Eunyeon
Desperté en una cama que no era mía. Con un edredón definitivamente mucho más fino y suave que el mío envolviéndome, y una camiseta que no recordaba haberme puesto en lugar del horrible vestido que mi padre me había comprado.
Y, aunque me gustaría poder decir que no recordaba cómo o por qué había terminado en esta habitación, lo cierto es que aún podía sentir las manos de Yoongi deslizándose por mi espalda, sus labios siguiendo el sendero de la cremallera del vestido abajo, abajo... hasta que este no fue más que una masa de tul rosa a mis pies. Aún podía oír nuestras respiraciones entrecortadas mientras susurrábamos una y otra vez cuánto nos arrepentiríamos de aquello pasadas unas horas.
Y lo peor era que no podía encontrar una gota de ese sentimiento en mí. Nada. Emoción, felicidad, vergüenza. Eso sí. Pero jamás podría arrepentirme de haber compartido una noche como la pasada con Yoongi.
Pero dolía saber que, en cuanto él abriera los ojos y fuera realmente consciente de lo que había sucedido entre nosotros, recordaría quiénes somos realmente. Quién soy para él. Quién es él para mí. Y odiaría esa noche. Su ausencia en la cama debería haber sido indicativo suficiente de que el momento incómodo en que admitía que todo había sido un error estaba cerca.
Bajé los pies de la cama, dispuesta a salir de aquella casa antes de que la vergüenza me consumiera. Un quejido en el suelo me hizo encogerlos de nuevo. Yoongi estaba tumbado en el suelo de su habitación, con una manta enroscada entre sus piernas y usando su propio brazo como almohada.
—Perdón —murmuré al darme cuenta de que le había despertado con el golpe—. ¿Se puede saber qué demonios haces en el suelo?
Yoongi estaba aún adormilado. Sus ojos permanecieron fijos en los míos durante unos segundos. Aquella imagen de Yoongi, con los labios entreabiertos y la punta de su lengua perfilándolos delicadamente, definitivamente causó estragos en mi interior. Su ceño se frunció mientras, a duras penas, se acomodaba de lado para poder seguir mirándome al hablar.
—Me echaste de la cama, de mi cama, a patadas. Literalmente. Es imposible dormir en el mismo espacio que tú.
Fruncí los labios asintiendo. Aquello era algo que mi hermano siempre me había echado en cara. Cuando ambos nos quedábamos dormidos en el sillón de casa mientras veíamos una película él siempre terminaba en el suelo, como Yoongi. A veces simplemente me dejaba en el sillón y se iba a dormir a su cama, harto de mis golpes inconscientes. Pude notar el calor subiendo por todo mi cuello, tiñendo mis mejillas y orejas. Yoongi sonrió de medio lado al ver mi expresión avergonzada y yo no pude hacer otra cosa que hundirme entre sus sábanas, bajo el edredón negro para ocultarme de su mirada.
Me llevé una mano al pecho, notando como el pulso se me había acelerado. ¿Por qué demonios se me había acelerado? ¿Por qué me estaba comportando como una quinceañera enamoradiza? ¡Eunyeon, déjate de estupideces! Eres una mujer adulta. Compórtate.
La mano de Yoongi tiró de las mantas, exponiéndome por completo. Traté de cubrirme el rostro con mis manos, con el cuello de la camiseta. Esto último hizo que la tela se alzara, dejando más piel de mis piernas al descubierto. Yoongi enseguida desvió su mirada a estas. Pero sus ojos no eran lascivos, no. Miraba con lástima las marcas lilas que ahora estaban al descubierto por el desgaste del maquillaje. Antes de que el silencio entre los dos se volviera demasiado incómodo, Yoongi señaló mi rostro y estalló en una carcajada que cada vez se me hacía más familiar.
—Pareces un tomate, Eunyeon. ¡Estás rojísima!
—¡Cállate!
—Eres adorable —murmuró apartando mis manos de mi rostro para poder observarme directamente—. Estás preciosa, Eunyeon.
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THE SYBARITE (RK #1) » min yoongi ✔
Fanfic𝑬𝒍 𝒔𝒊𝒃𝒂𝒓𝒊𝒕𝒂 𝒚 𝒍𝒂 𝒍𝒂𝒅𝒓𝒐𝒏𝒂 Yoongi jamás ha conocido mundo más allá de la colina al norte de la ciudad en la que se concentra todo el poder y dinero de Seúl. Eunyeon conoce demasiado bien la vida a los pies de esa colina, donde la g...