*Capítulo 34 Final

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Antes de empezar solo quiero agradecer a quienes han seguido mi historia con gusto. Me hace sentir bien cuando veo sus visitas a los capítulos y saber que hay quienes disfrutan de lo que mi imaginación es capaz de crear.
Para , escribir es un placer, pero saber que gusta lo que hago, hace que sea aun mejor.
Gracias por todo.
Ahora, sin más que decir, disfruten el final.


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Las cadenas me soltaron y caí de cara al piso. A penas si llegué a poner las manos. De rodillas sobre el piso de mármol, la imagen de Alana explotando en ese destello de luz me estaba destruyendo por dentro. Pruns y Vida se acercaron y me ayudaron a levantarme. Me sentía demasiado débil para hacerlo por mí mismo: lo que más amaba se había ido.


- Damos por terminado el juicio, vuelvan a sus tareas.

Me puse a caminar, ayudado hasta que me pude mantener sobre mis pies. Una vez que lo logré, despedí a todo el mundo; necesitaba estar solo y me desmaterialicé hacia mi área del templo.

Mientras caminaba por el salón central hacia las puertas dobles de mi pieza, los sirvientes en crecimiento flotaban de un lado al otro. Era como estar viendo luciérnagas en un parque de noche. Un espectáculo bonito de ver. Llegué al otro lado del salón y entré en mi habitación. Me arranqué la túnica, tirándola al piso, e hice aparecer un par de pantalones de franela negros sobre mí.

No volví a mi forma humana, no la necesitaba, no acá. Mis alas acariciaban mi espalda a cada paso, recordándome de lejos las manos de Alana sobre mi piel. Quería gritar, golpear, romper todo lo que se cruzara en mi camino. En lugar de eso, salí al balcón y observé la infinita nada. De repente algo vino a mi mente: una imagen de un chico mirando al horizonte. EL MURAL DE ALANA.

Y al fin lo entendí, yo era el de su mural, yo era aquel que miraba al infinito en busca de la paz y las respuestas que no encontraba a su alrededor, yo era aquel al que el horizonte lo atraía con promesas de paz y tranquilidad. Y Alana era la chica herida cuya sonrisa no se borraba por el dolor, prefería ser ella quien sufriera a que lo hicieran los demás, he ahí la razón de que ella hiciera esto: se sacrificaba por aquellos que quería, y lo hacía feliz de saber que ayudaba y que los demás estarían mejor. Por amor.

Vida me había dicho mientras caminábamos que Alana se había despedido de sus padres: ella les había dicho lo que estaba pasando y Alana no había dudado en aceptar su destino. Sabía exactamente lo que estaba haciendo cuando decidió ocupar mi lugar. Sus padres lloraron con ella pero entendieron su decisión y no la detuvieron. Por amor, había sacrificado su vida, para que yo fuera libre.

Alguien llamó a la puerta. No quería abrir pero sabía que, si me estaba llamando era por algo importante. Grité que entraran mientras volvía a la pieza. En el centro estaba Pruns con uno de los destellos entre las manos. Había pasado de gris a rojo, por lo cual era momento del cambio.

Como había hecho con todos, me abrí la mano con los dientes y dejé que las gotas de sangre cayeran sobre la luz. Ésta cambió de rojo a negro y se alejó de nosotros. Empezó a crecer tomando una silueta semi-humana. No le prestaba mucha atención, mi mente estaba en otra cosa y había visto esto miles de veces. Pero esta vez algo fue distinto, la silueta parecía rara, demasiado curva para ser...

Era una mujer. ¿Cómo era eso posible?

Para que entiendan mi confusión les explicaré lo siguiente que no les dije antes: los sirvientes son del mismo sexo del que los crea, sin excepción, por eso los relojeros de mi padre son hombres, las tejedoras de mi madre mujeres, las sirvientes de mi hermana también son mujeres y mis sirvientes son hombres. De ahí que algo no cuadrara con lo que estaba pasando en este momento. Nunca antes alguno de nosotros había tenido un sirviente que no fuera del mismo sexo. No era posible, no importa cuánto se intentara.

La silueta tomó forma más definida: curvas suaves y rellenas, pelo corto, manos delicadas, piernas torneadas y no se veía nada de esqueleto por ningún lado. Era asombroso.

La figura quedó completa y la neblina que la rodeaba se disipó. Casi me desmayo en ese mismo instante. Alana estaba frente a mí, era y no era ella a la vez. Su pelo una vez rubio casi plata, ahora era negro azulado, como seda líquida, sus ojos antes avellana, ahora eran de un rojo intenso, casi como sangre a punto de coagularse, su piel era del mismo tono blanco que el mío y sus labios habían adquirido una tonalidad negra como si usara un pintalabios de ese color.

Era espléndida. Su cuerpo estaba cubierto por una fina túnica negra de gasa que ocultaba lo suficiente para hacerte babear. De repente me acordé de que Pruns estaba acá y que podía verla. Me giré para decirle que se fuera, pero ya se había ido.

Devolví mi atención a Alana y me di cuenta de que la tenía justo en frente, nuestros pechos por poco y se tocaban. Alcé una mano y le acaricié el pómulo, necesitaba cerciorarme de que, lo que estaba viendo, era la realidad y no había enloquecido.

- ¿Cómo...?

- Tus padres. Querían castigarte pero se dieron cuenta de que todo lo que habías hecho fue por amor y que habías ya sufrido bastante, así que decidieron que sería una sirviente de este reino, sí, pero tuya y de nadie más.

- Yo... no tengo idea de qué decir.

- ¿Qué te parece algo como: "estoy tan contento de verte" o "te amo, no vuelvas a irte nunca"?

- Estoy tan contento de verte, te amo... no vuelvas a irte nunca más ¿está claro?

Su sonrisa iluminó la habitación, era simplemente magnífica. Sus pequeños colmillos succionadores de suspiros eran perfectos. No podía creer la suerte que tenía.

- Por supuesto que sí. Ahora cerrá la boca y besame.

Cumplí lo que me pedía y la besé con intensidad. Jamás la volvería a dejar ir. Esta había sido la mejor decisión que había podido tomar. Según mis sentimientos y el resultado de todo lo que les acabo de contar, lo que hice está bien. Según mi deber milenario y por lo que casi me condenan, debí dejarla morir...

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Bueno he acá el final de la historia, espero que les haya gustado.


Ojalá la disfruten. Relax que aún falta el epílogo.

Y con esto me despido hasta la próxima. Besos.

Debí Dejarla Morir...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora