-Oh no,... mierda… -maldije en voz baja y desvíe la mirada rápidamente del castaño.
Todo iba tan bien,… pero claro, ¿nunca una racha de buena suerte completa, verdad?
-Viene hacia aquí, vamos, cambia la cara- me dijo Marcie con una sonrisa y eso solo lo empeoró.
Sentí como mi pulso aumentaba su velocidad con notabilidad y curiosamente me ardían las puntas de los dedos.
¿Qué clase de reacción es ésta?
El inconfundible calor de su mano rozó mi hombro.
Di media vuelta para encontrarme con aquel par de ojos marones.
Demonios, ¿cómo es que me está costando respirar por el simple hecho de mirarlo a los ojos?
-¿__________?- preguntó él asombrado.
Quise retrucar sarcásticamente pero me contuve.
-Hola.
-Hola, ¿estudias aquí?- dijo sin dejar de observarme y con una sonrisa ilustrándose en sus labios.
-Sí, desde que tengo quince años- le comenté y volví a tomar otro sorbo de champán. Marcie nos observaba expectante.
-Es una gran artista, ¿qué dices Geoffrey?- le preguntó señalando mis cuadros y enrojecí.
«Te asesinaré, Marcie. Tenlo por seguro.»
Él las observó y sonrió con satisfacción. Una pequeña chispa de alegría se encendió en mi interior.
-Son realmente buenas. No sabía que te gustara el arte.
«Eso es probablemente porque nos conocemos hace dos días. »
Asentí tímidamente y pensé en otra cosa para no sonrojarme.
Un señor que pasaba, en sus años dorados, observó una de mis pinturas y luego preguntó:
-¿En qué te has inspirado para pintar ésta? Me gusta la combinación de colores.
El anciano y su mujer me observaron esperando respuesta, al igual que Geoffrey, y Marcie con una sonrisa orgullosa en su rostro.
Me aclaré la garganta. Esa no era mi explicación favorita.
-Uhmm… bueno, suelo querer identificar ese cuadro con mi niñez. La mayoría de las pinturas están basadas en mis experiencias personales. Pero ésta… bueno, no he tenido una infancia normal- expliqué observando mi pintura-… mis padres no han estado muy presentes. Me críe la mayoría del tiempo entre niñeras y bailes de gala en los que debía comportarme como una princesa- dije sonrojándome- supongo que el cuadro significa todo lo que he querido de niña. La gran variedad de colores representa la calidez que alguna vez necesité, cariño quizás.
Los ancianos asintieron con una sonrisa, impresionados.
-Interesante- halagó el señor. –Es muy bonita.
Sonreí tímidamente y por un momento casi olvido que Marcie y Geoffrey también estaban ahí.
El castaño me observaba, y al instante que lo noté, el aire se cargó de... ¿intensidad?
Diablos, sentía la respiración pesada de nuevo.
«Te gusta, admítelo.» «No, jamás.»
Geoffrey sonrió y luego se alejó un poco tomándome una foto. Luego del flash, noté que en realidad lo había hecho.
Fruncí el ceño.
-Cambia de cara, __________- me pidió él con una sonrisita. –Eres aun más linda cuando sonríes- dijo en voz baja y me sonrojé.
Sonreí de mala gana y él me fotografió.
¿Soy la única que oye eso? Oh sí, es el palpitar de mi corazón.
Es increíble como un juego de palabras pudo haberme causado casi taquicardia.
-Me encantan tus cuadros. Al parecer es otra cosa en la que eres talentosa- dijo con una sonrisa, y noté algo distinto en él.
Esa timidez y nostalgia que lo caracterizaban,… ya no estaban.
Su mirada era más intensa, más… no lo sé, ¿significativa?
-Gracias- musité y parpadeé sorprendida.
Él me entregó otra de sus sonrisas y continuó fotografiando el lugar.
-¿Qué ha sido eso?- preguntó Marcie, sin ocultar su sorpresa.
-¿Qué cosa?- dije distraídamente.
-Amiga, lo has mirado a los ojos por al menos cinco minutos enteros y no has dicho nada.
-Solo fueron unos segundos Marcie- le retruqué con el ceño fruncido. –No exageres.
-¿Ah sí? Pues en esos segundos, su mirada te ha arrastrado a las nubes. Ignoraste completamente al castaño de allá- me señaló a un chico de unos veinte años observando pinturas al otro extremo del salón.
-¿Qué sucede con él?- pregunté confundida.
-Halagó tus pinturas y luego te preguntó en qué te habías inspirado. No obtuvo respuesta de tu parte y se fue.
Oh oh… ¿cómo pude ignorarlo? ¡Ni siquiera lo oí!
Geoffrey me guiñó el ojo desde una esquina y fue en ese momento cuando noté que lo había hecho a propósito.
¿Estas jugando, Rojas? Te has metido con una profesional.