Capítulo 2: Un Ángel Guardián

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Volteo su mirada, escondido entre la oscuridad del bosque. Sintió como el terror se le subía por una pierna, llegando a todo su cuerpo. Mientras que el hombre sin orejas, iluminado por la luz de la luna, llego hasta Nero.

Enojado por la interrupción, tomo desde el hombro con fuerza al muchacho curioso. Sonriendo, dijo: "¿Qué haces espiándonos? ¿Quieres ver como violo y mato a esa chica? Eres todo un sucio mirón".

Los parpados de Nero se cansaron, cayéndose lentamente, cubriendo a la mitad sus ojos. La profundidad de sus pupilas se desvaneció, como si su alma se hubiese escapado. Además, sus irises verdosos tomaron un color más opaco. Este cambio no podía significar algo bueno... no para Nero, sino más bien para su agresor.

— ¿Qué pasa jovencito? ¿El ratón te comió la lengua? —pregunto burlándose. Pero su expresión confiada cambio, de repente se ruborizo del miedo al estar cerca de Nero—. ¡Bastardo, te estoy hablando!

Nero relajo su cuerpo, y respiro profundamente; parecía estar acostumbrado. Con gran velocidad cerro su puño izquierdo, moviéndolo ágilmente por detrás, para sacar el brazo del hombre sin orejas, que lo tenía sujeto al hombro. Una vez libre, uso su mano derecha, arremetió contra la garganta del sujeto golpeando con la mano abierta, aplicando la punta de sus dedos. Ese ataque, dejo sin respiración por varios segundos al hombre sin orejas, pero también lo hizo enfurecer aún más.

— ¡Acabas de cavar tu propia tumba, muchacho! —amenazo con rabia a Nero. Pero él, no hizo ninguna expresión facial; parecía estar muerto por dentro— ¿Quién carajos eres?...

Sin responderle, Nero tomo una piedra que tenía a sus pies: cuyo tamaño era como una pelota de tenis. Aun en silencio, sin mover las facciones de su cara, se acercó lentamente hasta su agresor, con la piedra en mano.

Provoco miedo en el hombre con apariencia de rata blanca. Intento levantarse, pero tan pronto puso sus manos sobre el piso para levantarse, recibió de lleno la piedra en su cara.

Como si fuera lo más normal del mundo, Nero estampo la piedra contra la cara del hombre, rompiéndole su tabique y más huesos del rostro. No lo golpeo solo una vez con la piedra, lo golpeo reiteradas veces, hasta que quedara inconsciente.

Cuando lo logro, las pupilas de Nero volvieron, junto al color verdoso de sus irises. Este abrió sus ojos por la sorpresa, arrojando lejos la piedra. Quedo petrificado, al ver sus manos manchadas de ese rojizo líquido.

— ¡¿Volví a hacerlo?! —grito asustado, intentando limpiarse la sangre en sus brazos, del hombre sin orejas. Esta actitud nerviosa, comparada con la anterior era extraño, como si tuviera doble personalidad—. ¡Debo volver a casa! —se dijo así mismo, pero entonces, miro a sus alrededores buscando a la chica misteriosa, que intentaba proteger del hombre sin orejas. Ella no estaba, había desaparecido instantáneamente cuando las cosas se pusieron movidas.

Cuando Nero se marchó del lugar, la punta de un árbol que estaba cerca se movió suavemente. Una mujer estaba parada allí, mirando toda la situación desde las alturas.

Su cabello era rojizo, y brillaba bañándose con la luz lunar. Al terminar todo, ella también se marchó, dando un gran salto hacia arriba, arrojando plumas blancas al aire.

Aquella noche que Nero volvió a casa, no pudo dormir pacíficamente. Horribles pesadillas lo atormentaron toda la noche, con respecto al pasado y lo sucedido hace poco en el bosque. También, pudo recordar lo que dijo esa misteriosa chica, cuando se encontraron la primera vez. "Otro León envenenado", había dicho silenciosamente ella. Dándole mucho que pensar a Nero Agustino.

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