Capítulo 1. La luz de emergencia.

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Todo comenzó en la sede de la Organización de Agentes Secretos Dorados, o abreviando, la O.A.S.D. En Los Ángeles, California, en dónde iba caminando Sebastian Lewis, o cómo me gusta ser llamado, SL. Uno de los mejores agentes secretos que ha producido esa organización (soy muy egocéntrico, perdón por eso). Yo estaba casi corriendo hacia la oficina de la Directora de la O.A.S.D. Mariah Thompson. Cuando llegué a la oficina, Mariah me pidió que tomará asiento.

—Buenos días señor Lewis. —dijo.

—Buenos días, Señorita Thompson. ¿Para qué me llamó con tanta urgencia? —dije.

—Era para darle una noticia. Bueno, mejor dicho para ofrecerle una misión.

—Pues, supongo que si me llamó con tanta urgencia no debe ser algo sencillo.

—Exactamente señor Lewis, nuestros contactos afirman haber visto a Tony Capuletto, el reconocido vendedor de armas italiano ir hacia el Caribe, con muchos guardaespaldas. Hay algo que nos preocupó mucho, pues encontraron un cadáver en el muelle, era Abdul Nehelis. Tú sabes quién es, el árabe. Quiero qué vayas a investigar que está planeando. Él está en un barco llamado "La Nona" cerca de Las Maldivas, el viaje está listo, así que ve al aeropuerto e infórmanos sobre cualquier cosa sospechosa. —dijo.

—Sí, señora, iré a investigar.

Me levanté del sillón, salí de la oficina y fui hasta el ascensor, cuando entré, encontré a Sasha Parker, una de las mejores agentes de su clase y también la chica con la cual tenía un amor secreto desde hace tiempo.

—Hola, S. —dijo ella, con una vocecita algo seductora.

—Hola, Sash, ¿qué tal? —respondí.

—Todo bien, pero estaría mejor si este ascensor se descompone ahora. De hecho, qué bien te queda ese peinado, luce perfecto con tu cabello castaño, al igual que ese traje azul que traes puesto, combina muy bien con tus ojos esmeraldas. Dios, ¡qué buen par de mocasines! Me encanta el color café. Y más me gustaría si no trajeras puesta esa camisa. —dijo, mordiéndose un labio.

—Oh, gracias Sasha, me halagas mucho. Tú también estás increíblemente hermosa con ese vestido negro, contrasta perfecto con tu cabello rojo.
—Gracias guapo.
—Y respecto a lo qué sucedió entre nosotros la vez pasad...
Sasha me cerró la boca.
—Solo disfrutemos el momento. —susurró.

Sasha apretó varios botones al azar del ascensor, de repente se apagaron las luces, sólo se veía un poco gracias a la luz de emergencia, y el ascensor parecía haberse descompuesto. Ella me tomó del saco, y me besó. Y luego ella dijo:

—¿Estamos yendo muy rápido?

—No, para nada. —exclamé.

Seguíamos, besándonos como si fuera la última vez qué lo hiciéramos. Hasta qué en una bocina de la pared del elevador, una señorita con voz de aeromoza que avisa cuando saldrán los vuelos, dijo:

—Tranquilos, ya su problema se solucionó. En unos minutos saldrán de ahí.
Ella y yo nos acomodamos tan rápido como pudimos. Luego unos obreros abrieron las puertas del ascensor, y antes de qué siguiera con mi travesía, ella me susurró.

—Hasta la vista, S.

Salí del elevador, iba pasando por un pasillo y vi a una agente Tild: Iris. Estaba en el suelo, sin vida. ¿Quién haría eso y justo en la sede más segura? Lo averiguaría pronto. Me acerqué pero Mariah me tomó del hombro y dijo:

—Agente Lewis, yo me encargaré de Iris. Vaya a hacer su trabajo.

—Tiene razón.

Obedecí y fui al estacionamiento, era extraño un asesinato en la O.A.S.D., me monté en mi camioneta. 45 minutos después llegué al aeropuerto, miré mi teléfono, no tenía nada. Lo bloqueé, lo volví a encender, miré la hora, eran las 11:37 a.m. Y mi vuelo salía a las 11:40, me asusté, salí corriendo a la sala 742. Llegué justo a tiempo. Entré al avión y fui a mi asiento, 3 minutos después de que el avión despegó decidí repasar los informes de Capuletto.
Hasta las 7:14 p.m. qué llegué a Las Maldivas, de ahí, fui a mi hotel. Pasé toda la noche planificando lo que haría, al otro día, me levanté a las 7:52 a.m. Me vestí, salí del hotel. Fui hacia dónde estaba el bote que me habían asignado. Subí y conduje hacia dónde estaba La Nona, ya cuando la visualicé, me coloqué mi traje de buceo, y me lancé a las paradisíacas aguas del Caribe. Cuando llegué al yate. En todas partes había guardias, como si estuvieran vigilando algo o esperando a alguien, así que decidí entrar por debajo. Me sumergí, pero no había forma de entrar sigilosamente, así que no entiendo por qué razones cargaba una piedra en cinturón. La lancé al yate para burlar a los guardias, como quería, resultó y los guardias se fueron. Entré sigilosamente al yate, cuando apenas entré, analicé la situación y decidí entrar a la sala, en donde me asomé, y estaba el vendedor de armas, Tony Capuletto hablando por teléfono. Parecía que estaba pidiendo ayuda, pero le dijeron que no. Colgó la llamada y dijo:

—Nada te saldrá bien si no lo haces tú mismo. Y nadie te ayudará en momentos difíciles.

Luego lo escuche gritar...

—¡Vale mía! —con una voz dominante.

—¡Ya voy T! —se escuchó mientras alguien bajaba por las escaleras corriendo.

Me escondí.

Y cuando vi quién era la persona, era Valerie Copper, una agente de la O.A.S.D, nunca la conocí bien, ni tuve una conversación directa con ella, pues ella era una espía de otra clase. Existen 3 clases, Los Incógnitos, quienes son los agentes con mejor coeficiente intelectual, y los que jamás dejan rastro, Los Lyon, quienes son los agentes con mayor estrategia, y los más ambiciosos. Y Los Tild. Quienes son los más valientes, los que se arriesgan por salvar al otro, esos que no pueden solo reportar, sino atacan de una vez. Yo soy un Lyon, y ella una Incógnita, por eso casi nunca la veía, pero cada vez que la veía, algo en mí no podía parar de mirarla, sus cejas, sus ojos azules y su cabello castaño claro. Era celestial. Pero me sorprendía que estuviera, aquí. La verdad me decepcionó ver los rasgos de maldad en su rostro, incluso no parecía ser Valerie. Luego sentí un golpe por detrás. Y todo se colocó negro.

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