Capítulo 18

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Al día siguiente tuve que ir al hospital acompañado de mi padre. Yo había insistido en que era mala idea, pero él terminó ignorando todas mis afirmaciones. 

Como mi padre había venido en avión, tuve que ir acompañado de él en el auto. En todo el camino no dejaba de decirme que con tan sólo 16 años y ya podía manejar, que crecía muy rápido.

“Claro, cuando me abandonas desde que era un bebé y vuelves 14 años después es obvio que parece que crecí muy rápido”, pensé.

Finalmente, llegamos al hospital. Mis tíos ya estaban ahí. Quién sabe desde hace cuánto. 

—¿Cómo está? —Les pregunté al verlos.

—Muy bien —Respondió mi tía que se detuvo de inmediato al ver a mi padre parado detrás mío— Alexander veo que viniste a ver a tu ex esposa —Sentí náuseas cuando dijo eso— Me da gusto que muestres algo de preocupación por lo que antes era tu familia. 

—Gracias, supongo —Respondió— Pero aún aquí hay gente que todavía es de mi familia —Puso su mano en mi hombro y yo hice un esfuerzo sobrehumano para no quitarla— Bueno —Continuó diciendo mientras le daba la mano a mis tíos— Pasaremos a verla.

Lo guíe por el pasillo hasta estar en frente de la habitación de mi madre. Le había dicho a mi padre y casi le había suplicado que yo entrara primero para darle la noticia de que él estaba aquí para que no se llevara una sorpresa o un gran susto.

—Hola, mamá —Dije mientras cerraba la puerta. 

—Hola, hijo. ¿Cómo estás?

—Ah, bien. Escucha, hay alguien que quiere pasar a verte —Se trató de incorporar— Sé que va a ser algo extraño pero te pido que guardes la calma, no te exaltes mucho...

—¿De qué hablas, Santiago? 

—Tú sólo hazme caso, por favor.

Fui a la puerta y le abrí a mi padre, el cual entró lentamente.

Mi madre dio un sobresalto al verlo y sus ojos parecía que se le salían de la cara.

—¿Qué? —Exclamó incrédula.

Le tuve que repetir que se calmara, que él lo explicaría todo.

—Tranquilízate, Sonia —Intervino mi padre— No queremos que pase otra tragedia.

—La única tragedia aquí eres tú —Murmuré para mí mismo. Él pareció escuchar pero me ignoró.

—Escucha... Silvia me llamó y me contó todo lo sucedido y es por eso que decidí venir.

—¿Sin avisar? —Dijo casi gritando mi madre.

—Es lo mismo que yo le dije —Interrumpí.

—Bien, cálmense los dos —Concluyó mi padre haciendo un ademán de que paráramos de hablar— Sí, lo entiendo, no debí haber venido sin avisar pero, con o sin aviso hubiera venido de todas formas así que en lugar de molestarse podrían agradecérmelo.

—¡¿Agradecer qué?! —Esta vez sí lo había gritado.

—Mamá, tranquilízate, no quiero que te dé otro infarto... Déjamelo a mí —Miré directamente a los ojos a mi padre y exclamé— ¿Agradecer qué?  

Suspiró y noté su expresión de enojo. Luego contestó.

—Que vine... Vine a verlos... ¿Eso no es digno de agradecerse? 

—Lo agradeceríamos si hubieras venido algunas veces antes.

Me miró y estaba a punto de responderme cuando mi madre lo interrumpió.

ENTRE LA NUBE Y LAS ESTRELLASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora