Capítulo 61

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-¡______________!- chilló Lottie mientras emprendía una carrera hacia mis brazos extendidos. 

Cuando llegó a mí, la tomé y di un par de vueltas. Ella soltó risitas escandalosas mientras hundía su rostro en mi cuello.

-Hola cariño, ¿me has extrañado?- le pregunté mientras caminaba con ella en brazos hacia las altas puertas del lugar.

-¡Mucho!- exclamó la niña haciendo un puchero. –Fizzy igual.

Sonreí y me adentré en el acogedor hogar para niños.

Tenía como costumbre ir una o dos veces al mes a visitar a los niños en aquel sitio. Siempre he tenido afinidad con los más pequeños, supongo que es una cuestión psicológica. 

De alguna manera necesitaba darle calidez a sus infancias y evitar así otra seria cantidad de casos como el mío.

Una de las hermanas se me acercó con una sonrisa dulce dibujándose en su rostro. 

-Qué bueno verte de nuevo, ___________- dijo Clementine dándome un breve abrazo. –Sue estará contenta de que estés aquí, iré a buscarla.

La observé marcharse aun con la pequeña en mis brazos. Lottie daba suaves golpecitos a mi hombro intentando llamar mi atención.

-¿__________? ¿Estás ahí?- preguntó ella riendo. Solté una carcajada y asentí. –Vamos con los otros niños.

La dejé de pies en el suelo y tomé su mano. Lottie me guío hasta el jardín trasero.

Una avalancha de pequeños conocidos rostros llegó hasta mí. Intenté saludarlos a todos como pude, mientras cada uno por su lado me contaba de las cosas que habían hecho en mi ausencia. Todos al mismo tiempo. Solté risitas mientras asentía generalmente a todos y daba algún que otro comentario. 

Me senté en el césped formando una ronda. 

-Sue nos dijo que vendrías hoy, _____________- dijo Sam y les dio una curiosa y divertida mirada cómplice a sus amigos. Uno de los niños que se hurgaba la nariz asintió. 

-¿Qué están tramando?- pregunté divertida. Se escucharon algunos cuchicheos. Arqueé una ceja divertida. –Si no me dicen me pondré triste- hice un puchero pero eso no ablandó la firmeza de ninguno. 

-Es sorpresa- dijo Freddie acercándose a mí. Como yo estaba sentada, su pequeña contextura se cernía sobre mí. Me abrazó y le devolví el gesto cariñosamente.

Todos estos niños tenían entre cinco y nueve años, y de alguna manera habían quedado solos en el mundo. Era increíble la historia que había detrás de cada rostro angelical. 

-____________- dijo una voz a mis espaldas. Me giré para ver a Sue con una sonrisa observándome. Me puse de pie y le di un abrazo. –Es un gusto que estés aquí. ¿Cómo has estado?

Sonreí.

-Muy bien, Sue. Ya estaba extrañándolos, ¿cómo andan las cosas por aquí?- pregunté observando a los niños jugar por distintos sectores del jardín.

-Oh, de eso hablaremos más tarde, cariño- me dijo ella y por su expresión, supe que no era nada bueno. – ¿Qué tal si empezamos con el cronograma que hicieron los niños?

-¿Cronograma?- dije divertida y ella asintió con una sonrisa.

-Programaron una serie de actividades para el día de hoy. Créeme que terminarás agotada.

Solté una carcajada. 

Como lo había dicho la hermana Sue, pusimos en marcha las actividades de los niños. Todo consistía en juegos. Primero cantamos y bailamos mientras Dorothea, otra de las hermanas, tocaba algunas melodías contagiosas en el piano. 

Luego hicimos dibujos retratando cosas que nos gustasen. Más tarde jugamos a las escondidas y finalmente leímos unos cuantos cuentos. 

Increíblemente, si terminé agotada. Participé en cada juego que los niños propusieron, y me divertí tanto como cada vez que iba a visitarlos.

Siempre han llenado ese vacío interior que naturalmente he tenido desde siempre.

En cierto momento de la tarde pensé en geoffrey. ¿Le gustarían los niños?

En tal caso, me prometí invitarlo alguna que otra vez a venir conmigo.

A eso de las siete, les sirvieron la cena. Yo me tomé un receso para ir a hablar con Sue. Necesitaba aclarar algunos asuntos.

-Ahora puedes decirme- dije con suavidad mientras me sentaba en el sillón de su oficina. Ella soltó un suspiro y desvió su mirada afligida.

-Bien… iré al grano. Económicamente hablando, estamos peor que nunca, ____________.

Frunció los labios y junto las manos sobre el regazo. Su cabello blanco, corto y voluptuoso caía sobre sus hombros. 

Las suaves arrugas en su rostro daban a entender lo mucho que ella había vivido.

-¿Qué sucedió con las donaciones?- dije en voz baja, sintiéndome miserable.

-Han disminuido en estos meses. Sólo contamos con la ayuda de un empresario neoyorquino, pero últimamente no se ha pasado por aquí. Dos familias de vez en cuando nos traen ropa y comida, y aunque adoremos el gesto, nunca es suficiente. Y sólo son ellos, además de ti. 

Fruncí el ceño. Había dejado Anacks y ahora no tenía de dónde diablos sacar el dinero. Todo aquello que había recaudado en aquel antro siempre iba destinado al hogar en el que me encontraba.

Mis padres sólo hacían donaciones a las iglesias, y obviamente era más por un asunto de reputación que de bondad. 

Apreté los dientes, intentando no maldecir.

-Ya se me ocurrirá algo… -musité y me devané los sesos intentando que se me ocurriese una idea. –Juro que arreglaremos esto, Sue. Es imposible que en un sitio tan amplio como Los Angeles, no haya nadie más que pueda ayudarlos.

Ella sonrió con dulzura, pero aquello no llegó a sus ojos.

-Has hecho todo lo que has podido, ___________. No podemos estar más que agradecidos contigo- dijo ella tomando mis manos y dándoles un suave apretón. –Los niños adoran tu presencia, y eso ya es algo grande.

Sonreí a medias. Aún no podía imaginarme que sucedería si el lugar se viniera abajo. No quería preguntar pero estaba segura de que enviarían a los niños a un orfanato o algún lugar peor, y terminarían clausurando el sitio.

One and Only (Prince Royce&Tú )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora