*Capítulo 21

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Mientras volvíamos a la casa, todo era risas relajadas, chistes y buen humor. Todos estábamos descansados y felices. Entramos y ahí fue cuando lo sentí; un golpe a la altura del estómago me dejó absolutamente sin aliento, al punto de hacerme doblarme sobre mí mismo y no dejarme respirar. Todos se preocuparon por mí, no entendían qué era lo que había pasado pero yo sí: mis padres habían golpeado con fuerza la barrera creada por mis sirvientes y el golpe los había afectado y como estaban conectados conmigo, por ser partes de mí, el golpe me había afectado como si hubiera sido en vivo y en directo.

Traté de disimular, diciendo que sólo había sido una puntada, algo aislado que me pasaba cada tanto, que no había por qué preocuparse. Una vil mentira pero, era preferible a decirles la verdad y que se asustaran más allá de su imaginación.

Mis padres realmente estaban enojados, estaban dándole a la barrera cada vez con más fuerza. Pronto estarían acá. Solo esperaba que fuera dentro de otras siete horas. Con ese tiempo todo habría valido la pena. Los escondería, de alguna forma lograría ocultarlos del ojo de mi madre y haría que robaran sus relojes para que mi padre no pudiera herirlos.

Mientras les decía que solo necesitaba un momento, subí a mi pieza, cerré la puerta y abrí un portal espejo hacia el otro lado. La visión se abrió en las puertas del Templo donde, cada uno de mis sirvientes, de los cuales faltaban pocos al parecer ya que había más de mil ahí, estaba concentrando su poder en el campo de fuerza que estaba reteniendo a mi familia dentro. Había un par que parecían cansados, aquellos más jóvenes se notaba que no habían recibido bien el último golpe.

Temiendo que no resistieran, no era su culpa ya que al ser neonatos, por decirlo de algún modo, no estaban a su máxima capacidad, cayeran bajo el peso del cansancio, envié una honda de poder hacia ellos. El campo de fuerza se fortaleció y los jóvenes recobraron un poco de fuerza. No sabía cuánto duraría esto pero rogaba que fuera más de unas pocas horas, necesitaba todo el tiempo posible.

Cerré el portal y me puse mi ropa de deporte, necesitaba relajar el cuerpo y me dirigí hacia el gimnasio. Cuando pasé por el salón, Rosé me informó que, tanto Alana como Virginia habían aceptado la invitación al spa con entusiasmo y que ya se habían ido para allá. Alexander en cambio, prefirió declinar la idea de masajes, en eso nos parecíamos bastante en este momento, y se retiró a su habitación. Le agradecí por la información y me dirigí a las puertas dobles que había a un lado de las escaleras.

Estaba por entrar cuando Alexander apareció desde la cocina, comiéndose una manzana verde.

- ¿Con hambre todavía?

- Siempre, aunque como siempre como fruta, no me hace mal.

- Buen punto.

- ¿A dónde ibas?

- Iba a entrenar un poco. Día por medio me entreno. Como habían estado acá como mis invitados, el viernes no lo hice, pero como pensé que todos estarían relajándose creí que era buen momento. ¿Te gustaría acompañarme ya que los masajes no son lo tuyo?

- Me encantaría. Ahora vuelvo.

Con eso, subió las escaleras y desapareció en el pasillo. Yo entré al gimnasio y me puse a elongar. Alexander apareció a los pocos minutos y se puso a hacer lo mismo. Cuando ya estaba listo, me puse en la cinta y empecé a correr. Alexander se puso en la cinta de al lado y corrió a su ritmo. Diez minutos después nos bajamos y nos pusimos a hacer abdominales y flexiones de brazo. Cuando terminamos las series normales de cada uno vino lo más pesado; cada uno, cargado con el peso que acostumbraba, empezó a hacer fierro.

Me sorprendió, y no lo hizo a la vez, el hecho de que el padre de Alana tuviera bastante fuerza. Era un hombre joven, con excelente salud, y una gran vitalidad. Estaba levantando doscientas veinte libras en la barra, cien kilos más la barra que debía de pesar otros veinte, más o menos unas doscientas sesenta y cuatro libras, ciento veinte kilos.

Debí Dejarla Morir...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora