capítulo cinco

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Yoongi

Apenas acababan de dar las cinco de la mañana en el reloj digital que descansaba sobre la mesita de noche y yo no había logrado dormir más de hora y media. Suspiré hondo con la mirada fija en el techo. Cada vez que lograba conciliar el sueño una nueva pesadilla me perseguía hasta que despertaba empapado de sudor y con el pulso acelerado. Y en cualquier otra situación habría aprovechado el poco tiempo restante hasta que tuviera que prepararme para la universidad componiendo, pero estaba demasiado cansado para ello.

Preferí quedarme allí tumbado esperando a que el primer rayo de sol me advirtiera de que era momento de ponerse en marcha. Sin embargo, no fue el sol el que me avisó, sino una de las asistentas. La mujer entró por la puerta de mi habitación, no sin llamar antes a la puerta, presentándose con una leve reverencia. De su brazo colgaba el uniforme de la universidad, recién lavado y planchado. Asentí complacido cuando lo dejó a los pies de la cama y la despedí.

—Ya puede retirarse.

—Por cierto, su madre me ha pedido que le avise de que lo espera abajo para desayunar juntos.

—Gracias.

Cuando se había marchado, me dejé caer de nuevo sobre el colchón cerrando los ojos con fuerza. En cuanto lo hice fue inevitable que el rostro de la protagonista de todas y una de mis pesadillas se apareciera. La asalvajada ratera me había arrastrado a través de las ideas más alocadas que mi mente había podido crear; en algunas de ellas terminábamos en la cárcel o huyendo del país; en la peor de las ocasiones yo moría por su culpa. Permanecía en el suelo, con los ojos en blanco y rodeado de sangre, mientras ella corría lejos, huyendo de la policía.

Golpeé el colchón con el puño cerrado y fruncí el ceño, furioso. No era justo que no pudiera deshacerme de ella ni siquiera en la soledad de mis sueños. Sacudí la cabeza en un intento por apartar su imagen de mi memoria y me dispuse a prepararme para bajar a desayunar. Una vez vestido con el uniforme de la universidad, bajé las escaleras perezosamente, sobándome los ojos con el talón de la mano.

En la isla de la cocina se hallaba sentada mi madre tecleando en su portátil. Se había acostumbrado a desayunar conmigo desde que me había mudado. Supongo que se sentía sola en casa, después de que papá se fuera a trabajar temprano por la mañana, yo era el único al que podía acudir por un poco de compañía. Y no me molestaba demasiado su presencia, excepto cuando apenas había tenido un par de horas de sueño como preparación para un eterno día de clases y trabajos en la universidad.

Me senté frente a ella en la isla de la cocina y la saludé con un gruñido cansado y una leve inclinación de cabeza. Ella solo levantó la mirada del teclado y me miró con una fina ceja alzada.

—¿Te parecen maneras de saludar a tu madre?

—Buenos días, mamá.

Complacida me dedicó una sonrisa dulce antes de regresar la atención a su ordenador y seguir tecleando con velocidad. La observé en silencio mientras esperaba mi desayuno. La espalda erguida, los brazos estirados en una posición perfecta. Sus dedos finos y gráciles, que alguna vez habían bailado sobre las teclas de un piano ahora solo redactaban artículos y escritos para la empresa de papá. Su rostro no denotaba ni un solo rastro de su edad, quizá gracias a los tratamientos y los productos con los que embadurnaba su piel cada noche antes de dormir, pero lo cierto era que, si comparabas una foto suya de hacía veinte años con una más actual serías incapaz de encontrar una sola diferencia.

—¿No deberías estar en la universidad? —murmuró sin mirarme mientras recolocaba sus gafas por la montura.

—En realidad no. Las clases empiezan a las once.

THE SYBARITE (RK #1) » min yoongi ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora