Capítulo 6. Un beso al atardecer.

73 14 2
                                    

En agosto, me llamó un número desconocido. Provenía de Italia, contesté.

—Hola, por favor, dime que eres SL. —dijo una voz demasiado nerviosa.

—Sí, soy yo, ¿quién eres tú?

—Oye, no puede ser que no me reconozcas.

—No, no sé, ilústrame conocimiento de una vez.

—Oh por Dios, soy Valerie. La chica que besaste en el yate.

—Val, que gusto que estés bien.

—Pero no estaré bien por mucho tiempo, me descubrió.

—Dime que necesitas.

—Ayuda, necesito que vengas por mí. No puedo salir del país porque me tiene rastreada.

—Dime dónde estás.

—Estoy en Amalfi, Italia.

—Voy para allá.

—Te veré en el Museo Arsenale Amalfi.

—Ok.

Inmediatamente me vestí, y fui a Italia, pero tuve que hacer transbordo en Madrid, cuando al fin llegué a Amalfi, me quedé cautivado por su belleza. Fui hacia el Museo, y me volví a quedar cautivado por su belleza, pero no la de la ciudad, sino de cuando vi a Val. Tenía traje blanco, con detalles en negro, y tenía un contraste increíble con sus ojos, y su cabello. Cuando me vio, al instante corrió hacia mí, y nos besamos.

—Hola SL, de verdad, gracias por venir...

—Claro, lo que sea por quien me salvó la vida, te estoy devolviendo el favor. —reí.

—Sí, como sea, Tony me está buscando, cuando escapé tome suficiente dinero para salir de aquí.

—Oye, oye, no, si tomaste dinero, él debe estar pensando encontrarte queriendo salir de la ciudad. Debemos escondernos, por lo menos una semana, sin contestar ni hacer llamadas, por una semana no existirá la O.A.S.D, sólo estamos tú y yo. Vayámonos de aquí, debe estar acechándote.

—Tienes razón. ¿Pero a dónde vamos?

—Esa es la pregunta, debe tener guardias vigilando por tierra y aire...

—Exacto, ¿cómo saldremos de aquí?

—Por mar.

Pedimos un taxi que iba pasando, subimos y le dijimos al conductor que nos llevara al muelle más cercano.

Después de 15 minutos de viaje, llegamos a nuestro destino. Buscamos al jefe marinero.

—Disculpe, necesitamos ayuda. —le dije a el capitán.

—No doy ayuda a nadie, así que vayan a buscar otra carnada. —dijo el capitán con un tono algo enfadado.

—¡Espere! Tenemos esto... —dijo Val. Mostrándole 2500 euros.

—Eso cambia la situación, ¡ja, ja, ja! —rió el capitán.

—Necesitamos que nos saque del país en barco. —dije.

—Con gusto lo haré. Pero el dinero primero.

Le dimos todo el dinero.

—Jajá, ingenuos. —Dijo apuntándonos con un arpón.— Mejor váyanse, niños, sino quieren ser comida de los peces.

Yo iba directo a enfrentarme a él, pero Val me tomó del brazo.

—No lo vale, más vales tú, no quiero que nadie te haga daño, amor. El dinero no importa, si te tengo a ti.

Y nos besamos, en el final del muelle, a pleno atardecer, fue el mejor momento de mi vida.

Nos fuimos y caminando por la playa, vi una gaviota, y no entiendo por qué razón, me acordé de Connor. No sé si fue que Connor tenía cara de gaviota, pero me acordé de él. Así que decidí arriesgarnos, y lo llamé.

—Hey, Connor, ¿cómo estás?

—Hola, SL, ¿qué sucede?

—En este momento, muchísimas cosas, necesito que vengas a Amalfi.

—¿Para que iría a Amalfi?

—Pues a salvarme la vida a mí y a la agente Copper.

—Ok, le pediré permiso a la ag...

—¡No! Por lo que más quieras no le digas a la agencia, podemos morir. Y por favor, mantén el silencio.

—Como digas, dame un par de días.

—Cada minuto puede ser decisivo.

Colgué. Val y yo pasamos la noche debajo del muelle.

VenenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora