El Templo Inmortal era algo bastante particular, si uno no estaba acostumbrado a ver arquitectura sobrenatural, claro está.
Era una fortaleza imponente dividida en cinco secciones bien definidas por los colores y el aura que las rodeaba:
1. El área del tiempo: destacada por su tono azul zafiro mezclado con índigo y blanco, con relojes de todas clases flotando por todo el lugar. Relojeros pasaban de un lado al otro, llevando y trayendo relojes nuevos o que necesitaban mantenimiento, o por cualquier otra razón. Las puertas de los talleres estaban por todos lados y justo en el centro, estaba la "Cámara del Tiempo" donde se almacenaban todos los relojes que estaban en uso, que dictaban el tiempo de una vida.
2. El área del destino: en tonos verde esmeralda, verde lima y dorado, estaba surcado de cuadros hechos con los telares de mi madre. Representaban momentos clave de la humanidad a lo largo de la historia: guerras, creaciones espectaculares, grandes descubrimientos, todos recuerdos de la civilización humana evolucionando. Las tejedoras de mi madre surcaban los pasillos llevando materiales de tejido o tapices terminados que debían ser almacenados. En su centro estaban los telares con sus imágenes a medio hilar o en distintas etapas de tejido. Y detrás una puerta enorme daba al almacén donde se guardaban todos los tapices ya tejidos.
3. El área de la vida: sus tonos dorados, blancos y cremas le daban un aire de paz y tranquilidad. Surcado por plantas y animales, se podía observar en su interior a las sirvientas de mi hermana pasar de una habitación a la otra controlando a los suspiros que descansaban para su próxima reencarnación. En el centro estaba el portal de los suspiros, por donde pasaban para adquirir su nueva forma en el mundo. Normalmente mis sirvientes estarían entrando y saliendo de él llevándole los suspiros a mi hermana o a su sirviente principal. Pero ahora estaban en mi área, recuperándose de lo que había pasado. El aire estaba surcado de pequeños destellos que deslizaban con lentitud por el espacio: servidores de mi hermana en formación.
4. El área de la muerte: en colores rojo sangre y negro azabache, resaltaba por su neblina suave que le daba el aire misterioso con el que suelen caracterizar a la muerte. A diferencia de las otras tres áreas que contaban con habitaciones secundarias y un salón principal, yo solo tenía el salón principal donde gestionaba todo el pasaje de suspiros y donde eran creados mis sirvientes. Eso y mi pieza, que eso lo tenían las cuatro áreas.
5. El área de la eternidad: a diferencia de las demás, esta era un área pública, un salón enorme donde entraban con facilidad los sirvientes de los cuatro y sobraba espacio. Su realidad física cambiaba de acuerdo a las necesidades que se imprimían en ella a través del pensamiento. En este mismo momento se estaba transformando en un juzgado, butacas de madera y acolchado formaban grandes filas detrás de una barrera que separaba la zona de los observadores de la del juicio propiamente dicho. La parte del jurado era más o menos similar salvo que metidas, las dos filas de asientos, en un espacio delimitado por otra barrera de madera. En el centro estaba el escritorio de cuatro puestos, donde se ponía mí familia para presidir los juicios. Hoy uno de esos puestos estaría vacío. A la derecha estaba el estrado donde se acomodaban los testigos y, por último, el escritorio donde se colocaban el acusado con su defensor.
Esto empezaba a caldearse. Había estado en esta sala cientos o miles de veces, pero siempre del otro lado, tras el escritorio, juzgando. No siendo el acusado. La hora se acercaba, el momento de mi condena estaba próximo. Sabía muy bien que esto no duraría mucho, estaba claro que era culpable. Era imposible demostrar que no había hecho el acto por el cual se me acusaba, después de todo, habían estado ahí, frente a ella. No tenía sentido fingir algo que no era. Sería más fácil para todos si simplemente me callaba la boca y aceptaba mi sentencia.
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Debí Dejarla Morir...
RomanceEl mundo convive en un perfecto equilibrio: nacemos, crecemos, vivimos la vida q está bordada para nosotros y luego la muerte viene a buscarnos... Pero, ¿qué pasaría si, de pronto, la muerte decidiera no cumplir con su trabajo como corresponde? ¿Se...