—¿Crees en el amor verdadero? —Me preguntó.
—La verdad, antes de conocerte, ni siquiera creía en la palabra “amor” —Respondí.
—Sólo lo dices para enamorarme.
—En parte sí —Dije— Pero, si lo dijera completamente para enamorarte, ni siquiera estaríamos tendidos en mi patio, abrazados uno al otro. Algo me dice que ya te enamoré.
—En parte sí —Me respondió sonriendo.
Le regresé la sonrisa y se acostó en mi hombro.
Mi vida era totalmente distinta antes de conocerla. Hace seis meses yo creía que era una simple mancha más en el universo. Una mancha que vivía encerrado viviendo bajo los grandes dominantes sociales que nos forman a su manera. Políticos, directores de grandes empresas, jefes de trabajo, etcétera. Dos veces por semana salía a jugar futbol con mis amigos, el resto de la semana me la pasaba en mi cuarto leyendo. Iba a la escuela, luchaba por mantenerme despierto las siete largas horas de clase, regresaba a casa y, como no tenía hermanos, me decidía entre leer o hacer la tarea. Obviamente, leer me entretenía más. Lo peor es que aún me faltaban tres largos años por pasar en el bachillerato. En pocas palabras, mi vida era, literalmente, una mierda.
Empecé la preparatoria como un alumno normal, en una escuela normal. La diferencia es que era una mente ruidosa atrapada en un cuerpo silencioso. La peor penitencia.
Sin embargo el día en que entramos a la escuela no fue tan malo, porque fue el día en que la conocí.
***
Entré en la escuela. Era bastante grande. Tenía tres edificios. Primaria, Secundaria y el Edificio Puberto-Hormonal Excesivo, apodado como Preparatoria. Pero la palabra Puberto, también puede cambiarse por Adolescente. Depende del grado de madurez de los alumnos.
En una pizarra estaban pegados los grupos correspondientes. “A”, “B” y “C”
Por alguna estúpida razón empecé a leer la del “C” primero. En la que no estaba. Tampoco en la del “B”. Así que para corroborar iba a leer la del “A” cuando la vi. Leyendo la lista. Cabello negro y algo ondulado, ojos marrones, labios delgados, cejas ni tan delgadas ni tan gruesas, estaban en el punto medio. Era delgada y alta, pero no mucho. Un poco más baja que yo, seguro. Después de mirar la lista se fue sin mirar las demás. No sabía su nombre así que no sabría si iba estar en el “A”. Tal vez había ido a ver si su mejor amiga quedó en diferente grupo que ella o algo así.
Yo miré mi nombre en la lista. Santiago Sachs.
En cuanto lo miré sonó el timbre.
***
Subí al salón y cuando entré ya todos estaban en sus lugares. Recuerdo que sólo llevaba una libreta y un lápiz. Algunos hablaban o se presentaban entre sí. Cuando entré todos se acomodaron pensando que era el maestro, pero cuando me vieron volvieron a su barullo.
La única silla desocupada era la de la esquina, la que está al lado de la puerta.
“Que suerte la mía”.
Dejé la libreta en el escritorio y antes de sentarme la volví a ver. Tercera silla, segunda fila. No pude evitar sonreír.
“¡Qué puta suerte la mía!”.
Me senté y en la última hoja de mi libreta empecé a hacer garabatos. A los dos minutos llegó la profesora. Todos nos paramos para saludar.
—Siéntese —Dijo— Buenos días, mi nombre es Rita Cruz, y seré su maestra de Taller de Lectura y Redacción.
“Carajo”.
—Espero que les agrade mi clase, aunque suene aburrido el nombre, les aseguro que es mejor de lo que parece. Y como es el primer día y me presenté, espero que también lo hagan ustedes.
“Más carajo”.
—Comenzaremos por la primera fila.
Tuve el miedo de que la primera fila fuera en la que yo estaba sentado, pero para mi puta suerte no. Era la que estaba al otro extremo del salón. Y como todos los clichés de presentaciones debías decir tu nombre completo, algo que te gusta hacer y algo que le quisieras decir a tus desconocidos compañeros.
La presentación fue aburridísima. Cada persona que decía cualquier cosa no me importaba en lo más mínimo, eso fue hasta que llegó el turno de Ella.
—Hola —Dijo con su dulce voz. Que también era perfecta, ni tan aguda para ser chirriante, ni tan grave para parecer hombre— Mi nombre es Mariana Castro y me gusta mucho leer.
—¿Algo que le quieras decir a tus compañeros?
—Espero que seamos muy buenos amigos —Dijo. Luego esbozó una sonrisa.
Después volví a mi misma postura hasta que me tocó a mí.
—Mi nombre es Santiago Sachs y... —Miré a Mariana— Me encanta leer —Ella también me miró cuando dije eso.
—¿Algo que les quieras decir?
—Sólo espero que seamos amigos todos.
—Muy bien —Dijo casi interrumpiéndome la maestra— Con eso finalizamos la presentación.
El resto del día no mejoró mucho. Hasta que por fin sonó el timbre de salida.
Mientras esperaba a mi madre, ya que yo era de la clase social que no tiene auto y tiene que esperar a su madre, accidentalmente me crucé con ella.
Cuando llegó mi madre caminé hacia el auto y (gracias al Santísimo Dios) llegaron por ella al mismo tiempo, por lo que nos cruzamos en la banqueta. Por poco chocamos pero yo me detuve y nos miramos a los ojos.
—Lo siento —Le dije— ¿La chica que le gusta mucho leer?
—Sí… ¿Y tú eres el chico que le encanta leer? —Me preguntó haciendo énfasis en “encanta”.
—Así es. Espero que seamos buenos amigos —Le dije sonriendo. Ella me devolvió la sonrisa.
—Yo también. Bueno creo que me tengo que ir así que, adiós.
—Adiós.
Subió a su auto y yo al mío. No volví a hablar con ella los días siguientes.
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ENTRE LA NUBE Y LAS ESTRELLAS
Teen FictionSantiago Sachs es un simple adolescente tratando de cursar su primer año de bachillerato. Su vida no es la mejor que todas o, como él la describe, somos simples manchas más en el universo. Pero todo eso está a punto de cambiar cuando conozca a Maria...