Solo las ratas y los despojos se mueven por los barrios bajos a altas horas de la madrugada, había oído mascullar Min Yoongi a su padre más de una vez mientras señalaba la televisión —el noticiero hablando de alguna pelea de bandas derivada en varios heridos y algún que otro fallecido— con el mando a distancia. Son estos personajes los que arruinan la imagen del país.
Si tan solo el gran señor Min supiera que ahora era su hijo el que se removía entre las sombras débiles e irregulares de las farolas, varado en mitad de una de las zonas más peligrosas de la ciudad. Solo, completamente solo, y sin una sola raya de cobertura.
Claro que no estaba allí por gusto. Si por Yoongi fuera él estaría ahora mismo en su casa, o quizá ocupando espacio en la de su amigo Namjoon, tirado en su sofá, una lata de cerveza en la mano, un cigarrillo en la otra.
Si tan solo hubiera repostado gasolina cuando la dichosa lucecita roja se había encendido por primera vez. Si tan solo no se hubiera entretenido más de la cuenta con Hoseok a la salida de clases.
Nunca había creído en Dios, a pesar de haber crecido acompañando a su madre y abuela a misa cada domingo, arrodillándose y fingiendo seguir las palabras del sacerdote, pero en momentos como aquel no había divinidades suficientes a las que suplicarles regresar a casa de una sola pieza.
Desde que había puesto un pie fuera de su coche había temido por su vida. ¿Qué será? se había preguntado. ¿Una puñalada? ¿Una paliza? ¿Tal vez un disparo limpio y preciso en el pecho? No estaba seguro, y tampoco quería quedarse más tiempo del necesario a descubrir la respuesta.
Observó la pantalla de su móvil con el ceño fruncido y escupió una maldición. La décimo octava desde que el coche se había apagado por completo en un callejón cualquiera a las afueras de la cuidad. En esas condiciones, ni siquiera podría pedirle ayuda al chófer de su padre. Estaba realmente solo en esto. Chasqueó la lengua una vez más. La vigésima desde que había salido del coche.
La gravilla bajo sus pies crujió cuando frenó en seco, los ojos fijos en las luces neón frente a él. Una señal, era una señal divina. Alguno de los dioses a los que le había suplicado ayuda había respondido. Yoongi sonrió y enseguida pensó en que necesitaría llevar unas rodilleras a la próxima misa dominical porque le iba a costar muchos rezos agradecer esta salvación.
A las puertas de lo que parecía ser una tienda de conveniencia había esparcidas más bolsas de basuras de las que debería ser legal. Su nariz se frunció aún más, si cabía, y no tardó en cubrirla con el puño de su chaqueta granate con el escudo de su universidad bordado en el pecho, justo sobre el corazón, usando la manga restante para cubrir el pomo de la puerta del local antes de abrirla. Al empujarla, las campanillas que pendían sobre esta tintinearon.
Los ojos de Yoongi tardaron en acostumbrarse a la luz de las anchas y altas neveras situadas al fondo de la tienda, tan intensa que iluminaban más que los fluorescentes del techo. Con los ojos entrecerrados escaneó el lugar; los pasillos de altas estanterías, las pequeñas cestas metálicas con productos varios a la entrada de cada uno de estos, hasta dar con el dueño del establecimiento. El hombre descansaba prácticamente dormido tras el mostrador a la derecha de la entrada, justo frente a la caja registradora. Min no pudo evitar rodar los ojos casi indignado por la irresponsabilidad del hombre.
Comprobó una vez más la pantalla de su teléfono y gruñó frustrado. Nada, ni una sola barra de cobertura. Decidió adentrarse más en la tienda, paseando entre los pasillos con el brazo en alto y los ojos fijos en la esquina de la pantalla en la que el triángulo aún permanecía vacío.
Cuando giró a la derecha en uno de los pasillos su chaqueta quedó enganchada a una bolsa de snacks, provocando que cayera al suelo al continuar caminando. El ruido no habría sido demasiado en cualquier otro momento, pero en el silencio absoluto de la madrugada, en una tienda completamente vacía, Yoongi no pudo evitar sobresaltarse. Al dueño de la tienda, sin embargo, pareció no importunarle lo suficiente como para hacerle abrir los ojos.
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THE SYBARITE (RK #1) » min yoongi ✔
Fanfic𝑬𝒍 𝒔𝒊𝒃𝒂𝒓𝒊𝒕𝒂 𝒚 𝒍𝒂 𝒍𝒂𝒅𝒓𝒐𝒏𝒂 Yoongi jamás ha conocido mundo más allá de la colina al norte de la ciudad en la que se concentra todo el poder y dinero de Seúl. Eunyeon conoce demasiado bien la vida a los pies de esa colina, donde la g...