Capítulo 4: Sonic el erizo

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A decir verdad, nunca me he llevado bien con Hayden Jones

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A decir verdad, nunca me he llevado bien con Hayden Jones. Digo, no es como que me caiga mal. Simplemente lo tomo como un compañero más de algunas clases y es el fiel compañero del novio de mi mejor amiga.

Yo me considero una persona no apática, pero sí reservada. Lo contrario a Hayden. Es un chico que puede entablar conversación con cualquiera y yo, bueno, solo tengo a una mejor amiga en una escuela con más de trescientos alumnos.

Me sorprendió haber recibido un mensaje de él a las nueve de la noche preguntándome si podía usar o cargador.

¿Gracioso no?

Uno no anda por la vida viendo y esperando a que alguien llegue y pida prestado el cargador del celular.

—No estaría mal que te enseñes a manejar Riley.

Mamá yace sentada frente a mí, comiendo de los grandiosos panqueques que siempre sabe hacer. Pearl está a un lado de ella. Separando el melón del mango y de la papaya. Podría estarla regalando ahora, diciéndole como buena hermana mayor que coma todo o no habrá más dulces en la semana. Pero yo separo el jitomate de la comida.

—No me llama la atención hacerlo —me limito a decir.

Mamá tiene un auto modelo 09'. El cual, para el tiempo que lleva con ella, no aparenta ser diez años viejo, y lo mejor es que mamá es fan social, que entre sus influenzas, suele haber mecánicos de buena reputación. Por eso es que el auto luce cada vez mejor.

Sin embargo y a pesar de que ella me recuerda que estoy en edad de aprender a manejar, y en un futuro, a comprarme un auto, tengo una maravillosa mejor amiga que puede hacer eso por mí. No tengo a otro lugar a donde ir más que a la escuela o a casa de Libby. Y si es que salgo a otros lugares, siempre termino yendo en el auto de mi mejor amiga.

—Bien, pero terminarás acordándote de mí cuando necesites de un auto y que ni Libby ni yo estemos para ayudarte
—mamá toma de su plato el tenedor para amenazarme con el mismo.

Cuando termino de almorzar y de ayudarle a mamá a lavar los platos usados, subo a mi habitación por mi cargador. Hayden me ha mandado un mensaje temprano recordándomelo.

Lo encuentro donde siempre lo pongo: arriba de mi mesita de noche. Bajo para ponerlo dentro de mi mochila que está sobre el sofá de terciopelo café.

—¿Para qué necesitas llevar tu cargador? —pasa mamá preguntando.

—No es para mí. Es para Hayden
—respondo como si mamá supiera quién es el chico. Ella me mira, interrogante—. Un compañero de la escuela. Me pidió prestado el cargador a cambio de chocolate blanco y su cuenta en Netflix.

—No. No usarás una cuenta ajena a una plataforma inservible de películas —la veo cruzarse de brazos mientras me acomodo la mochila al hombro.

Riley, ¿me prestas tu cargador? (VERSIÓN LARGA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora