⚜Capítulo 40

1.9K 140 57
                                    

Connor:

Llegue a casa, tomé la llave de la puerta principal y la abrí. Me llevé el susto de mi vida cuando miré a mi padre sentado en sofá, con solo la luz de una pequeña lámpara a su lado izquierdo.

—Estas no son horas de llegar, Connor—me reprimió tomando su copa con algún tipo de vino—. Pero no estoy despierto para hablar de tus horas de llegada, eso se lo dejo a tú madre—dijo restándole importancia.

Cerré la puerta detrás de mi y me dirigí al sillón frente a él.

—¿Y para qué entonces?—pregunté un tanto inquieto.

—Tú amiga, la tal Keitlen...

—Mi novia—le corregí.

Casi pareció que se atragantaba con el vino en cuanto escuchó mi corrección.

—¿Cómo has dicho?—preguntó incrédulo.

Me removí incómodo en el sillón—, Que ahora es mi novia.

Su mandíbula se tensó—. No puedes estar con esa chica, no la conoces.

—¿Y tú si?—cuestioné con diversión para ocultar mi rabia.

—Mucho mejor de lo que tú crees, hijo—. Se levantó de sofá y se dirigió a las escaleras—. Creéme cuando te digo que no conoces ni la mitad que yo a esa chica—dicho esto subió las escaleras.

Y yo me quedé ahí con millones de preguntas y meditando sus palabras. ¿En serio no conocía nada de Keitlen? ¿Cómo es que mi padre le conoce? ¿Keitlen estará mintiendo?

(...)

Keitlen:

Di vueltas en la sala pensando la respuesta. A cierto punto me convenía quedarme acá,  pero el caso era que le iba a decir a Connor cuando me preguntase porqué cojones estaba en este departamento y con un chico.

Demonios, que difícil es tener novio.

Yo... me quedaré aquí, hoy—le especifiqué, a lo que él respondió haciendo una mueca—. Tengo que ver los pros y los contras—le expliqué mientras me dejaba caer en el sofá color chocolate de la sala.

A decir verdad. Solo había un sofá y nada más en el apartamento, las paredes blancas carecían de objetos, parecía un manicomio.

—Bueno, si es lo único que tienes para decir, volveré a apoyar a los sujetos que te quieren encarcelar—hizo comillas en apoyar.

La curiosidad invadió mi ser, como un resfriado en mitad de invierno.

—Oye, ¿Por qué me ayudas?—cuestiono con el ceño fruncido —. No me malinterpretes,  pero no me conoce de nada, se me hace extraño.

—Tú hermano me lo pidió, y es mi mejor amigo, no podía decirle que no—dijo evitando mi mirada.

Aclaré mi garganta, y lo miré con mi.mejor cara de " ¿es neta?".

—Bueno, básicamente si, pero me dijo que me cortaría las bolas si no te ayudaba—dijo exasperado.

—Eso es más creíble— me reí al imaginarme a mi hermano amenazandolo.

Mirándome con fingido odio, dió media vuelta y se fue por un pasillo que imaginé era la habitación, al rato salió con su uniforme todo negro y se fue por la puerta de la entrada. Me puse a revisar mi celular e inmediatamente una llamada entró.

—¿Aló?—contesté recostandome.

Una respiración agitada seguida de un leve suspiro fue lo único que se escuchó tras pasar unos segundos alguien habló;

—Keitlen, querida, necesito hablar contigo—la inconfundible voz del señor Fricherd me infundió terror.

—Si, ¿qué necesita?—pregunté en un tono serio.

Una risa se apoderó de la línea y alejé mi oído del altavoz de lo gruesa y escandalosa que era.

—Quieren que los ayudemos, quieren tu ayuda, nos darán millones—balbuceó aún riendo.

¿Qué pedo? ¿Qué se habrá fumado?

—¿Quiénes?—fue lo único lógico que se me ocurrió preguntar.

—¿Quiénes? Los rusos querida, los rusos—volvió a reir—. Uno de los militares quiere que lo ayudemos a estorcionar a su superior para...—trató de reordar—, no me interesa la verdad—terminó —. Eso no es lo importante, lo mejor es que ofreció 15 millones solo por información. Con ese dinero podrás volver a escaparte como lo haces siempre.

Al escuchar la palabra Ruso, todo mi ser se quedó congelado. Tengo problemas con medio mundo, y Rusia no es la excepción. 

—¿Cómo se enteraron los rusos dónde me encontraba? ¿Tienen certeza de que los ayudará?—pregunté angustiada.

Carraspeó y pude escuchar como se movía por el piso de madera de su casa.

— Eso no tiene importancia ahora, piensa en el dinero—dijo riendo—. Te mandaré toda la información a tu celular, se...

Colgué el teléfono antes de que dijiese alguna estupidez más. Me levanté del sofá con frustración y desesperamiento, comencé a comerme las uñas, una manía que tenía cada vez que estaba nerviosa o ansiosa.

No quiero llamar estupido a Fricherd pero es que yo no me creo el cuento de mierda que los rusos le contaron, seguro han visto los grandes cambios de su cuenta bancaria. Digamos que no se necesita de una carrera especializada para saber que no puedes adquirir más de dosmil millones de dólares en menos de dos meses. Vamos, ni Pablo Escobar que fuese. Además, la última persona a la que me pidió quitarle algunos milloncitos, era un agente ruso bastante importante.

Cuando decidí recostarme en el sofá unos golpes en la puerta me alertaron, pero me quedé ahí esperando.

—¿Hay alguien ahí? Somos del FBI, estamos haciendo una investigación, quisiéramos hacerle unas preguntas—habló un hombre con una voz bastante gruesa—. Le escuchamos hablar, si no nos abre nos veremos forzados a entrar por nuestra cuenta—agregó.

Ay por mi madre.

Yo era obvio que no les iba a abrir, mi única solución fue correr por el pasillo hasta que encontre una puerta, la cual abrí sin demoras, la cerre suavemente esperando que no entrancen. Al escuchar el sonido de la puerta de la entrada ser derribada. Busqué otra vía de escape, porque les tardaria solo segundos encontrarme si me escondía en cualquier parte de esta habitación, tomé un abrigo negro que vi arriba de la cama y me lo puse apresuradamente, cuando terminé me dirigí a la ventana dispuesta a saltar si asi fuese, luego recorde que la habitación de Wyatt daba con la mia así que la abrí y comence a sacar mi cuerpo agarrándome de las barandillas que tiene en las esquinas.

Los pasos se escuchaban por el corredor, asi que me apresuré y se escuchó el sonido de la puerta de la habitación abrirse, en un mal movimiento causado por los nerviosos me desequilibre y caí, espere lo peor, pero para mi suerte la escalera de incendios no estaba tan abajo como se veía y casi amortigua mi caida, dije casi porque creo que me rompí algo.

—¿Qué fue eso?—preguntó uno de los policías.

Con las pocas fuerzas que tenía me levanté y bajé las escaleras poniéndome el gorro del hoodie, mientras escuchaba bastantes murmullos. Al doblar la esquina del edificio me pude dar cuenta de que habían varios guardias que no dejaban salir ni entrar a nadie, me di media vuelta y comencé a caminar sin un rumbo especifico, hasta que en un callejón oscuro mi celular sonó avisándome que un nuevo mensaje habia llegado, lo busqué en mis pantalones. Por la oscuridad y no tropezar detuve un poco mi apresurado paso, y al leer el mensaje me congelé un poco;

De: Connor

"Tenemos que hablar"
















La Hacker Donde viven las historias. Descúbrelo ahora