo en común. El enemigo de mi enemigo es mi amigo. Desconocemos cuántos serafines quedaron vivos después de la batalla, sumando el hecho de que ya no pueden tener sucesores por falta de la Lux Alliance que transmite las herencias. ¡Ellos no tendrán opción! Por la falta de personal, aceptarán nuestra ayuda.

«Cinco años han pasado, estoy seguro de que la nueva Lux Alliance ya fue terminada de forjar. Ahora solo resta alimentarla para que comience a actuar. Si dejamos pasar esta oportunidad, no tendremos otra. Antes nos hubieran rechazado por venganza; después, por el mismo motivo, ¡el momento es ahora!

«Dadas las circunstancias están más relajados, solo necesitan encontrar un portador. Este será otro punto de negociación, porque podrás ofrecerte como maestro. Solo tú has usado este poder, lo llevas desde niño.

«Confía en mí, todo saldrá perfecto —manifestó sonriendo, convencido de sus propias palabras, como un vendedor de productos».

Lanzando un suspiro, Nero solo se volteó y regresó con su familia sin decirle nada sobre lo que pensaba.

Ambos chicos se sentaron en la ronda familiar alrededor del fuego, comiendo en platos hondos la comida, con cucharas de madera.

— ¿Hace cuánto que se conocen? Mi esposo nunca habló sobre ti. ¿Cuándo se han vuelto a ver? Me parece raro nunca haberlo sabido, o conocido tu identidad —inquirió Michelle con una furtiva intención, rompiendo el silencioso ambiente colmado de sonidos de sorbos con su pregunta acosadora.

Ahogándose con su sopa, Nero tuvo un ataque de tos por los nervios, eructando cautelosamente después de cada carraspeada.

Con un ataque de risa, su amigo estaba disfrutando del rostro temeroso del Leone, mofándose de ello sin cesar hasta caer al suelo. Recuperado, se asentó, poniendo una voz más profunda y pacífica.

Todos lo miraron, dejando de comer. Su rostro parecía haber cambiado de actitud tanto como su voz y su postura. Cerrando sus ojos, los volvió abrir, diciendo su nombre.

— Disculpen mis modales, debí presentarme antes. Mi nombre es Caliel —contestó, despertando cruces doradas brillándole en las pupilas.

HORIZONTE FINALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora