—Es importante que sepamos escoger las pruebas más adecuadas en cada caso. —Elliot recorrió la clase con la mirada —. No debemos mandar hacer pruebas sin haber estudiado el caso en profundidad. La EEG puede ayudar a determinar si el niño tiene epilepsia, pero no es fiable al cien por cien. —El timbre sonó—. Bien chicos, buen fin de semana.
Elliot cogió su agenda y teléfono —que eran lo único que llevaba a sus clases, porque él no necesitaba consultar ningún libro— esperando tener alguna llamada de Lyeen, pero sólo encontró llamadas perdidas de su madre. Ella volvía a estar en la ciudad, pero él consiguió librarse con el pretexto de que tenía mucho trabajo. «No podría soportar verla otra vez en tan poco tiempo», guardó el móvil en su bolsillo, lamentando que Lyeen no lo hubiera llamado.
Observó cómo salieron los últimos alumnos, y cuando no quedó nadie, fue a salir también pero se encontró con Lyeen apoyada en la puerta; el corazón le dio un vuelco.
—Lyeen, ¿qué haces aquí?
—Verás, ya sabes que mi madre se encuentra mejor y ha empezado a trabajar. —Se encogió de hombros—. Me ha dado la tarde libre así que pensé... —Elliot sonrió—. Es una tontería, seguro que tenías cosas que hacer...
Elliot negó con la cabeza, feliz por verla, feliz porque lo visitara en su tarde libre. Era viernes y tenía la esperanza de que pasara la noche con él, porque las horas con ella cada vez le parecían más cortas. Pese a estar un par de horas todas las mañanas, Elliot había cogido la costumbre de visitarla todas las noches, porque las llamadas ya no eran suficientes para él.
—Tengo que ir a... bueno, tengo que pasar un momento a ver a un amigo, pero luego podemos pasar la tarde juntos. —«Y la noche, y la mañana siguiente y el resto de los días», pensó mientras recorrían el pasillo—. Puedes acompañarme, si quieres.
Ella asintió, y Elliot estuvo a punto de besarla, hasta que se dio cuenta de donde estaba y meneó la cabeza por estar a punto de cometer ese error, sobretodo porque al segundo se cruzaron con la doctora Hudson.
—Que tenga un buen fin de semana, doctor Caws —dijo con su sonrisa eterna.
—Igualmente. —Rezó para que no sospechara nada. «Si me pregunta, le diré que ha venido a trabajar», pero ella pasó de largo de ellos y apenas los miró.
—¿Estás bien? —le preguntó Lyeen al quedarse ensimismado.
—Sí, no te preocupes. ¿Me esperas fuera?
Ella asintió y fue deprisa a su despacho a buscar sus cosas, porque quería aprovechar todas las horas que pudiera.
Cuando subieron a su coche, puso rumbo a su barrio. Miró a Lyeen de reojo y pensó en esos besos robados por la noche, delante de un supermercado veinticuatro horas. Tardaba una hora para llegar, algunas tardes un poco más y llegaba casi a la madrugada a su casa.«Sólo para estar media hora con ella». Pero esa tarde era distinta, y si le iba bien, podría disfrutar de su compañía toda la noche y tal vez parte del día siguiente.
Aparcó cerca de la tienda de cómics de su amigo Jake y ambos salieron. Estaba nervioso porque conociera a sus amigos, en especial a Steven que seguro que contaría cosas avergonzantes de él. «¿Os acordáis de cuando Elliot fue expulsado por traer una revista porno?». Rezó para que su amigo estuviera callado. La tienda estaba llena como las tardes de los viernes; se encontró a Jake atendiendo a unos clientes.
—Elliot —lo saludó y se fijó en Lyeen al segundo—, ¡Hola! Soy Jake, encantado.
—Yo soy Lyeen...
—¿Está Steven? He venido a que me devuelva un libro.
—Sí, está atrás con Hope y Kieren. Encantado, Lyeen. —dijo metiendo unos cómics en una bolsa.
—Igualmente —dijo Lyeen y Elliot fue detrás de la cortina para encontrarse con sus amigos—. Si que tienes prisa...
—Bueno, un poco... ¡Hola, chicos!
—¡Elliot! —dijo Steven, que estaba jugando a Galactica con su novia y Kieren—. Tendrás que esperar para jugar, estamos a medias... ¡Hola! —Se dirigió a Lyeen cuando la vio—. Soy Steven, un placer.
—Encantada, yo soy Lyeen.
—Me lo imaginaba —dijo su amigo—. Él es Kieren y ella es mi novia Hope.
—Bueno, ya os habéis presentado —dijo Elliot traqueteando la pierna—. ¿Me has traído el cómic que te presté?
—Si que tienes prisa. —dijo Steven elevando las cejas sin parar.
—¡Steven! —Hope le dio un golpe en el brazo— Dale su cómic.
—Vale, vale... —Le acercó una bolsa—. Aunque podríais quedaros...
—No, otro día. —Agarró la bolsa—. Nos vemos.
Elliot salió, se despidió de Jake y fue a su coche.
—¿Por qué tanta prisa? —preguntó Lyeen cuando lo alcanzó.
—Pues. —La miró un rato pensando alguna excusa, pero ninguna le salió—. Sólo es que me muero por estar contigo.
Ella sonrió y entró en el coche.
—¿Y cuál es el plan? —Elliot quería llevarla a su casa, pero no quería que pensara mal. Ellos no habían pasado a otro nivel aún, pero a él no le importaba esperar. «¿Cómo se lo propongo?»— ¿Elliot?
—Ah, sí perdona...
—Con las prisas que tenías, parecía que lo tenías claro.
—¿Sabes? —Elliot pasó el brazo sobre el asiento de ella—. Moby te añora...
—¿Tu gato? —A Lyeen se le escapó una sonrisa traviesa.
—Sí. —Se encogió de hombros—. Desde que te conoció se comporta extraño.
—Elliot —lo interrumpió entre risas—, me parece bien ir a tu casa, no hace falta que metas a Moby en esto.
—Es que no quería... —Arrancó el vehículo—. Es que no quiero que pienses que yo...
—¿No quieres que piense que tienes segundas intenciones?
Elliot asintió feliz porque ella lo entendiera con tanta facilidad.
Cuando aparcaron en el sótano de su edificio, se quedó parado y tamborileó sobre el volante. Notó la mirada de Lyeen, y al darse la vuelta la vio apoyada sin dejar de sonreírle. Se acercó a ella para apartarle un mechón detrás de su oreja. Acarició la piel suave de su mejilla; primero la besó con ternura, pero su arrebato fue in crescendo, haciendo que sus respiraciones fueran más intensas. Elliot no supo cuánto tiempo pasó, sólo sabía que no quería avanzar en el presente.
—Creo que deberíamos subir... —dijo Lyeen cuando él se dedicó a besar su cuello.
Salieron del coche y en el camino apenas se separaron. Entraron en casa, y Elliot asió a Lyeen cuando ella saltó a sus brazos. De reojo, se fijó en que se había dejado la luz encendida, pero no le dio importancia.
—¿Estás segura?
Ella le respondió con un beso, por lo que la llevó a su habitación para echarla sobre la cama y seguir disfrutando de sus labios. «No te dejaste la luz encendida», el pensamiento le pasó como un rayo y se separó de Lyeen con los ojos como platos. «No, por favor...»
—¿Elliot?
La voz de su madre resonó en el espacio y se le confirmaron sus peores presagios.
***
Hi all! Como siempre gracias por leer amiga n_n
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Tu Nombre me sabe a Menta
RomansaPara Lyeen, las letras son colores, la música rayos de luz y, cuando pronuncia algunas palabras, puede notar su sabor. El nombre del doctor Elliot Caws le sabe a menta. Obra completa. Queda totalmente prohibida la copia o adaptación de esta obra.