Capítulo 7: Maquiavélico

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Fuera de los galpones, en el descampado cerca de las vías del tren abandonadas, con muchas energías Nero y Natalie comenzaron a entrenar.

— No podrás despertar tus poderes —declaro Natalie de forma algo hiriente, haciéndolo sentir mal.

— Pero dijiste... —preocupado, intento reclamarle.

— Se lo que dije, enano. Sucede que tienes un bloqueo, uno dentro de tu cabeza —explicaba, posando su dedo índice en la frente del muchacho—, Tu ira.

— ¿Mi ira? —pregunto Nero.

— Si. El primer paso, y el más importante, es que debes serenar tu mente, encontrando la paz interna. Algo imposible para ti —saco su dedo, y abofeteo a Nero repentinamente—. Cuando te enojas al recibir daño físico, o al presentir algo peligroso entras en estado de trance. Durante la lucha contra Eric, también en el bosque, tú estabas enloquecido de rabia, como si fueses otra persona.

— Entiendo el punto, ¡¿pero por qué me diste esa cachetada?! —protesto enfadado—. Además, acabas de admitir que estuviste en el bosque, gracias por ayudarme cuando casi muero —señalo Nero, aun protestando.

— Quiero que te enojes —respondió ella, dándole otra cachetada en la cara al joven—. ¡Enójate!

Forzándose así mismo, Nero apretó sus puños, doblo sus piernas, y comenzó a ejercer fuerza intentando enfadarse. Las venas en su frente se remarcaron, enrojeciendo por completo su cara.

— "Vamos tú puedes, saca toda tu rabia" —se decía así mismo en su mente, dándose aliento.

Su corazón latió con fuerza, él sintió que algo estaba por suceder, ¿sería capaz de enojarse?; por desgracia no. Lo que sintió Nero en realidad era un eructo, uno que expulso emitiendo bochornoso sonido.

— Bueno, eso fue patético —dijo Natalie en seco.

— ¡Es tu culpa por presionarme tanto, me sucede cuando me pongo nervioso! —confeso Nero, avergonzado totalmente.

— ¿Eructas cuando tienes nervios?, eso es aún más patético —volvió a insultar al joven, haciéndolo sentir peor.

Se sentó en la vía del tren, quedándose callado. La cara de Nero cambio completamente, dejando de estar avergonzado se puso totalmente serio.

— Mi estado de trance, se le conoce como berserker. Mi padre uso todos sus conocimientos para entrenarme, aplicando distintas disciplinas, desde la militar occidental hasta la oriental. Aprendí distintos tipos de lucha, convirtiéndome en una maquina perfecta de pelea a los seis años. Pero su doctrina más perfecta y definitiva, fue transformarme en esto —relataba, mirando al horizonte mientras recordaba—. Mi ira logro consumirme, alimentada por mi padre. De esta forma, cada vez que luchaba entraba bajo trance, volviéndome un loco que deseaba pulverizar al enemigo —Explico, agachando su cabeza mientras se deprimía—. No sentía el ardor de mis heridas, y mi fuerza aumentaba lastimando mi cuerpo. Soy un monstruo, uno que se disfraza con una falsa sonrisa, ayudando a quienes me necesiten, intentando sentir empatía para ocultar esta verdadera naturaleza.

Un suave viento soplo, despeinando los largos cabellos de Nero en su rostro, desvelando sus ojos casi llorosos.

En la garganta de Natalie, se le formo un nudo de tristeza. Quedo paralizada con las palabras del muchacho: Ella sabía, sentía, porque vivió algo similar.

Recordando a Antonino, ella abrazo por detrás a Nero, apoyándose en su espalda, y mentón en el hombro. Con una respiración agitada, ella libero unas cuantas lagrimas que cayeron sobre él. Era un momento demasiado cálido para ambos, liberando todo pesar que sintieron del pasado.

HORIZONTE FINALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora