Lyeen había vuelto a hacer vida social, a sus graffitis y a dar clases de baloncesto. Además, había vuelto a la costumbre de salir todas las mañanas a correr y eso la hacía sentirse mejor.
—Todos los norteamericanos son iguales —dijo la señora López con una mueca de asco—. No deberías salir con ninguno.
Lyeen resopló y le pidió a Dios paciencia con esa mujer tan cotilla. Todo el barrio se había enterado de que lo había dejado con Elliot. «Lo que me faltaba, que me lo recordaran».
—Vamos, no sólo los norteamericanos, los hombres en general —dijo su madre—. Vamos, Karina pasa por aquí, que te pondré la mascarilla.
Lyeen encendió el secador, para peinar a la señora López. Sus palabras le habían traído de nuevo el recuerdo de Elliot, que a veces no la dejaba estar en la realidad. Dentro de sus cavilaciones, miró el exterior a través del espejo y por casualidad le pareció ver a Jake.
—¿Pero, qué...? —Entrecerró los ojos y vio como el chico salió corriendo—. ¿Cris, te encargas tú? —preguntó apagando el secador.
—Vale —dijo acercándose.
—Gracias, vuelvo enseguida.
Salió como un rayo y, cuando pisó la calle, vio a Jake girar la esquina. Cómo corrió con todas sus fuerzas, no tardó en alcanzarlo.
—¡Jake! —gritó cuando lo vio entrar en su coche—. ¡Espera! ¿Qué haces aquí? —preguntó cuando lo alcanzó.
—Oh, qué sorpresa, ¿qué haces aquí? —Se cruzó de brazos.
—Será que haces tú aquí... —Lyeen elevó una ceja.
—Pasaba por aquí...
—Jake...
—Vale, vale... —Jake balanceó la cabeza—. Elliot me ha mandado para asegurarse de que estás bien.
—Pues dile a Elliot, que estoy estupenda, y no gracias a él —dijo cruzándose de brazos—. ¿Vale?
—Vale —Jake le sonrió—. Se lo diré...
—¿Está bien? —Miró al suelo—. ¿Elliot está bien? —Jake balanceó con la cabeza y sonrió—. Vale, sólo era por curiosidad. Me voy.
—Lyeen, espera. —Se paró y se dio la vuelta—. Tengo que decirte algo. Puede que Elliot me mate, pero creo que lo tienes que saber.
—¿Saber qué? —Vio que de Jake, salieron unos vapores blancos.
—El motivo por el cual no quiso que fueras con él... verás, Elliot no quería alejarte de tu vida. Ni de tu familia, ni de tus amigos.
Se quedó parada sin acordarse de respirar.
—¿Qué?
—Lo sé, es... Elliot te quiere mucho. Lo conozco desde hace más de trece años y nunca lo había visto con ninguna mujer así...
—No importa, porque no era su decisión... —dijo Lyeen dando un paso atrás—. Me mintió, no me dijo lo del trabajo, no me tuvo en cuenta...
—Lo sé, no estuvo bien, pero aún así...
—¿Por qué me lo has contado? ¿Que se supone que tengo que hacer con esta información?
—Lo siento... sólo pensé que... Elliot no está bien. Y tú tampoco. —La señaló con la cabeza—. Estás mucho más flaca y tienes ojeras.
—Gracias...
—Lo que quiero decir, es que todos creemos que tenéis que estar juntos. Y vosotros también. —Sacó un papel y lo apoyó en el capó de su coche para escribir—. Sé que el orgullo será más fuerte y eso, pero aquí tienes.
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Tu Nombre me sabe a Menta
RomancePara Lyeen, las letras son colores, la música rayos de luz y, cuando pronuncia algunas palabras, puede notar su sabor. El nombre del doctor Elliot Caws le sabe a menta. Obra completa. Queda totalmente prohibida la copia o adaptación de esta obra.