Capítulo 37: El Maquiavélico Intocable

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Recorriendo Jerusalén, Nero llegó hasta la base subterránea de los serafines, donde se encontró con alguien vivo entre los muertos.

Sentado sobre el Arca, Zafiel se levantó con una mirada hostil hacia el intruso maquiavélico. Sus ojos dorados se iluminaban entre las sombras que lo cubrían.

— ¿Cómo entraste? Nadie conoce este lugar, y había guardias —dijo el serafín, conmocionado

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— ¿Cómo entraste? Nadie conoce este lugar, y había guardias —dijo el serafín, conmocionado.

— Tengo buenos contactos, y los guardias fueron muy fáciles de derrotar. Estas con falta de personal por lo que veo —señalo Leone, acercándose sin temor hasta el serafín.

— ¡No des un solo paso más! —exclamo con rabia.

Cinco espadas de luz fueron materializadas en el aire, sobre el cuello de Nero rodeándolo, apenas rozando sus puntas en él.

— Creí que estabas muerto. ¿Por qué esconderte todo este tiempo? Pudiste haber ayudado todo este tiempo a contrarrestar el avance de los demonios —objeto el caballero, poniendo en duda al rival.

— Eso no te incumbe, sucio hereje pagano —contestó rechazando totalmente la presencia del maquiavélico a su frente.

— No he venido a luchar, sino a ayudar. Quiero establecer una alianza para derrotar a Lucien —afirmó Nero, sin alterarse o tener una pizca de temor por su situación actual.

— Menuda ridiculez, no se puede confiar en ti —objeto Zafiel, levantando su mano en señal de ejecutar su ataque.

Desde la punta de las espadas, un humo negro comenzó a esparcirse exponencialmente, hasta teñirlas de oscuridad. Se desintegraron como leña chamuscada, desquebrajándose.

— Si quisiera matarte, lo hubiera hecho apenas llegar. En este mundo solo existen dos cosas que pueden aniquilarte, yo y aquel misil —no lo estaba amenazando, aún cuando su tono sonaba altanero, sus intenciones eran llegar a un acuerdo—. Déjame adivinar. Estabas aquí escondido, esperando el momento indicado para salir, ya con la Lux Alliance preparada. Ocultar tu existencia fue parte del plan, para que creyeran que los serafines estaban débiles, porque solo estaba Nathaniel como superviviente, de esta forma atacar con todo su arsenal. Lo único que no entiendo, es cómo sobreviviste a la explosión —inquirió Nero, sonando como un detective.

Atestiguando como aquel maquiavélico fácilmente malogro la luz de sus armas, y había deducido gran parte de la estrategia, provoco que tragará saliva involuntariamente. Sin perder la compostura, Zafiel no demostró sus nervios.

— Cuando morí, el repudiado nigromante de Los Doce Grandes llamado Percival, me revivió. Me dijo que era mi castigo por asesinarlo, y que no me daría el gusto de morir honorablemente, segundos después el murió.

— Bien, así me gusta, ya comenzamos a cooperar —manifestó Nero, cayéndole pesado al serafín con su tono arrogante de terrorista asaltando un banco.

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