Capítulo 16: Mi Razón De Vivir

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Mirando con preocupación y anhelo, Eric deseaba que su amigo despertara. Habían pasado tres días desde que Nero completo el proceso de herencia, ahora debía reponer energías.

Luego de estar varias horas vigilándolo con su mentora, Eric decidió irse a caminar un rato para despejar su mente del desasosiego. Sin percatarse, termino en la entrada del valle, donde la naturaleza abundaba en su máximo esplendor. El clima helado de la cordillera impedía la fertilidad del suelo, en especial tratándose de un lugar montañoso. Aquel bosque se negaba a ser vencido por un poco de frió, y una tierra de puras rocas.

Recogió una pequeña piedra, cerro su ojo izquierdo, tornando celeste el derecho con su respectiva cruz dorada de Bélico. Cambio la forma amorfa del objeto, por la de una daga.

— Este parece ser un buen lugar —dijo al viento, apreciando el maravilloso valle.

Adentrándose, llego hasta un árbol cualquiera. Usando la daga de piedra tallo un nombre, el de su hermano Nathan Bouchard, quien había fallecido hace ocho años atrás.

Tan unidos como las raíces de los árboles en la tierra del bosque, Eric y su prójimo eran inseparables. Siempre pensaban de forma sincronizada, casi conectados telepáticamente.

Recordando aquellos lejanos días donde su odio aun no florecía, él pensó en como su hermano siempre era valiente, trepando árboles altos, tocando perros con apariencia feroz, aprendiendo a cruzar primero las calles y más actos, que para niños de siete años eran grandes hazañas.

«Perdón, por no alcanzarte hermano. Estoy intentando volverme fuerte, sin consumirme por venganza y transformarme en repudiado. Confieso que es demasiado difícil, porque mi verdadera razón de vivir es esa, aunque últimamente alguien está haciéndome cambiar, seguro te llevarías muy bien con esa persona, es igual de testarudo, enojón, orgulloso y temerario como eras tú —confeso sonriendo, mientras reprimía sus llantos.

Arrodillado frente al árbol, comenzó a orarle a Dios, pidiéndole paz interior al igual que las almas de su madre, padre, y hermano. Imágenes estáticas vinieron como de costumbre a su mente, sobre aquel sombrío día: Un hombre con casco metálico, vestido de armadura de negra, asesinando cruelmente con una larga espada a su madre, padre y hermano. Todos decapitados, excepto Eric, quien observo toda la situación desde la oscuridad de un armario.

«Esta vez seré yo quien los proteja, no huiré —declaro, cerrando sus puños con impotencia—. Cuidare de esta segunda familia que tengo, lo juro —sollozando, bajo su cabeza abruptamente chocando su largo cabello negro contra el rostro».

Recuperando ánimos, se levantó del suelo continuando su más grande motivación. Tomo con ambas manos el árbol escrito, intentando cambiarle su forma, puso todo de sí en intentarlo.

Las cruces doradas en sus ojos brillaron aún más, todos sus músculos se tensaron, contuvo todo el aliento, y solo lograba temblar ligeramente las ramas. Desesperado, abrazo el tronco con fuerza dándole su máxima capacidad, pero nada cambiaba.

Lo soltó. Su cuerpo no podía más con tanta demanda —Eric solo podía modificar la estructura de objetos que tuvieran menos tamaño que su propio cuerpo—, siendo imposible alterar aquel árbol.

Exigiéndose superar sus límites, después de un descanso continúo intentando durante toda la tarde hasta caer el anochecer. Volvió exhausto a casa, sudado y con todos sus músculos adoloridos.

— Guacala, tienes un olor horrible. Báñate inmediatamente jovencito, en esta casa está prohibido oler a culo —demando Natalie, regañándolo como una madre.

HORIZONTE FINALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora