Capítulo 2. Un chapuzón inesperado.

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Desperté. Estaba atado a una silla con una soga, estaban tres guardias vigilándome. Estaba en un salón. De repente, Tony Capuletto entró a la habitación. Y me dijo riendo:
—Muchacho, no debiste venir aquí.
—Oh, claro que sí, estoy aquí para saber que estás planeando. —Le respondí.
—Ja, ja, ja. Chico ingenuo. —murmuró.
Intenté soltarme, pero obviamente no funcionó. Tony fue hacia su mini bar, buscó su licorera, la abrió. Y se sirvió un trago de whisky.
—¿Quieres? —dijo en tono sarcástico.
Me quedé callado. Luego escuché otra vez a alguien bajar las escaleras deprisa. Era Valerie. Por un momento sentí qué el tiempo se detuvo, verla bajar las escaleras parecía ver caminar a un mismísimo ángel, su belleza podría compararse con la de La Diosa Afrodita, su seguridad y porte al caminar podría hacer estallar el sol. Pero no podría amarla ni corresponderle, mi corazón le pertenecía a Sasha, aún que fuera en secreto, no podría hacerle eso. Y algo malo de cuando el tiempo se detiene es que cuando vuelve a la normalidad, arranca más rápido de lo normal. De repente ya estaba en frente de mí.
—Señor, le pido que no asesine a este agente, sería muy obvio que estamos planeando algo, y estaríamos en la mira de la O.A.S.D. —exclamó Valerie.
—Tienes razón Vale querida... Tienes razón, deberías dejarlo varado en alguna parte, sabes qué, ya me voy. Encárgate de esta escoria.
—Como ordene, señor.
Ella se me acercó, me soltó, y me puso un arma en la nuca. Comencé a sudar como cerdo al horno. Ella me llevó hacia las escaleras, subimos y me llevó a una habitación que parecía ser de huéspedes. Entramos, la cerró con llave, y tiró el arma en la cama.
—No debiste venir aquí. —dijo algo molesta.
—¿Por? Que iba a saber que eras una traidora. —respondí.
—No soy una traidora, solo estoy consiguiendo información importante. Así que me hago pasar por una doble agente. No me mal intérpretes. Lyon.
—Como digas, no confío en ti.
Me parecía casi imposible responderle así, me dolía incluso. Pero mi ciego y profundo amor no podía hacer tambalear mi seguridad aún que ella la destrozara cada vez que respiraba.
—Pues no confíes, solo intenta no arruinar mi misión. —dijo.
Fue a un armario, buscaba algo desesperadamente. Cuando lo consiguió, su cara de felicidad no se comparaba con absolutamente nada, lo que buscaba era un archivo, estaba sellado, me lo entregó.
—Toma esto, dáselo a Mariah, no lo abras hasta que estés con ella, vete. Diré que te asesiné y tiré tu cuerpo al agua. Vete, ¡ahora, y recuerda que nadie te vea!
—Ok. —y asentí con la cabeza.
La besé, no sé cómo ni porqué lo hice, pero la besé, lo lamento, pero el impulso fue más grande que mi cuerpo. La sensación de sus labios era
tan suave como una nube, su sabor era a menta y coco. No bastan las palabras para describir lo que sentía con ese beso, ese maldito beso. Espero que ella haya sentido lo mismo, o sino no valdría la pena. Pero, la besé, nuestros labios estuvieron a cero capas de distancia, se juntaron y formaron algo inquebrantable, algo divino, algo exótico. Algo majestuoso que no se repetiría, no me importaba si fuera malvada o no, la amaba así. En secreto y ahora lo sabe. Pero sus labios de coco jamás serán borrados de los míos.
Abrí con mucho cuidado la puerta, y bajé las escaleras, vi que un guardia estaba acercándose a mí. Antes que me viera, me lancé al agua. El chapuzón sonó justo exactamente después del disparo que supuestamente había acabado con mi vida. Nadé como si un tiburón estuviera a punto de disfrutarme tal cual trozo de carne, nadé como nunca en mi vida había nadado. Llegué al bote que usé para acercarme a La Nona. Cuando lo encendí sentí que había recuperado mi vida. Por unos minutos pensé que no saldría vivo de no ser por Val. Ella me salvó la vida.
De una vez fui al aeropuerto por el primer vuelo que había a California. No había nada, el vuelo más cercano era a las 11:15 p.m. Así que estuve todo el día en el aeropuerto.
Cuando llegó el momento, fui el primero en entrar al avión. No pude dormir en todo el vuelo, sentía que mi peor pesadilla estaba a punto de comenzar, y subconscientemente estaba en lo correcto.

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