capítulo veintiocho

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Eunyeon

( primera parte )

Solo me hizo falta echar un vistazo al espejo retrovisor para darme cuenta de lo patética que lucía. Llorando en el asiento trasero de un taxi cuando debería de haber estado celebrando con mi madre. No había nada que celebrar, realmente, pero preferiría estar en aquella estúpida carpa, fingiendo que todo estaba bien, que no acababan de pulverizar los últimos pedazos de mi corazón roto, en lugar de en un taxi de camino al único que me juré no volver a pisar meses atrás.

Debí haberme supuesto que Jungkook se traía algo entre manos. ¡Dios! Las señales habían sido tan evidentes que ahora, echando la vista atrás, no podía creerme que se me hubieran pasado por alto.

Cuando lo había encontrado husmeando en la caja misteriosa bajo su cama. Cuando había insistido en saber dónde y cuándo pretendía encontrarme con Byounggon.

Incluso hoy, durante la boda, no había parado de hacer preguntas sobre Byounggon y su equipo. Quería saberlo todo. Qué tipo de drogas manejaban, si había otros negocios enredados, como trata de blancas.

Fue cuando preguntó cómo había logrado yo empezar a trabajar para él que entré en pánico.

Jungkook no sabía qué clase de gente era Byounggon realmente. Mi hermano jamás podría soportar el mundo de la droga. No aguantaría más de dos semanas sin acabar robando para consumir, enganchado de nuevo y, probablemente muerto de sobredosis en menos de tres meses.

No quería ver a mi hermano así. Jamás me lo perdonaría.

Por eso, cuando me di cuenta de que había desaparecido de mi lado, entré en pánico. Por un momento dejó de importarme el discurso que el señor Min estaba dando, solo podía pensar en Jungkook y la locura que estaba por cometer.

Agaché la cabeza y retiré las lágrimas de mis mejillas de un manotazo en cuanto el apellido Min apareció en mi mente. Los odiaba. Al señor Min y a todos los elitistas como él. Solo podía agradecer que él y su mujer trajeran al mundo a una persona como Yoongi, que distaba mucho de ser como su familia.

Jamás podría culparlo. Solo había bastado con ver el pánico y la confusión en su gesto cuando su padre había comenzado a hablar. Él no tenía la culpa de nada, solo la mala suerte de haber nacido en un mundo que no tenía su opinión en cuenta. En un mundo en que la gente como el señor Min y la señora Kim nunca salen perdiendo. Siempre consiguen lo que quieren, sin importarles qué o a quién se lleven por delante.

Callé un sollozo entrecortado cubriendo mi boca con la mano. El conductor me miró por el espejo retrovisor pero no dijo nada, cosa que agradecí.

Los minutos pasaban y cada vez estábamos más cerca de aquella zona del barrio que hacía tanto tiempo no pisaba. Conforme el coche se adentraba en las calles del sur de la ciudad estas se tornaban más angostas, los edificios a nuestros laterales estaban más destartalados (muchos de ellos ya abandonados y ocupados por personas sin techo, delincuentes o drogadictos), el ambiente en general era mucho más escalofriante.

—¿Está segura de que quiere caminar sola por estas calles? Me atrevería a decir que una de las zonas más peligrosas de la ciudad.

—Lo es —aseguré mirando por la ventanilla.

A mi derecha se abría el callejón que desembocaba en el edificio en el que había acordado reunirme con Byounggon. Por un segundo vino a mi memoria la imagen de Yoongi corriendo conmigo atravesando aquel mismo callejón huyendo de la policía. Parecía haber sucedido siglos atrás. Ahora eramos dos personas completamente diferentes. Al menos, Yoongi lo era.

THE SYBARITE (RK #1) » min yoongi ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora