Regulus y Celeste caminaron hasta el pie de la montaña más cercana. Allí, él se sentó en el suelo frente a su hermana, esperando indicaciones.
— Natalie menciono que aún no has completado el último paso —resalto ella, mirándolo con rigor—. Ahora comprendo porque caíste en pecado.
— Debe ser bastante importante, siendo tan perjudicial —dijo Nero, evadiendo el peso de la irresponsabilidad que señalo su hermana.
Frunció su ceño, exasperándose por la actitud inconsciente del joven. Él sintió pavor, ante la mirada tan recta y firme que demostraba una fortaleza forjada por hierro.
— Cargas con la vida de muchas personas, entre ellas tu madre. Aceptaste esta responsabilidad. Actúa de forma noble, no como un imbécil confiado —reprendió a su pequeño hermano, alzando su voz cada vez más fuerte con cada palabra.
— No debes repetirlo —levanto su mano, cubriéndola con llamaradas oscuras—. ¿Acaso no quedo claro?, quemare todo aquello que lastime a los que amo, porque este es mi destino. Acepte estos poderes solo por esta razón —declaro Nero, cambiando sus ojos verdosos, a negros rojizos.
— Bien, eso quería escuchar.
— ¿Qué debo hacer, Celeste? —pregunto él.
— Intenta repetir el primer y segundo paso. Abre la puerta, aceptando todos los pecados que traes, haciendo esto, podrás controlar totalmente tu herencia —explicaba, alejándose del muchacho. Se escondió detrás de una enorme roca— Tomare medidas cautelares como esta. Los Leone tenemos mala fama por tener un poder demasiado incontrolable al principio.
Asustándose por lo último, Nero con preocupación cruzo sus piernas sentado, intentando a duras penas sumergirse en lo profundo de su alma una vez más.
— ¿Ya terminaste?
— ¡¡¡No, me pusiste demasiado nervioso!!! —confeso él, gritando con rabia.
— Carajo, no puedes hacer una sola cosa bien —insulto a su hermano, decepcionándose totalmente—. Vayamos a la cabaña. Distráete unas horas, luego repetirás el ejercicio.
Con pasos lentos, cabeza agachada, hombros y espalda bajos, agobiado, Nero Regulus entro al nuevo hogar junto a Celeste. Una cabaña de troncos con dos pisos.
Accediendo dentro del calefaccionado lugar, descubrieron la sala principal, y la cocina que estaba al final del comedor. No había muchas cosas que adornaran el lugar dándole algún estilo, solo era tan común como cualquier otra casa. Cuatro sillones de cuero marrón alrededor de una pequeña mesa con lámpara en la sala. Varios muebles de madera para cada propósito: Dos Libreros, una alacena, y varios aparadores. Un objeto en particular llamo la atención del muchacho, por su ausencia.
— ¿Dónde está el televisor? —pregunto Nero, mirando con desesperación a todas sus direcciones.
— No hay. Estamos en el medio de la cordillera, plena frontera de Argentina y Chile, es difícil captar alguna señal telefónica, o de satélite para la televisión —respondió Celeste.
Poniendo mala cara, él estaba muriendo lentamente por dentro ante este hecho. Cero comunicaciones con el exterior, nada de noticias del mundo, o hablar desde el teléfono.
— No estamos aquí para divertirnos, Nero. Recuerda que estamos huyendo —dijo Eric, entrando también por la puerta detrás de ellos.
Nero se sorprendió, era la primera vez que el muchacho gótico fanático de las peleas, decía algo sensato.
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HORIZONTE FINAL
Ficção CientíficaCuando su padre murió, lo único que este le dejo fue una bala dentro del cráneo. Nero, es un estudiante de secundaria viviendo en una ciudad con grandes misterios, descubrirá uno de esos enigmas, uno que le llevara a adentrarse en las tinieblas del...