Capítulo 29: Una honorable batalla

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Los rostros de Nathaniel y Gawain expresaban esfuerzo por el modo en que apretaban sus dientes, fruncían sus ceños y arrugaban sus narices con cada golpe que daban. El aire era cortado con sus nudillos, que al ser impactados en el cuerpo de su rival recordaban a balas de cañón, estrellándose contra yunques.

Golpe tras golpe, los brazos de aquel que luchaba por justicia y de la que luchaba por salvación se cruzaban cientos de veces. La atmósfera alrededor de ellos parecía vibrar, pues el suelo se resquebrajaba con cada pisada a fondo que daban.

El estilo de combate de la repudiada era más sucio: sus puñetazos siempre iban dirigidos a zonas vitales del rostro como nariz u ojos; así como a costillas, y entrepierna. Mientras, el joven serafín solo se limitaba a golpear bajo la boca del estómago, y brazos.

Para ambos, el destino una vez más había puesto a dos polos opuestos a luchar. Nathaniel poseía el "poder de fe": mientras más el creyera en su salvador, en ganar, sin apagar su voluntad, él se volvería cada vez más poderoso, aumentando su fuerza, capacidad de resistencia, y más atributos físicos.

Gawain, por otro lado, poseía el poder de "despojar", el cual consistía en robar la fuerza de sus oponentes para hacerla suya, ganando siempre todos sus combates por debilitar a sus rivales al dejarlos sin una gota de energía.

Esta batalla era un tira y afloja. Mientras más poderosos se volvían los puñetazos del jovencito, más alimentaban la fuerza de aquella mujer guerrera.

Hubo un momento de distracción, habilitando su flaqueza. Nathaniel sintió la presencia de su mejor amigo Caliel desaparecer, dejándolo muy preocupado.

Sin dudar, Gawain dobló su brazo en curva hacia dentro, posteriormente lo expulsó con gran velocidad al estirarlo, interceptando las costillas izquierdas del serafín. "¡Track!", resonó, haciéndolo caer al suelo de rodillas. Varias de sus costillas fueron rotas, dejándolo por un momento sin aire.

— Este combate es entre tú y yo, no te distraigas —dijo la guerrera.

Tomó con ambas manos la cabeza del joven, e impactó con rudeza su rodilla en todo el rostro, varias veces hasta destrozarle la nariz. Por último, lanzó una patada con la misma pierna directo al cuello, arrojándolo al suelo, quedando él sin respiración.

Los pensamientos del joven se revolvieron entre la incertidumbre del estado de su compañero y sus ansias de victoria. La ansiedad lo invadió, disminuyendo su fuerza de voluntad.

Una voz comenzó a susurrarle dentro de su mente, y entonces la escuchó:

"Nunca tienes que rendirte ante la adversidad Nathaniel, tú eres la fortaleza del grupo. Confío en que siempre mantendrás tu fe para dedicar todas tus victorias al que siempre nos mira y nos cuida. Recuerda que 'con tus ojos mirarás y verás la recompensa de los impíos', siempre dicta aquel salmo, amigo mío".

Aquellas palabras que Caliel le dijo un día se grabaron en lo profundo de su espíritu, junto a la mirada amable que siempre dedicaba con una sonrisa.

— Sí. No hay forma de que yo pierda, "porque caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; más a ti no llegarán" —murmuró el joven, con sus labios en tierra.

Se levantó del suelo con dificultad, tambaleándose un poco. Su ojo derecho estaba inflamado, apenas lograba ver del izquierdo. Su garganta ardía, tragaba permanentemente sangre proveniente de su nariz que no cesaba, dificultándole hasta respirar.

— Eres un muchacho fuerte, pero deberías valorar más la vida que la victoria. Todo logro es temporal e incontable, pero tu tiempo en este mundo es solo uno, aprende a priorizarlo —aconsejó Gawain, tronando sus puños.

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