12.Pesadillas

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Anya

Estaba en un espeso y oscuro bosque, corriendo. Mi respiración estaba agitada, el viento azotaba mi cara. No sabía qué o quién me perseguía, pero seguía corriendo sin tregua. Cuando me detuve y miré a mi alrededor, reconocí el bosque perfectamente; era el lugar donde nuestra familia solía pasar las navidades acampando. Escuché unas risas a través de los árboles, a la vez que logré divisar una luz de fogata a lo lejos. Noté que mi madre estaba conmigo, a mi lado, riendo. Estábamos muy felices. De repente, un hombre de capucha negra apareció detrás de nosotras. Traté de gritar, pero me quedé sin voz y comencé a llorar; las lágrimas no paraban de correr. Cerré los ojos y de la nada, como transportados a otro lugar, el mismo hombre de capucha estaba junto a mi madre. Podía escuchar el océano chocar contra las rocas. Estábamos al borde de un risco.

Elige: tu vida o la de tu madre dijo con su voz gruesa, riendo—. ¿Qué vas a hacer, niñata? No puedes ni movertemiré hacia abajo. Tenía un vestido negro largo; sentía algo frío en el tobillo. Me levanté la falda y vi que tenía puestas unas cadenas de plata, moví un poco los pies, pero fue inútil.

Elige niñata. Tu vida o la de tu madre.

—¡Suéltala ¿Qué es lo que quieres? ¡grité, moviendo las cadenas.

Bien. Veo que ya que has tomado una decisión.

Any, cariño... todo va estar bien, no te preocupes dijo la dulce voz de mi madre—. Recuerda siempre mi vida que te quiero... vi cómo el hombre encapuchado sacaba un cuchillo y se lo enterraba a mi madre.

—¡No! ella cerró los ojos y su cuerpo sin vida cayó hacia el precipicio.

—Any, Any. Despierta, despierta —abrí los ojos de golpe. Era la voz de Tobías que me sacó de mi ensoñación; mi cuerpo estaba cubierto de sudor, me dolía un poco la pierna por la herida de cuchillo. Eché un vistazo a mi alrededor. Me hallaba en la enfermería de Woodstock: Lucy estaba durmiendo con Ray plácidamente, y Tobías estaba a mi lado mirándome a los ojos, preocupado. De la nada, comencé a sentir lágrimas en mi rostro.

—Chs... tranquila, no pasó nada. Estás a salvo —dijo Tobías dándome un abrazo, tranquilizándome. Lloré en su pecho y aproveché para respirar su aroma a jabón de hierbas, a colonia masculina. Era increíble, podía quedarme ahí para siempre, pero me separé de él rápidamente.

—Tenemos que irnos ahora —dije susurrando, tratando de ponerme en pie.

—Hey Ray, despierta. Tenemos que irnos —dijo despertando a Ray. Ella se estiró un poco y pegó un par de bostezos.

—Buenos días, Roxy.

—Tenemos que irnos. Ayúdame a cargar a Lucy, por favor —dije con frialdad. Ray tomó a Lucy en sus brazos y se acomodaron en la parte posterior del auto. Tobías me ayudó a caminar (literalmente llegue cojeando) y me instaló en el asiento del copiloto. Puso el auto en movimiento, todos en silencio durante el recorrido. Nos dijimos a la casa de Ray, que quedaba en Baker Street, donde la dejamos a la puerta de su casa. Mire la hora en mi reloj de pulsera; 5:30 am. ¡Mierda! Nicolás y el tío Marcus me iba a matar por esto. Cuando llegamos a mi casa mi corazón dio un brinco, tenía los nervios de punta. Tobías bajó del auto y me ayudó a salir, luego tomó a Lucy en sus brazos. Llegamos a la entrada, pero ni si quiera tuve que abrir la puerta. Mi tío Marcus la abrió de golpe, estaba hecho una furia; me recibió con una fuerte cachetada en la mejilla.

—Todo esto es tu culpa, si no hubieras entrado en ese puto juego nuestras vidas no estarían en contaste, ¡¿Mi hija, donde esta?! —gritó mi tío Marcus después de la cachetada.

Mi Vida Muy Normal A las OtrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora