Capítulo 11

229 14 0
                                    

Ya han pasado dos semanas y ya no estoy tan castigado. Mi madre me ha dado un poco más de libertades los últimos días por mi buen comportamiento (ya que encerrarme en mi cuarto a leer es un buen comportamiento). Así que ahora sólo me queda esperar que le levanten el castigo a Mariana, porque a Ella no se lo quitarán tan fácil.

Cuando llegamos a la escuela el día siguiente de lo sucedido recuerdo que me dijo.

—¿Recuerdas que te dije que a mis padres les caías bien?

—Emm… sí…

—Pues creo que ya no tanto. Me castigaron por dos meses, ¿puedes creerlo? No podré salir hasta que lleguen las celebraciones del día del estudiante.

—¿Dos meses?

—Sí… Ah, y otra cosa…

—¿Qué sucede? —Le pregunté.

—Mis padres me pidieron que no procurara pasar mucho tiempo contigo.

“Oh, carajo”

—Oh… Eso es triste… —Dije.

—Pero no te preocupes, se arreglarán las cosas muy pronto.

—¿Les dijiste que no sucedió nada?

—Sí… Y tal vez les disminuyó un poco el enojo. Pero abogaré por ti, si nos va bien en un mes podrás seguir visitándome.

Y es aquí cuando me convenzo más de que ser adolescente es la peor mierda que te puede pasar. Querer libertades y tener que atenerse a lo que los adultos te digan es lo peor. Entiendo que aun seamos demasiado jóvenes para saber lo que queremos y esas tonterías, pero deberían ser más accesibles a lo que pasa en una vida de un adolescente común. No tan accesibles para aceptar embarazos, drogas y todo lo demás, pero si lo suficiente accesibles para noviazgos, salidas y amigos. Somos adolescente y no queremos nada malo, simplemente probar un poco de lo que será el resto de nuestras vidas.

—¿Adivina qué? —Me había dicho Mariana esa misma mañana cuando llegué a la escuela.

—¿Qué sucede?

—Adivina, vamos…

—Emm… ¿te gusta otro chico? —Pregunté de broma.

—Muy gracioso tonto. Piensa en algo bien, vamos.

—Pues, no tengo ni la menor idea de qué es lo que pasó.

—Oh, por Dios, Santiago. Mis padres han cambiado de opinión.

—¿A qué te refieres?

—Que mis padres ya han accedido a que vayas a la casa. Porque obviamente a mí no me dejarán salir.

Me reí. Le tomé de la mano.

—No quiero que recibas más regaños.

—Mientras no vayas más de una hora y te vayas antes de las diez, todo estará bien.

Volví a reír, le besé la mejilla y le susurré al oído una simple frase: “Está bien, te quiero”, pero esa frase la sonrojó y la hizo desviar la mirada. No pudimos seguir hablando porque la profesora entró al salón.

***        

—¿Y bien ya se arreglaron las cosas entre tus suegros y tú? —Me preguntó Carolina mientras estábamos en Educación Física.

—No son mis suegros.

Estábamos sentados en las bancas ya que, por alguna razón, ninguno de los dos tenía ganas de hacer algo.

ENTRE LA NUBE Y LAS ESTRELLASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora