capítulo veintitrés

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Yoongi

En toda mi vida jamás habría imaginado que un miércoles cualquiera amanecería en la cama de la habitación de invitados de mi mejor amigo, con tan solo una maleta con algunas de mis pertenencias que había logrado rescatar de mi apartamento el día después de que mi padre me echara, y una ristra de fotos partida y arrugada como mi único soporte emocional.

Tampoco habría imaginado que los jadeos entrecortados y los gruñidos de Namjoon se convertirían en mi despertador personal y mi agonía de cada mañana. Hacía ya cuatro días desde que había aparecido en la puerta de mi amigo, y de todas las costumbres extrañas de Namjoon que yo desconocía y que comenzaba a descubrir ahora que convivía bajo su mismo techo, su manía de ejercitarse a las seis de la mañana en calzoncillos en el salón principal quizá fuera a la que más me costaría acostumbrarme.

—No lo entiendes —había resoplado él la primera mañana en que asomé la cabeza por la puerta de mi cuarto alarmado, creyendo que se había caído por las escaleras del loft que conectaban con su cuarto en la planta superior—. Mi cuerpo es mi mejor fuente de ingresos ahora mismo. Necesito mantenerlo decente para la cámara.

Sin pronunciar palabra me había arrastrado de nuevo a mi nueva cama y traté de pensar en cualquier cosa que no fueran los ruidos absurdamente sexuales que hacía Namjoon al levantar pesas y hacer flexiones. Cuatro días después, volví a despertar por culpa de sus gemidos graves, pero esta vez no protesté sino que me puse unos cascos y me vestí lo más rápido que pude.

—¿Adónde vas? —preguntó Namjoon cuando me vio salir del cuarto de invitados y caminar directamente hacia la puerta principal.

—A cualquier sitio lejos de tus pectorales y tus gruñidos de oso.

—¡No te metas con mis Namtiddies!

—¿Tus qué? Mira, da igual. Me voy.

Cuando salí por la puerta de su casa, aún estaba tratando de borrar de mi memoria la imagen de Namjoon haciendo bailar sus pectorales. Lo cierto es que lo hacía con una facilidad envidiable, y tuve que detenerme a tiempo antes de que comenzara a imitarlo torpemente.

Una vez dentro del coche, arranqué y emprendí camino al centro de la ciudad, sin saber realmente adónde iría o qué haría allí. La idea de buscar un trabajo fue lo primero que me vino a la mente. Necesitaría algo de dinero, y cuanto antes, si quería salir de casa de Namjoon antes de volverme loco. Apreciaba enormemente la amabilidad de mi amigo, pero la discusión con mi padre y el estado actual de mis cuentas me había demostrado que depender de la gente es malo. Sobre todo si esa gente es un padre manipulador y adicto al dinero.

Para mi desgracia, mi padre tenía razón y yo no era más que el hijo de una familia rica que había crecido con todo al alcance de mi mano. Lo cual significaba que no tenía la más mínima idea de cómo insertarme en el mundo laboral. Tal vez Eunyeon podría ayudarme con eso. Si alguien sabía de trabajo duro, era ella.

En la siguiente rotonda di la vuelta y emprendí camino al sur de la ciudad, al barrio de los artistas.

No hacía ni una semana desde la última vez que la había visto, pero la echaba de menos como si hubieran sido cuatro semanas. No habíamos hablado, ni siquiera mensajeado, después de nuestra primera cita, y, aunque sabía que todo había marchado bien —al menos durante las horas que estuvimos juntos— no podía evitar que el estómago se me revolviera con la idea de que Eunyeon se hubiera arrepentido de lo que había pasado entre nosotros. De repente, la idea de encontrarnos de nuevo y oír de sus labios que prefería que no nos volviéramos a ver hizo que el nudo en mi estómago se ciñera aún más.

THE SYBARITE (RK #1) » min yoongi ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora