Capítulo 19

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El viernes, el día de la semana más esperado por todos los estudiantes y coincidió que ese viernes también fuera el más esperado en todo el año. No hubo clases así que a las doce del día decidí hablarle a Mariana.

—Hola, preciosa —Dije en cuanto atendió el teléfono.

—Hola, Santiago.

Noté que estaba sonriendo por el tono en que me respondió.

—¿Estás lista para esta noche?

—Son apenas las doce, todavía ni siquiera me empiezo a arreglar.

—No puedo esperar...

—Yo tampoco. 

—¿Sabes? Algo me dice que no olvidaremos este día en mucho tiempo.

—Te aseguro que no.

Hubo un silencio.

—Te amo, Santiago.

—Yo igual, Mariana. Te veré en la noche.

—Claro.

Cuando colgué el teléfono fui al cuarto de mi madre, que no estaba ahí, así que baje rápido las escaleras y me encontré con mi padre.

—Hey, hijo, ¿qué tal?

—¿Tan temprano estás aquí?

—¿Hay algún problema? 

No dijo eso ofensivamente pero por alguna razón yo lo tomé así, todo lo que decía él lo tomaba de esa forma. 

—No, no hay ningún problema pero puedes tocar la puerta antes de entrar como si nada a la casa.

—Tu madre me dejó entrar.

—¿Y dónde está ella?

—Iba de salida. Creo que a hacer las compras —Dijo mientras se acomodaba en el sillón.

Emití un suspiro y me di la vuelta para volver a mi habitación, pero él me detuvo.

—Espera... ¿No piensas contarme qué vas a hacer hoy?

—Saldré a una fiesta. 

—Genial, ¿te pondrás el traje que te compré?

Siempre he odiado que me recuerden que me compraron cosas y más si el que lo compró es alguien al que ni veía en años y se trataba de mi padre.

—Amm... Sí.

—Genial... Te verás muy bien y apuesto que tu novia se enamorará aún más de ti.

—¿Quién te contó de ella?

Emitió una ligera risa.

—Hijo, sé más de tu vida de lo que crees.

Bien, esto ya había ido demasiado lejos. Mi padre se había infiltrado en la parte más íntima de mi vida, donde deseaba que nunca entrara pero ya era demasiado tarde.

—Está bien, me alegro.

Hice una sonrisa forzada e intenté con todas mis fuerzas que pareciera real, aunque sabía que no era así. Él sí me devolvió una sonrisa auténtica y yo volví a mi habitació.

*** 

Por fin, la hora había llegado. Me arreglé lo más que pude. Llevaba un traje con una camisa azul cielo. 

Le había rogado a mi madre que yo mismo condujera hasta la fiesta, pero, como siempre, mi padre insistió en llevarme. 

Al llegar se despidió con un “Diviértete”, y yo sólo le había hecho un ademán. Caminé hasta el salón y respiré profundo antes de entrar. Por fin me decidí. 

ENTRE LA NUBE Y LAS ESTRELLASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora