Capítulo 5: Repudiado

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Eric miraba a Nero de forma desafiante. Pensaba que haciendo esto impresionaría a su maestra Natalie, y que se vería como un tipo genial; pero dio totalmente la impresión equivocada.

— Acabas de conocerme, ¿y quieres pelear conmigo? —juzgo Nero, sintiendo malas intenciones de Eric—. Que estúpido eres. Debes tener la herramienta pequeña entre tus piernas, para intentar demostrar algo con esa gran espada, y tu actitud tonta de macho.

Escapándole una leve carcajada, Stella tapo su boca al percatarse que le causo gracia la burla de Nero hacia su compañero.

Ofendido y enojado por las palabras del muchacho, Eric apretaba los dientes, al mismo tiempo que sujetaba fuerte la empuñadura de la gran espada. Fijo la vista en Nero, levantando con ambas manos la espada hasta arriba de su cabeza.

— "De todas las armas que podía crear escogió la más infantil. En tiempos modernos con la existencia de pistolas y bombas, una espada es solo el símbolo del arte antiguo de la guerra, y de niños que se creen héroes" —pensó Nero, manteniendo la calma y confiándose del oponente.

Acercándose con la espada elevada, no capto en qué momento cayó al suelo. Todo lo que vio, fueron dos flashes blancos, seguido de total oscuridad. Despertó, tirado en el suelo.

Y es que, los ojos de Nero cambiaron de colores por unos más opacos, cuando Eric intento atacarlo.

Haciendo un giro de trescientos sesenta grados verticalmente en el aire con su cuerpo entero, Nero dio un pequeño salto con su pie izquierdo detrás del derecho. Elevo la pierna de adelante golpeando al mentón de Eric, seguido de volverlo a golpear con la pierna izquierda terminando su vuelta completa. Aterrizo elegantemente, observando como su oponente caía al piso lentamente.

— Termino más rápido de lo que esperaba —confeso asombrada Natalie.

Preocupada por Eric, la jovencita de cabello rojizo fue corriendo a revisarlo. Luego de observarlo delicadamente, le hizo un gesto con la cabeza a Natalie, confirmándole que todo estaba bien.

— Si esto es todo, debo irme. Muchas gracias por salvarme la vida, pero mi madre debe estar preocupada —dijo el muchacho. Su celular no estaba, por lo que seguramente lo había extraviado durante el secuestro, pensó.

— No puedes irte, debes quedarte. Jure protegerte, no hagas más difícil mi trabajo —decreto Natalie, tomando a Nero del hombro—. Tu vida está cambiando. Si piensas volver a casa, dormir y olvidar lo que paso, te estas equivocando —manifestó seriamente.

— ¡La que se equivoca eres tú! —grito enfadado—. No me metas en tus asuntos, mucho menos en los asuntos de mi padre. Yo no me haré responsable de nada, o haré algo —argumentaba, quitándose la mano de Natalie del hombro—. Esta es mi vida, y nadie puede hacerme tomar decisiones que yo jamás acepte.

— Pero tu padre... preocupada, Natalie intento decir algo, pero fue interrumpida abruptamente.

— ¡Deja de nombrarlo, porque yo no tengo padre! —volvió a gritar enfurecido—. Esa persona que tanto mencionas murió hace mucho tiempo. Me disparo en la cabeza cuando era niño, me abandono con mi madre dejándonos solos, y se marchó del mundo de la forma más cobarde...

"¡Plaf!", una fuerte cachetada en la mejilla izquierda de Nero. Natalie no soporto más las críticas del muchacho, hacia quien fue su mejor amigo.

— Adiós... se despidió él, quedándose perplejo por el golpe. Esa cachetada, había sido como tirarle un balde de agua fría.

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