Capítulo 12. Un verdadero cadáver.

40 8 1
                                    

Desperté en un cuarto grande, parecía un laboratorio. No sabía ni siquiera en qué país estaba. Desde la isla Tiki que no tenía idea de que iba a suceder con mi vida. Estaba amarrado a una silla eléctrica, si, eléctrica, como la de las prisiones antiguas. Y había una gigante máquina adelante de mí. Y como en las anteriores veces unos guardias estaban vigilándome. Aun si yo estaba en una silla eléctrica, me vigilaban. En ese momento solo me preguntaba... ¿Habrán secuestrado a Val? ¿A Connor? ¿Cuál es su segundo paso? ¿Ya habrán fabricado a Veneno? Pensaba que no iba a vivir a para lograr saber la respuesta a esas preguntas. Pero escuche bajar a alguien que tenía tacones unas escaleras. Era Sasha, pero esta vez no tenía su traje raro de asesina serial. Sino un vestido negro. Y su cabello rojo parecía que iba a prenderse fuego. Tenía un control remoto en la mano izquierda, y una pistola con un borde rojo, en la mano derecha. Seguro esa sería el arma que acabaría con mi vida instantes después.
—Hola SL. ¿Qué tal estuvo la siesta? —preguntó.
—De hecho, estuvo bien. Porque no vi tu horrible rostro por un rato al menos.
Sasha puso rápidamente el control remoto en una mesa que estaba a mi lado, y me abofeteó. Al instante me apunto con la pistola.
—¿Ahora repetirías lo que dijiste SL?
—Sí, soñé como un gatito gracias a que no tuve tu asqueroso rostro cerca de mí, a cambio tuve a Val cerca.
Sasha gritó muy fuerte, pues ella siempre envidio a Val.
—Maldito, apenas me desaparecí y al momento ya estabas con Val.
—Si. Creo que le estoy colocando limón y sal a la herida.
—¡Guardias! ¡Abandonen la sala!
—Como ordene. —dijo uno de ellos.
Los guardias abandonaron el lugar. Sasha se acercó muy cerca de mi boca y me besó.
—Siempre te amé S, pero no me mereces.
—Solo no vuelvas a acercarte a mí, basura.
—No puedo asesinarte ahora. Pero te haré sufrir como nadie lo ha hecho.
Tomó el control remoto, y apretó el botón rojo. La silla se encendió. No pasaba nada, pero movió un botón que decía "7", comenzó a electrocutarme, sentía que estaba muriendo.
—¡Ah! —grité.
—¡Sufre maldita alimaña!
Sasha apago la silla. Salió de la sala, y volvió con una manzana. Me la puso en la boca.
—Cuando no puedas, solo muérdela.
La escupí. Pero me la volvió a poner.
—Ok, ¿listo guapo?
La encendió pero esta vez en 9. Me estaba matando. Mordí como nunca había mordido antes una manzana. Estaba tan impotente, que me recordó un feliz, pero muy triste y desgarrador momento de mi infancia.
Era 1998. Estaba pequeño, tenía como 4 años. Estaba en mi habitación jugando con mis peluches y demás juguetes. En eso, mi papá y mi mamá abrieron la puerta.
—Hijo, ven, quiero enseñarte algo.
Me levante del piso, y salte a mi papá.
—¿Qué es papi?
—Un regalo.
Bajamos las escaleras, pasamos por la cocina, y salimos por la puerta que daba al patio. Salimos, y había un perrito. Era un Chihuahua.
—¡Wow! ¡¿Es mío papi?!
—Si hijo, es tuyo.
—¿Le puedo poner nombre?
—Si, Sonia y yo quisimos regalártelo para tu cumpleaños, pero no importa, aquí está.
—Lo llamaré Puddy.
—Qué lindo nombre, ¡Sonia, amor! ¡Ven un momento por favor!
—¿Qué pasa, Sebastian?
—Debemos estar la familia completa para este momento, es un momento que seguro Sebastian II recordará por siempre. Si quieres hijo, llévalo a pasear.
—¡Si! ¿Puedo mami, puedo?
—Ve hijo, pero llega para cenar.
Salí a pasear a Puddy. Iba caminando por el vecindario de regreso a mi casa. Cuando escuche varios disparos. Pase de estar tan feliz, a estar preocupado, corrí junto a Puddy a mi casa. Cuando llegué, la puerta estaba abierta. Entré, estaba mi papá muerto en la sala. Con una herida de bala en el cuello. Subí corriendo a las habitaciones. Y mi mamá estaba muerta en el baño, con una herida de bala en el abdomen. Y escribieron en la pared con su sangre.

"AGENTES SONIA Y SEBASTIAN LEWIS, PAGARON LAS CONSECUENCIAS" Atte. TC.

Había muchísimas manzanas podridas regadas por toda la casa.
Por eso nunca me ha gustado que me llamen Sebastian. Después de eso, a Puddy y a mí nos llevaron a casa de mi tía Linda, quien me crio. Hasta que crecí, fui a la academia, y me volví agente secreto. Puddy falleció de viejo poco antes que me fuera de la casa de mi tía. Pero tuvo hijos, Tobby y Kiki. Que son míos, pero por su seguridad viven en casa de mi tía.
—¡Ah! —grite con todas mis fuerzas.
Sasha apago la silla.
—Creo que ya sufriste suficiente. Nos costó mucho dinero el sedante para osos. Para desperdiciarlo matándote ahora.
—¿En serio usaste sedante de osos conmigo?
—Sí.
—Estas mal de la cabeza Sasha.
—Ya lo sé.
Tony y Mariah bajaron con los cristales, y unos químicos raros.
—Veo que ya despertaste Sebastian. —dijo Mariah.
—Odio que me llamen así. —dije.
—Odias que te llamen así por qué tu padre que fue asesinado te decía así. ¿Cierto? —dijo Tony.
—¡¿Cómo lo sabes?!
—Fue en 1998. Y fui yo quien los asesinó. —dijo Tony.
—¡Qué! ¡Imposible!
—Yo era agente antes, era un Tild. Me pusieron una misión con tu padre, y salió mal. Estaba secuestrado, y a tu padre no le importo, nunca intentó salvarme. Me dejo como una basura, así que me hice amigo de los malos. Y mate a tu padre, y como extra mate a la escoria de tu madre.
—¡No hables así de mi madre! —grite.
—Bueno, acabaré con la generación Lewis. Pero no te mataré ahora.
Encendió la máquina que estaba en frente de mí. Le colocó unos químicos. Y luego añadió el primer cristal. La mezcla era líquido muy espeso, pero cuando añadió el primer cristal, se puso líquida, y comenzó a brillar. Luego añadió el segundo. Brilló más fuerte, y la mezcla creció. Casi al doble. Ya cuando le colocó el tercero. Tomo un brillo inalcanzable, parecía ser el mismísimo sol.
Capuletto apago la máquina. Tomo varios recipientes pequeños. Se los dio a Sasha, para que colocara el líquido en 7 de ellos. Y el Veneno restante, lo colocaría en una cápsula. Quien sabría para qué.
—Listo, Veneno está listo. ¡Al fin! Una sustancia capaz de controlar la mente de los individuos, además les brinda súper fuerza y telequinesis, es increíble. —gritó Capuletto.
—Mira Sasha, lleva al muchacho fuera de aquí. O mátalo. Me da igual —dijo Tony.
Sasha me inyecto algo, y me paralizo. No podía moverme.
—Listo, solo necesito ayuda para colocarlo en esa silla de ruedas. Pero antes quiero darle una paliza.
Me soltó, me tiro de la silla, y comenzó a patearme. No paraba, estaba escupiendo sangre.
—Ya, ya me vengué. —dijo Sasha feliz.
Unos guardias me colocaron en la silla. Y Sasha apretó un botón verde del control remoto. Se abrió una puerta. Que daba a un túnel. Me estaba llevando por ahí. Y luego vi que tenía el botón de clave morse. Ya había retomado el movimiento así que. Lo tome, y en mi ojo se abrió un sistema por el lente de contacto que me dio Constance.

El sistema decía que estaba en Roma, Italia. Así que use el botón de clave morse. Y contacté a Connor. Parecía no contestarme, pero se apagaron las luces, y brillo el mismo localizador que estaba en la isla Tiki. Pero esta vez se puso de color blanca la luz.
—¿Qué está pasando? —dijo Sasha asustada.
Aparecieron Val y Connor. Val comenzó a luchar con Sasha. Mientras Connor me desamarraba.
—Hola SL, lamento no haber llegado antes, solo que no podíamos hackear el sistema de Capuletto, estábamos en Italia buscándote, pero cuando hackeamos el sistema, salió el localizador, y te localizamos. —dijo Connor.
—Wow. —dije sorprendido.
En un momento, Sasha, sacó una pistola, la cargo y apuntó contra Val. Estaba a punto de dispararle directo a la cabeza.
Pero no iba a permitir que Capuletto y sus fuerzas asesinaran más a mis seres queridos. Le quité a Connor su arma del bolsillo, me levanté de la silla, y le disparé a Sasha en la cabeza. En ese instante corrí hacia Val y la besé.
—Hola perdóname. —dije.
—Eres un idiota, pero te amo. Acabas de salvarme la vida.
—Ya estamos a mano, ¿cierto? —dije.
—Ok. —dijo ella colocando los ojos en blanco.
Me acerqué a Sasha.
—¿La maté? —pregunté.
—Si. —dijo Connor.
—Era lo correcto, S. —dijo Val.
—Además lo merecía, fingió su propia muerte, y mira lo que te hizo S. —dijo Connor.
—Bueno, si, además me puso en una silla eléctrica, y pues ya saben que hizo.
Nos alejamos del verdadero cadáver de Sasha. Y corrimos hacia el final del túnel, que daba a un bosque. Ahí estaba la camioneta de Connor. Y nos fuimos de ahí. Mientras Connor manejaba dije:
—¿Vinieron en camioneta desde París hasta acá?
—Si, se puso algo incómodo cuando pasamos cerca de donde ocurrió lo del tren. Más bien, Connor, compra alcohol, curitas, vendas y algodón en una farmacia cercana. —dijo Val.
—No, no podemos seguir en este país más tiempo, estamos a riesgo de Capuletto, hay que llegar lo más rápido posible a París.
Y así, una valiente Val, un nervioso Connor, y un golpeado yo, íbamos directamente a una trampa.

VenenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora