*Capítulo 28

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Era el paraíso, no tenía otra forma de explicarlo. Sus labios hicieron contacto con los míos y todo el mundo desapareció como por arte de magia.



¿Dónde estábamos? ¿Qué día era? ¿Quiénes nos observaban? ¿Estábamos vestidos? Y como esas miles de preguntas más a las que no les encontraba respuesta. Todo lo que ocupaba mi mente era: ELLA.



Un jadeo de asombro y un gruñido de aceptación nos devolvieron a la realidad. Papi y mami nos habían visto. Y no me importaba. Miré a Alana que sonreía con picardía, divertida por la situación.



- Parece que nos descubrieron.



- No es que lo estuviéramos haciendo a escondidas.



- Cierto, pero veníamos bien, no lo habían notado hasta ahora.



- Y habría seguido así si doña "beso-beso" se hubiera contenido.



- ¡Hey! Que yo no te vi resistirte mucho.



- No, no quería hacerlo. Pero tampoco me lancé primero.



Antes de que protestara en respuesta la besé de nuevo con cuidado. Sin morder, sin succionar, solo labios rozándose y acariciándose entre sí con dulzura. Todo fuera porque no se nos corriera el maquillaje ¿no?



El mío me importaba un rábano, era bastante simple a decir verdad. Para nunca haber hecho algo como esto no me había salido tan mal. Era bastante aceptable. Pero el de ella era espléndido y valía la pena conservarlo intacto todo el tiempo que fuera posible.



Alana sacó un poco la lengua y jugó con la mía, siguiendo el baile que hacíamos con el cuerpo. La música seguía sonando de fondo y nuestros brazos estaban entrelazados alrededor del otro. Era algo magnífico, simplemente un momento perfecto.



El cielo despejado, la luna brillando, la fogata ardiendo tras nosotros, todo un momento idílico. Muchos soñaban con el momento perfecto, intentaban montarlo, crearlo o prepararlo para su pareja, creían que tenían que juntar todas las condiciones de los libros soñadores para que la persona que querían estuviera contenta pero, lo que no entendían era que, el momento perfecto: primero, que llega solo, nosotros no decidimos cuándo tiene que ser, pasa cuando tiene que pasar; segundo, que no tiene por qué ser como en los libros, que sea como se plantee solo, como nos estaba pasando a nosotros; y tercero que, cuando llegara, se darían cuenta, puede parecer que te lo robaron pero si es así es que no era tuyo. Cuando es tuyo, nadie puede robártelo.



Lentamente separamos los labios y la hice dar una vuelta, logrando que la pollera de su vestido se hinchara. Estaba sencillamente deslumbrante. Era obvio por qué había ganado. No había en todo el festival una Catrina más despampanante que ella.



Sus brazos rodearon mí espalda y apoyó la cabeza en el agujero de mi cuello. Su suspiro movió ligeramente mi capucha, acariciándome la piel. Casi ronroneé ante esto pero me contuve. Su aliento olía a menta y Diablo. Un aroma interesante y atrayente.



Mientras tanto, mis manos bajaron a su cintura y dibujé círculos sobre su cadera con los dedos. La delicadeza y suavidad de la tela no era nada comparada con la de su piel satinada. Deseaba que lo que tocaba fuera su cuerpo desnudo, no el vestido. Pero tenía que contenerme, estábamos rodeados de gente y sus padres estaban muy cerca de nosotros. Hacer un escándalo público no era específicamente lo que quería hacer.



- Alana yo...



Y ahí lo sentí. Una patada en el estómago me hizo doblarme a la mitad y me dejó los pulmones sin aire. Habría gritado de dolor, pero no tenía oxígeno con el cual transmitir el sonido. Me separé de Alana que me miraba con horror. Dándome media vuelta escupí sangre.



¡Ay no! Esto solo podía significar una cosa.

Debí Dejarla Morir...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora