Capítulo 5

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Pasé media hora intentando conciliar el sueño, pero me resultó imposible.

Finalmente, me rendí, y bajé las escaleras por una taza de té y cereales.

Lo sé. Diecinueve años y aun sigo comiendo cereales. Dios me bendiga si algún día maduro.

Luego de un desayuno rápido, tomé una larga ducha. El olor a alcohol y cigarrillos que tenía encima era desagradable. Además de que necesitaba relajar un poco los músculos, aunque en realidad no había hecho mucho… sólo ese baile para aquel hombre y luego… 

«¡Ya deja de pensar en él! Definitivamente tienes un trauma con ese tipo. Maldito Geoffrey.»

Con la misma emoción de todas las noches, espíe el elegante pasillo del primer piso, que era dónde se encontraban todas las habitaciones, inclusive los baños.

Me acerqué sigilosamente hacia las puertas blancas que daban paso al dormitorio de mis padres. Observé a través del pestillo con cuidado de no hacer ningún ruido que delatara mi presencia. 

Una tenue luz iluminaba el amplio espacio donde se hallaban mis padres durmiendo. Sus ronquidos me confirmaron que –como todas las noches- no debería hacerme problemas porque me atraparan.

Nadie de las pocas personas a las que yo les tenía confianza, entendía el porqué de mis teatrales huidas.

Pues bien, yo tenía la edad necesaria para beber alcohol, para fumar e incluso para casarme. Pero seguía viviendo con mis padres… por lo tanto, como era su casa, también se aplicaban sus normas.

Por el momento no quería tener la responsabilidad de pagar la renta de un apartamento, y si mis padres se llegarían a enterar de lo que yo hacía a escondidas por las noches, había dos opciones.

O bien me echaban de la casa, o llamaban a alguien para que me exorcizara.

Una vez fuera de la casa –y con la adrenalina a flor de piel- caminé por las oscuras calles de Los Angeles. 

Era Domingo por la noche, y aun así todas las tiendas estaban abiertas. Las personas caminaban en grupos de dos o más integrantes parloteando acerca de que al día siguiente tendrían que ir a trabajar o rendir exámenes, o lo que fuere. No era asunto mío, y tampoco me importaba.

Mi casa se encontraba a cinco manzanas del Antro Anacks, por lo que no necesitaba de ningún transporte para llegar allí.

Unos minutos después me adentré al callejón de todas las noches. “AA” era un lugar lujosímo y exclusivo, solo las personas que tenían mucho dinero conocían de su existencia. Además de ser un paraíso para hombres solteros, era un lugar increíblemente peligroso. 

Se encontraba escondido detrás de un edificio de tarjetas postales. 

Llegar allí era toda una odisea, pero ya hacía más de un año que yo iba por lo que aquello, me resultaba pan comido.

Toque la puerta de madera con tres golpes seguidos y uno pausado. Aquella era la clave de la puerta principal.

-Pasa, _________- se oyó la voz del otro lado y el ruido de un seguro se hizo presente.

-Hola Tom, ¿qué tal la noche?- le pregunté una vez que estuve ahí dentro.

-Igual o más de llena que la vez anterior. Hoy tendrás muchos clientes- me guiñó un ojo.

Tom era un gigantesco afroamericano de unos cuarenta años y voz gravísima. El guardia de seguridad.

Subí las cortas escaleras que dirigían a la próxima puerta. Ésta era más amplia e independiente ya que un tablero de seguridad se hallaba sobre ella. Tecleé la clave de socio y se abrió en menos de un segundo.

«Por fin, la última puerta.» pensé. 

-David- suspiré ante su sonrisa expectante. Otro de los guardias de seguridad, pero éste tendría unos veinte y muchos. Delgado, alto, y con cara de violador serial.

-¿Qué tal, belleza?- preguntó apoyando el codo contra la pared y observándome de arriba abajo.

-Pues bien, muévete.

-¿Qué tienes para mi?

Enarqué una ceja.

-Una patada en las pelotas si no te mueves.

El soltó una carcajada seca.

-¿Quieres pasar si o no?

-¿Qué diablos quieres?- le cuestioné con enojo, latente.

-Pues… -una voz femenina lo interrumpió. Marcie.

-Muévete tarado, estamos perdiendo tiempo de trabajo- en su voz destilaba la amenaza. Marcie era muy ruda cuando se lo proponía.

David me miró una última vez más y se hizo a un lado pasando su tarjeta por la maquina que había junto a las monstruosas puertas negras. Se escuchó un pequeño “beep” y una de las puertas se entreabrió.

One and Only (Prince Royce&Tú )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora