Capítulo 5: Chocolate en el locker

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En plena clase de filosofía, me llega un mensaje

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En plena clase de filosofía, me llega un mensaje. Lo sé porque me ha vibrado el celular en mi bolsillo. Cuando lo oigo, miro a todos lados para asegurarme de que he sido la única que oyó vibrar el celular y una vez que me aseguro de que nadie más lo hizo, saco el celular a escondidas.

Pongo mi estuche de lápices frente a mí y tapándolo con eso, empiezo a leer la notificación del mensaje donde Hayden me demuestra estar sorprendido porque mi cargador tiene diamantina en él. Empieza a ser un poco molesto el chico. Es decir, ya le presté mi cargador. Sólo eso. En cambio, sigo respondiendo a los mensajes. No tengo nada mejor que hacer a esta hora. Incluso ni siquiera le estoy entendiendo mucho al profesor. A lo mejor estudio el tema en casa.

Trato de responder lo más borde que puedo para terminar la conversación. No soy fan de usar el celular en clase. Él me textea que está en clase de química donde la profesora le ha dejado usar el enchufe para cargarlo. No puedo imaginarme a Hayden coqueteando con ella. Es decir, esa profesora no es como que vaya por la vida dejando a los alumnos cargar el celular y menos en su clase. Y más por ser el laboratorio.

Sin embargo, los mensajes se vuelven un poco graciosos cuando veo que ha encontrado los emojis en el celular. Y que ya no es necesario usar los dos puntos y el paréntesis para una carita feliz. Ayer por la mañana que me recordó llevar el cargador, no creo volver a ver esos "emojis" del 2010 hasta ayer.

Sigo haciéndole la platica y se me ha ocurrido mandarle un emoji de luna con ojos. Puesto que me ha dicho que los emojis no lo son todos. Pero aunque nadie lo crea, en la villa del señor lo hay todo, y he visto cómo algunas personas son adictas a ellos. No pueden vivir sin emojis. Hasta han sacado mercancía de emojis y ahora resulta que la palabra EMOJI es una marca registrada. Vamos, me gusta usarlos como cualquier otra persona de esta época, pero no para tanto.

Finalmente él se despide de mí a lo que yo sólo le digo que tenga cuidado con mi queridísimo cargador con brillantina. Guardo mi celular, bajándolo despacio. Deslizándolo por la mesita de madera de mi banco hasta que cae en mi bolsillo derecho de mi pantalón de mezclilla azul claro.

—Señorita Hughes. ¿Le molestaría decirme quién ha hecho esta teoría?
—levanto la cabeza con toda la tranquilidad del mundo para despistar lo que he hecho. Tengo todas las miradas sobre mí. Esperando una respuesta.

—Pitágoras, maestra —respondo con naturalidad.

La mujer de cuarenta años con un suéter de lana rojo oscuro, disimula la sorpresa en su cara por el hecho de que he respondido bien a una pregunta y esperaba me equivocara. Ella sólo asiente y sigue con la clase. Al término de las demás materias. Libby se acerca a mí cuando me ve a la casi hora de salida.

Siempre he admirado la belleza de Libby. Para nada le tengo envidia a mi amiga. Sé que eso es malo. Libby es morena, físicamente es atractiva. Incluso le he llegado a decir que ella es mucho más que Ethan. Si mi amiga llegara a decirme que la han invitado a una agencia de modelos, no lo dudaría. Pero además de ser atractiva a los ojos masculinos pero también por la contraparte, es una chica que sabe de dónde viene y a dónde va. Tiene carácter y es social. Ethan debería estar llorando por las noches sabiendo que tiene a una novia así.

Riley, ¿me prestas tu cargador? (VERSIÓN LARGA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora