Capítulo 3

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En cuanto terminó la semana de exámenes hubo acomodo de lugares. Ya se imaginaran por lo que yo rezaba. Y, gracias al Todopoderoso Dios, me tocó un lugar cerca de ella. Estaba justo a su lado izquierdo, detrás de Carolina y en frente de una chica rara a la que no me gustaría hablarle.

Detrás de Ella seguía estando Carlos. Y Paulina quedaba al lado derecho de Ella. Pero no me importaba quien estuviera al lado de ella, lo importante es que yo estaba cerca y que nadie podía quitarme de ahí.

En cuanto me acomodé en la silla detrás de Carolina, me saludó.

—Hola, Santiago.

—¿Qué tal? Carolina a la que le gusta el azul y tiene novio.

—¿Tienes que decir toda la presentación cada vez que me saludas?

—Por Dios, Carolina, sólo te he saludado una vez. Pero se escucha más pro cuando lo digo todo.

—Pero me gusta más ser sólo Caro. Así que llámame así.

—Si fueras Sólo Caro no tendrías identidad. ¿Te imaginas cuántas Sólo Caro hay en el mundo? En nuestro mismo salón hay otra Sólo Caro —Dije y apunté a la otra Carolina que también iba en nuestro salón.

—Pero yo sé mi identidad —Respondió Carolina.

—Sé que la sabes, pero el día que mueras no te recordarán por lo que tú pensabas sobre ti, sino te recordarán por el significado que los demás te dieron. Y eso es de lo que se trata la vida en la mayor parte.

Se quedó en silencio un tiempo, y justo unos segundos antes de que entrara el profesor me dijo.

—Eres más inteligente de lo que aparentas.

Le sonreí. Ella me devolvió la sonrisa.

 ***

En nuestra clase, delante de Carolina, se sentaba un chico que se juntaba con nosotros en el receso, era Martín. Era moreno y con un peso por arriba del promedio. Caía bien (a ratos) y a veces era algo molesto, pero podíamos sobrevivir con eso.

Era una de las personas con las que más me llevaba bien.

No hablábamos de cosas tan serias, pero igual, jugaba futbol y eso era suficiente. Mis vínculos con mis compañeros crecían cada día más. Y, Carolina y yo, nos empezamos a llevar realmente bien.

La mayoría del tiempo se la pasaba hablando de lo guapo que era su novio y cosas por el estilo y yo simplemente hacía bromas o asentía, porque en realidad soy un estúpido para mantener conversaciones así.

Llegó el día en que Carolina no fue. No tenía a nadie con quien hablar y, desde que me había sentado al lado de Ella solamente le hablaba de dos a tres veces por día. A decir verdad, muy poco.

—¿No vino tu amiga Carolina? —Me preguntó Ella.

—Pero viniste tú.

Sonrió y noté que se sonrojaba.

—Muy gracioso.

—A veces llego a ser muy simpático —Dije.

—¿Simpático tú? —Preguntó Martín con tono sarcástico.

—Así es.

—Sí, Mariana, deberías escuchar las estupideces que dice en la cancha.

Lo miré sonriente intentando no enfadarme. Mariana rio.

—Es otra persona en la cancha —Dijo Carlos.

—No lo conoces realmente —Continuó Martín.

ENTRE LA NUBE Y LAS ESTRELLASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora