capítulo siete

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Yoongi

De todas las personas que viven en esta ciudad, en este país, ¿por qué ella? Fue lo primero que pensé mientras me sacudía para alejarme de la ladrona, que acababa de salvarme. Me arrepentí en el momento en el que sentí un latigazo de dolor cruzándome la espalda a lo largo y ancho. Me habían destrozado. Gruñí de mala manera mientras movía el hombro izquierdo y lo sobaba tratando de calmar un mínimo el dolor.

—No hagas movimientos bruscos o te harás aún más daño. —Sonaba como una madre preocupada reprendiendo a su hijo después de haber hecho alguna trastada.

—Puedes dejar de fingir que te importa una mierda cómo esté. Vete, puedo yo solo.

Apoyé las manos sobre el asfalto ejerciendo fuerza para ponerme en pie bajo la atenta mirada de la chica. De nuevo, caí de espaldas, terminando en la misma posición en la que me habían dejado los matones. Con mi antebrazo cubrí mi rostro, evitando que la chica viera lo destrozado que había quedado por los puños de aquellos salvajes. Pude oír como la chica a mi lado suspiraba con fuerza y mascullaba algo que no llegué a entender.

—No creo que puedas llegar siquiera salir de este callejón.

—He dicho que te vayas.

No la estaba mirando, pero todavía podía notar su presencia a mi lado. Podía apostar mi vida a que me estaba juzgando, tratando de imaginar la historia de cómo había sido arrastrado hasta un rincón oscuro como aquel para que tres matones me arrebataran todo, hasta las pocas monedas que llevaba en el bolsillo trasero del pantalón.

De nuevo, con una fuerza que no aparentaba tener, me ayudó a levantarme, esta vez tirando de mí hasta lograr ponerme en pie. Me tambaleé al notar un calambre en mi pierna, impidiéndome apoyarla. Rápidamente las finas y ágiles manos de la ladrona se aferraron a las solapas de mi gabardina, sujetándome con fuerza. Cuando la miré a los ojos pude ver su gesto de superioridad, con una ceja alzada y los labios torcidos en una sonrisa socarrona.

—No necesitas ayuda, ¿no?

Chasqueé la lengua rendido. Si de algo me había dado cuenta las pocas veces que me había encontrado con ella por casualidad era que era dura de mollera, que no importaba cuánto le repitieras las cosas porque al final iba a hacer lo que ella quisiera. Continuó tirando de mí a duras penas hasta sacarme de aquel callejón. Eché la mirada atrás, con la esperanza de que los asaltantes hubieran dejado algo, pero tan solo encontré unos papeles rotos y un par de monedas de las de menos valor.

—¿Adónde te llevo? —preguntó tirando de mí con más fuerza para acelerar mi paso y acompasarlo con el suyo.

—Tengo el coche aparcado a unas cuantas manzanas.

No pude evitar recordar la noche en la que la encontré en aquella discoteca, la manera en la que cargaba con el joven de la camiseta blanca. Parecía estar familiarizada con tener que lidiar con situaciones como esta. Era toda una profesional. A la salida del callejón nos esperaban dos figuras de espaldas. Me encogí asustado, creyendo que podría tratarse de los mismos matones que me habían asaltado antes. La chica a mi izquierda me miró confundida antes de dirigirse a ellos con tono amigable. Uno de ellos, el de cabello oscuro y vestimenta elegante, dejó escapar un jadeo sorprendido al vernos aparecer. El otro, el rubio más pequeño con una mochila de gimnasio colgada del hombro, abrió los ojos y separó sus hinchados y rosados labios visiblemente sorprendido mas no dijo nada.

—¿Qué demonios le ha pasado?

—Le han robado. Al pobre niño rico le han vaciado los bolsillos.

El castaño rio levemente. Al parecer a ambos les parecía la cúspide de la comedia que me acabaran de asaltar mientras paseaba. Me pregunto si se estarían riendo del mismo modo si hubiera sido alguien... alguien como ella. Un pobre de barrio en lugar del heredero de una de las mayores fortunas del país.

THE SYBARITE (RK #1) » min yoongi ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora