Lyeen subió al coche y cerró la puerta con fuerza.
—Papá, ¿de qué vas?
—¿Qué? —dijo su padre a través del retrovisor— ¿Acaso no es tu novio? Pues lo tendremos que conocer.
—Es mi novio desde hace literalmente, no sé, ¿unas doce horas? —Se echó hacia delante para mirar a su madre—. Mamá, dile algo a tu marido por favor.
—Pues a mi me parece una buena idea —dijo Carmen con una sonrisa pícara—. Yo tengo ganas de conocerlo.
Lyeen resopló; se echó para atrás frustrada y observó a su hermano, que miraba triste por la ventana.
—¿Qué ha pasado, Trevor?
Él la miró ilusionado, supuso que tenía ganas de dar su versión de los hechos. Conocía a su padre, y cuando hacían algo malo, él no dejaba dar ni una sola explicación. Pero cuando fue a contestar su padre le cortó.
—Él muy imbécil llevaba marihuana encima, y la policía lo ha pillado, porque olía a millas. —Miró a Trevor y negó con la cabeza—. Por suerte era la cantidad mínima y es menor de edad, así que el asunto no llegará a más.
Observó como su hermano se miró las manos serio. Lyeen le dio un apretón en el brazo para consolarlo de alguna manera, porque le daba mucha pena. «Hablaré con él a solas, para entender qué ha pasado»
Cuando llegaron a casa, su padre mandó a Trevor directo a su cuarto, y en un momento de despiste, Lyeen se acercó a su hermano:
—Trevor —susurró—, ¿quién te dio la droga? —Su hermano se balanceó nervioso y evitó mirarla—. Fue Tyler, ¿verdad?
Su hermano no la miró ni contestó, pero vio que de él salió un vapor gris y supo que había sido él. «Hablaré con Tyler para que lo deje en paz». Pese a saber que no serviría de mucho, tenía que intentarlo por su hermano pequeño.
***
Elliot llegó a casa una hora después. Se sintió nervioso y resopló con fuerza. Se dio una ducha fría y acabó de recoger las almohadas que todavía estaban en el suelo. Observó la cama que tanto odiaba y se fue directo a su ordenador; pidió un somier nuevo, almohadas, y un colchón. También decidió cambiar el edredón y escogió uno de color verde menta. Sonrió al imaginar lo que diría Lyeen al verlo.
Cuando terminó, fue directo a casa de Steven, con la esperanza de que lo ayudara.
—Hombre, Elliot. —Le dio un breve abrazo acompañado de unas fuertes palmadas—. Pasa, pasa.
El piso de Steven era pequeño y estaba decorado con todas las cosas que a él le gustaban: desde figuras de acción a cómics enmarcados.
—¿Cómo estás? —Elliot dejó la mochila en la entrada y lo acompañó al salón—. ¿Y Hope?
—Está con sus amigas.
Se sentaron en el sofá y Steven cogió el mando de la videoconsola. Elliot vio que jugaba al God of War.
—¿Quieres jugar?
Negó con la cabeza, porque, aunque se moría por probar el juego, estaba demasiado nervioso para poder concentrarse. «Quedan apenas unas cuatro horas». Su amigo asintió y apagó el televisor.
—Bueno, ¿y qué pasa? —Levantó las cejas—. ¿Cómo está Lyeen?
—Pues... estamos saliendo, así qué bien. —Le sonrió sin poder evitarlo
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Tu Nombre me sabe a Menta
Roman d'amourPara Lyeen, las letras son colores, la música rayos de luz y, cuando pronuncia algunas palabras, puede notar su sabor. El nombre del doctor Elliot Caws le sabe a menta. Obra completa. Queda totalmente prohibida la copia o adaptación de esta obra.