Para antes de irme la siguiente clase después del almuerzo, voy al locker que está a un lado del salón de química. El libro será indispensable para la clase o de lo contrario, estaré en problemas con la señora Fran, quien es alguien estricta con el material de cada uno y verificar que cada quien lleve sus propias cosas.
Escucho un ruido viniendo del salón cercano, no hay nadie cerca o al menos no hay quien tenga clase a esta hora ahí. Lo ignoro, puede ser alguien que también ha olvidado algo como yo o alguien queriéndome asustar. Más sin embargo, lo que me asusta es el ruido que provocan las barras de chocolate blanco que caen sobre mí y de ahí, al suelo.
—¿Pero, qué...?
Del salón de química, sale un Hayden despeinado y sudoroso. Va desarreglado en comparación a como lo he visto otras veces. Es más, creo que jamás lo había visto con esa apariencia; siempre que lo veía, era un chico oliendo a perfume que nada se lo quitaba y aunque llevara sudaderas y shorts, lo hacía verse bien.
Claro, que no lo digo porque yo lo vea de esa manera. Acato los rumores y comentarios que esparcían todas las chicas que escuchaba sin querer.
—Lo siento Riley —dice, saliendo del salón con sus manos por detrás—, actué como un idiota e inmaduro. Mi mamá siempre me enseñó a respetar y saber comportarme hacia una dama. Algo que no hice.
Sus palabras me hacen sonrojarme de las mejillas a la nariz. Espero y piense que es por el calor que sentimos dentro de la escuela y no por tonterías.
—Sé que con esto no arreglo nada —señala con su mano las barras de chocolate que han caído en el suelo—. Pero esto sólo es una pequeña muestra de arrepentimiento. Y de hacerte entender el error que yo como amigo, no volvería a cometer.
Trago salvia, pasándola con un sonido fuerte para lo que yo quería. También espero y no lo haya escuchado.
—Bueno —alargo.
¿Amigo? ¿He conseguido un amigo hombre? Ha sido un gran logro que no pensé conseguir al inicio de este año. Y no sé cómo tomarlo.
—Lo haces porque quieres clases de matemáticas, ¿cierto? —sus cejas se mueven de tal manera que su rostro muestra seriedad.
—Claro que no —hace una pausa—. Aunque no me quejaría de que lo hicieras.
—Idiota —susurro con diversión.
Entre los dos recogemos las barras de chocolate blanco. Trato de que mi mano no choque con la suya y se convierta en una escena de película juvenil romántica. Su intención es esa, mientras más alejo mi mano, él la acerca más. Le doy una mirada de reproche y él sonríe con inocencia.
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Riley, ¿me prestas tu cargador? (VERSIÓN LARGA)
Teen FictionHayden, un chico guapo, carismático y algo popular, es partícipe de un castigo que le imponen sus padres quitándole el celular y por ende su cargador. Él, adicto al aparato, se ve obligado a conseguir un nuevo celular y un nuevo cargador... Cuyo ca...