Un leve luz gris atravesó la ventana y ésta llegó hasta Elliot haciendo que se despertara. Afuera seguía lloviendo y sobre el cristal se había formado una ligera capa de agua condensada.
Sonrió al instante al notar la presencia de Lyeen, quien tenía la cabeza apoyada en su pecho. Besó su cabello, sintiendo su olor a vainilla, ese que tanto había añorado. Pese a que se sentía muy feliz por estar con ella, se movió incómodo porque llevaba la misma ropa que la noche anterior. El aroma a lluvia se había evaporado convirtiéndose en desagradable humedad, la ropa le apretaba y aún sentía los pies fríos por culpa de los calcetines. Con cuidado se separó de Lyeen, pero ella, tenía el sueño ligero, así que al instante abrió los ojos.
—Buenos días —dijo ella estirando sus brazos.
—Buenos días —le respondió con suavidad—. ¿Cómo te encuentras?
—Necesito una ducha y comer algo.
—Yo también. —Se acercó y le dio un beso tierno en los labios—. Aún no me creo que sea cierto... —Lyeen frunció el ceño—. Que vaya a despertarme a tu lado el resto de los días.
Se habían pasado la noche hablando del mes que estuvieron separados y del dolor que sintieron. Elliot le pidió perdón treinta y tres veces y ella lo perdonó cada una de ellas, haciéndole prometer que siempre contaría con ella.
Elliot dejó que Lyeen se duchara primero, así que, mientras esperaba su turno, calentó agua para hacerle un té y luego encendió la cafetera. Su gato saltó sobre la encimera y lo miró un instante para luego tumbarse y cerrar los ojos. Lo observó un rato pensando lo extraño que había sido que se dejara la cartera y que Moby se hubiera tumbado encima. Si no hubiera sido así, ahora estaría en San Francisco y Lyeen aquí. Se sintió muy agradecido con su mascota.
—Ya puedes pasar —dijo Lyeen entrando en la cocina. Llevaba una toalla que cubría su cuerpo y con otra se secaba el cabello—. Me siento mejor.
Elliot se quedó pasmado mirándola y notó al poco una ligera erección. Fue a acercarse a ella, pero su teléfono sonó y Lyeen fue a contestar al instante. Elliot sabía que esperaba la llamada de la entrenadora de Los Orioles, para hacerle una prueba y formar parte del equipo. Tenía la esperanza de que lo consiguiera, se la veía muy ilusionada con ello y no había cosa que deseara más que verla feliz. Pero escuchó la conversación y por su forma de hablar sabía que hablaba con su padre.
Para no perder el tiempo fue a darse una ducha rápida y se puso ropa cómoda.
Cuando entró en la cocina, se encontró a Lyeen vestida con unos pantalones de chándal negros y una camiseta de tirantes morada. Estaba analizando los armarios, y Elliot supo que se enfadaría cuando viera que tenía la despensa vacía. Eso le hizo sonreír. Se sentó en el taburete a esperar.
—No tienes nada —le dijo Lyeen cerrando la nevera—. Sólo tienes un brick de leche, que por cierto está caducado, café y té. ¿Cuánto llevas así?
—Bueno, suelo comer en el hospital... —Se encogió de hombros—. Era la señora Matts la que traía comida...
—No puedes... —Cerró los ojos con fuerza—. De acuerdo, si voy a vivir aquí vas a empezar a comer, estás mucho más delgado, no es sano comer sólo una vez al día.
—Y tú también —le dijo Elliot levantándose—. Por cierto, ¿por qué te has vestido?
Se acercó a ella y la besó.
—No me cambies de tema...
Elliot interrumpió sus palabras con un beso más intenso. Acunó su rostro con las manos con anhelo. Hacía demasiado tiempo que no hacía el amor con ella, y en ese instante supo que no podía esperar más. Lyeen le respondió con la misma pasión, por lo que la asió por la cintura y la subió en la repisa. Las yemas de sus dedos se fundieron con el contacto de su suave piel. Se tomó su tiempo para recorrerla despacio, para besarla despacio. Como si el tiempo no fuera a terminarse.
ESTÁS LEYENDO
Tu Nombre me sabe a Menta
RomancePara Lyeen, las letras son colores, la música rayos de luz y, cuando pronuncia algunas palabras, puede notar su sabor. El nombre del doctor Elliot Caws le sabe a menta. Obra completa. Queda totalmente prohibida la copia o adaptación de esta obra.