Capítulo 36: Cacería de Lobos

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Una vez todos hubieron terminado de comer, se recostaron dentro de sus bolsas de dormir, junto a la fogata. Pronto, se vieron invadidos por el sueño, a excepción de Michelle Lupi Doyle, quien estaba despierta frente a una ventana sin vidrio, mirando el estrellado cielo nocturno con una gigantesca luna llena.

Con la vista perdida en ella, comenzó a recordar el inicio de su historia. Sus primeras memorias se remontaban al invierno de su séptimo cumpleaños, cuando recibió un cachorro siberiano como regalo de sus padres –tradicional en su familia materna al cumplir siete años-.

Ella tomó mucho cariño a su mascota, durmiendo juntos, yendo a todos lados, comiendo, viajando, y entrenando. Una gran diferencia entre su familia y la de los Leone, era que nunca hubo exigencias sobre tipo de entrenamiento alguno, o cargas de gran responsabilidad sobre tomar el mando en el futuro.

Vivían en Londres. Su padre, británico, trabajaba junto a su madre en un restaurante donde recibían una modesta suma de dinero. A pesar de su largo linaje de nobleza gozaban de una vida simple con comodidades simples, siendo muy felices.

Michelle siempre se escabullía en el restaurante junto al pequeño Andreas, robando postres para comerlos a escondidas. Siempre eran atrapados por su padre, quien poseía el poder de la deducción.

Su madre era una maquiavélica nacida en Rusia, cuyo poder era la conexión mental con los animales, logrando entender sus sentimientos, necesidades, y hasta comunicarse con ellos.

Los Doyle se habían enterado demasiado tarde que el corazón de Inglaterra era gobernado principalmente por repudiados. Si bien ese hecho les había preocupado, nunca tomaron cartas en el asunto, debido principalmente a que ellos vivían como mundanos, sin llamar la atención. O así había sido, hasta que Michelle despertó sus poderes.

Llegando ella como todos los días al restaurante en busca de postres junto a su hermano, un cliente notó algo muy particular. Los ojos de la entonces niña de diez años se descontrolaban, cambiando sus tonos de marrón a negro fugazmente, una tras otra vez, sin que ella se percatase.

Este cliente era un vástago, y no se quedaría con las ganas de marcar territorio.

Aquella noche Michelle miraba las estrellas junto a su hermano menor en la ventana de su habitación, acompañados de su mascota. Ella le señalaba las constelaciones, nombrándolas una por una al pequeño Andreas.

Irrumpiendo en la casa, dos hombres entraron armados. Dispararon a sangre fría al matrimonio Doyle y, conscientes de la existencia de los niños, también los buscaron.

Andreas no paraba de llorar. Atemorizado por la situación abrazaba con fuerza a su hermana. La puerta de la habitación fue rota de una patada.

Ambos hermanos temblaban del miedo, sus corazones palpitaban con fuerza. Fueron apuntados con armas. Hubieran acompañado a sus padres en breve, si no fuese por el perro de Michelle. Gruñendo con rabia, éste atacó a los intrusos, falleciendo después de recibir varios disparos.

Presenciando el sacrificio de su noble mascota, los hermanos se escabulleron por la ventana. Escapando con éxito, lograron llegar hasta una estación de policía, donde los contuvieron hasta que llegaron unas personas por ellos.

Un anciano vestido formalmente con saco y corbata, cubriendo su cabello con un sombrero negro, caminó hasta los niños con su bastón cuya empuñadura metálica era la cara de un lobo. Este hombre se presentó como Fenrir Lupi, su abuelo materno.

Acompañándolo estaba otro hombre de mediana edad, de ruda apariencia. De cabello castaño canoso, vestido de manera más informal con solo un saco marrón y camisa blanca, se presentó como Arancione Leone.

HORIZONTE FINALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora