Capítulo 1: Jarrón hecho añicos

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—Vamos hermano, tienes que ir

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—Vamos hermano, tienes que ir. No puedes resistirte a las fiestas que tu camarada Ethan te invita —mi rubio amigo lanza una pelota de goma a la pared de mi cuarto una y otra vez.

—Ethan, mañana tenemos examen de matemáticas. Sabes que estoy a unos puntos de reprobar el examen. Solamente tengo dos oportunidades para pasar —no despego la vista del libro de matemáticas con doscientas páginas de texto escrito en árabe.

Bien, no está en árabe. Pero saben a lo que me refiero.

—Hayden, ni siquiera estás estudiando. Tienes puesto el celular dentro del libro jugando a cuidar un gatito cibernético
—se endereza en su lugar.

—¡Bien! Pero si mi gatito cibernético muere o repruebo matemáticas, tú serás el responsable —lo amenazo con el celular en mano.

Tomo el libro y se lo aviento en un intento de hacérselo caer sobre su "bella" cara, pero el muy idiota tiene tan buenos reflejos que termina atrapándolo a tiempo.

Pero, tiene razón. Son las siete cuarenta de la tarde. He desperdiciado casi cinco horas del día cuidando un gato cien por ciento real, y no he estudiado absolutamente nada. Así que, ¿qué más da si voy a la fiesta? Ya le daré una repasada al libro mañana temprano.

Cuando Ethan se da cuenta de la decisión que he tomado, me empieza a decir lo mucho que me quiere y que soy todo un hombre con muchos... ya saben.

Tomo ropa cómoda y casual del clóset. Unas cuantas selfies y estoy listo.

—Bien, entonces tú bajarás y saldrás por la puerta principal simulando que ya te vas —lo encamino a la puerta de mi habitación—. Yo me "quedo aquí"
—señalo las comillas al aire— pero espérame en tu auto unos quince minutos y salgo por la ventana.

Mi amigo entiende el plan fácilmente. No es la primera vez que hacemos esto. En realidad tenemos un código, llamado Código Mono. ¿Por qué mono? Porque yo soy quien se tiene que bajar por un árbol para poder llegar hasta el suelo tapizado de césped.

¡Exacto, como un mono!

—¿No era mejor que dijeras Código Mono? —Ethan alza una ceja.

¿Ven? Les dije que tenemos un código.

—No lo sé. Solo hazlo y ya —le empujo levemente por la espalda y sale de mi habitación.

En lo que Ethan llega a su auto y pasan los quince minutos, me pongo a jugar con mi gatito cibernético. ¡Ahora son tres! Rayos. Ahora tengo que comprarle más comida.

Esto es tan triste porque tengo que jugar este jueguito por culpa de mi madre que no quiere ningún tipo de animal en casa. Es alérgica. Y amargada. Bueno, no amargada, pero yo la hago ver así por no dejarme tener gatos o perros en un intento de treinta y cuatro veces de querer meter animales a la casa. Siempre termina dando los en adopción.

Riley, ¿me prestas tu cargador? (VERSIÓN LARGA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora